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viernes, 2 de octubre de 2015

Presenta una querella por abusos sexuales contra su preceptor en un colegio del Opus del País Vasco

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“Era cerrar la puerta del despacho y bajar las persianas. Si yo quería salir de allí no podía”. Así relataba el niño el inicio del horror: tocamientos, masturbación, agresiones sexuales…


Hoy tiene 18 años y ha interpuesto una querella criminal contra el educador que le hizo todo aquello. Sucedió durante el curso 2008-2009 en el Colegio Gaztelueta que el Opus Dei tiene en Leioa (Vizcaya). El Vaticano ha abierto una investigación.



Lo que hoy queda de aquel chaval tras aquella experiencia es su “tendencia al aislamiento”, su incapacidad “para llevar una vida normal”, su sensación de “sentirse como un objeto”, según informe elaborado por el psiquiatra que corrobora su historia, que seis años después sigue en sus sueños cuando se le ‘aparece’ el profesor por las noches.


Los hechos descritos tuvieron lugar supuestamente en el prestigioso colegio del Opus Dei en Leioa (Vizcaya). El ex alumno presentó hace tres meses una querella criminal en los juzgados de Getxo contra su preceptor y guía espiritual por agresión sexual, abusos sexuales y contra la integridad moral.


“Me enseñaba fotos de chicas en bikini o desnudas. Y me decía: ‘Fíjate en esta chica, mira qué buena está’ (…) Me tocaba los muslos, la espalda, la tripa, y alguna vez, para enseñarme las notas en el ordenador, me exigía ponerme encima de sus rodillas y yo notaba algo duro debajo de mí (…), dice en la querella.


Y añade: “Me dijo de sentarme en la silla, me puso una estufa delante y, como tenía mucho calor, me dijo de quitarme la camisa. Me la quité y acto seguido me empezó a tocar por todo el cuerpo rodeando la silla donde estaba (pecho, cuello, brazos, muslos, piernas…)”.


Todos los detalles los conoce el papa Francisco, quien en una carta escrita de su puño y letra para contestar a los padres anuncia que el Vaticano va a llegar hasta el final del escándalo. “Le agradezco su carta y la documentación adjunta… Hoy mismo envío la documentación a la Congregación para la Doctrina de la Fe para que instruyan el juicio canónico al educador y al colegio pero sin molestar al chico. Quedo a su disposición.”


El caso del menor tuvo eco en los medios en 2012. En 2013 la familia decidió poner los hechos en conocimiento de la inspección educativa y de la Fiscalía del País Vasco; el Ministerio Público abrió entonces diligencias de investigación para terminar archivando el asunto; y fue en ese momento cuando el padre de la víctima le escribió al papa denunciado los hechos.


Las novedades en el asunto tienen una repercusión doble. No sólo porque la querella amague con reabrir el caso en sede judicial. Sino, sobre todo, porque la respuesta personal y contundente de Bergoglio da a entender la gravedad de lo ocurrido y dota de verosimilitud a un oscuro episodio al que desde el propio colegio han quitado credibilidad.


“Al principio estaba a gusto en clase, pero a partir de cierto momento, todo se empezó a torcer. “Me preguntaba que si me masturbaba, yo contesté que no, él me respondió diciendo que el resto de amigos sí lo hacía, que por qué yo no, que era bueno y que me iba a gustar. Yo no respondí, ya que no sabía qué hacer ni cómo actuar”, se lee en el escrito.


Fue en 2010 cuando en casa se dieron cuenta de que algo estaba ocurriendo. Una mañana, el chico sufre un aparatoso ataque de pánico y no puede ni subirse al autobús que le lleva al colegio, donde le espera su preceptor, su agresor. El alumno de Gaztelueta comienza a no querer ir al centro, a generar un rechazo somático a acudir a las clases, su rendimiento se desploma, en casa pide que le cambien de colegio, necesita ayuda y su familia le recomienda que confíe en su preceptor.


La situación del muchacho se complica. Sus compañeros ser ríen de él, le llaman gay, bromean sobre el tiempo que pasa con el preceptor en su despacho. Incluso cuando logra que sus padres lo cambien de colegio, le seguirán amenazando a través de las redes sociales: “Queremos hacernos pajas contigo y vamos a ir a tu casa a follar contigo y con tu madre”. “Si cuentas algo, te vamos a arrancar los ojos, te vamos a tirar de un quinto piso y a rajar”.


Según se lee en la querella, el colegio “mostró al principio comprensión” con la víctima. En junio de 2011, la institución aseguró que el profesor “había reconocido todas las acusaciones”. “Estos hechos fueron calificados por los responsables del centro como conducta muy grave”. “La única justificación dada por el docente fue que ‘quería fortalecer su carácter'”.


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La solución tomada entonces fue trasladar al profesor a Inglaterra en agosto de 2011 con una excedencia de un año “para mejorar sus conocimientos de inglés”, dicen desde el centro, cuya dirección asegura que el agresor decidió no reincorporarse al colegio. El preceptor sigue defendiendo que su actuación solo buscaba “fortalecer el espíritu” del alumno.


El chico de esta historia ya se ha cambiado de colegio, de ciudad, de amigos… pero sigue con muchas secuelas de lo que pasó en aquel colegio del Opus donde la dirección y la justicia permitieron que un pederasta destrozase su vida para el resto de su existencia. Quizá tenga que ser la intervención del papa la que haga que el agresor se siente en el banquillo.





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