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viernes, 22 de abril de 2016

Un recuerdo emocionado a nuestro Príncipe de los Ingenios en el IV centenario de su muerte.



Un recuerdo emocionado a nuestro Príncipe de los Ingenios en el IV centenario de su muerte. 

 
El 22 de abril de 1616 muere en Madrid el soldado, novelista, poeta y dramaturgo Miguel de Cervantes.



Está considerado la máxima figura de la literatura española y es universalmente conocido por haber escrito “Don Quijote de la Mancha”, que muchos críticos han descrito como la primera novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal, además de ser el libro más editado y traducido de la historia, solo superado por la Biblia.Se le ha dado el sobrenombre de «Príncipe de los Ingenio




La grandeza del alma del sabio de Don Quijote es insuperable. Nuestro Don Quijote inmortal es un loco sublime que lucha por un ideal que desborda humanidad. No en vano, se ha dicho: “El que vive sin locura no es tan cuerdo como parece”.



Don Quijote es un demócrata. No han faltado autores que han visto en él un adelantado del anarquismo o del socialismo, dado, su amor por los débiles, su entrega a los humildes y su protección a los pobres. Don Quijote lleva tras de sí a todo un pueblo español personificado en Sancho.



 Su extraordinario respeto al pueblo le lleva a olvidarse de sí mismo para entregarse sin reserva a los demás, para aminorar las injusticias.



El ideal ético, la belleza de Don Quijote está representada por Dulcinea, a la que ve no como es, sino como hubiera querido que fuese.




Qué exacto concepto expresa Cervantes a poner en boca de su Quijote: “que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones”. Y prosigue Don Quijote: “la virtud vale por si sola lo que la sangre no vale”.







Los valores y postulados que encontramos en el Quijote, son tan antiguos como inmutables. Son conceptos que nunca envejecen porque son tan eternos como la historia de la Humanidad. Esa es la verdad que nos grita Cervantes en su magnífica obra.




Tener verdad no es lo mismo que tener razón. Puede ser todo lo contrario. Es lo que nos enseña Cervantes en el Quijote. 



Para poder tener verdad hay que dejar de tener razón. Esta ética, poética y política de la burla, puede parecernos la esencia o quintaesencia del pensamiento irracional cervantino; el eje o núcleo o médula de toda la mejor poesía española: la de Cervantes, Lope, Quevedo, Góngora, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Calderón… la que tan puramente pensó y expresó Unamuno.


 Don Miguel no quería razonar el goce ni gozarse en la razón. “Verdad y vida, pues, y no razón y goce”, escribía, diciéndonos: “Son mi divisa”. Que fue también su hado; su más libremente aceptado destino de hombre, de nada menos que todo un hombre: al aprender a serlo hasta dejar de serlo; dejándolo de ser por sacrificar, la pasión, a la vida; la razón a la verdad: como Don Quijote. 


Como Cervantes. Y como dijo el poeta: “Don Quijote en su locura / tiene razón que le sobra / más que el barbero y el cura”.





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