Yo creía, tonto de mí, que los partidos políticos estaban en
nuestras vidas para hacerlas mejores, que los políticos se nos ofrecían cada
cuatro años, en cada elección, para gestionar nuestro bienestar. Y no, nada más
lejos de la realidad. Por desgracia, en la mayoría de los casos, unos y otros
están para mejorar sus vidas o las de sus amigos y para gestionar su bienestar,
a costa de lo que sea.
Acabamos de conocer por el INE que un 28% de los españoles,
casi tres de cada diez, no llega a fin de mes, si no es dejando de comer carne
o pescado como mandan la tradición o el sentido común y que, además, no pueden
calentar su casa ni el agua de sus duchas ¿Y de qué creen que hablan los
políticos en "precampaña", en esta sempiterna campaña en la que
vivimos? ¿De la casi pobreza de esos casi trece millones de españoles o de
"lo suyo"? Felicidades, habéis acertado, hablan únicamente de lo
suyo. Mejor dicho, no hablan de lo suyo ni de lo poco que hacen por nosotros,
hablan de lo de los oros.
Cuesta creer que el PSOE, por ejemplo, hable tan poco de
Rajoy y sus fechorías, del Partido Popular y sus saqueos. Cuesta creerlo, pero
es así. A Pedro Sánchez lo que le preocupa es que Podemos, junto a Izquierda
Unida, representantes de la izquierda dolida y desencantada puedan superarle en
votos, puedan llevarle por primera vez en democracia a ocupar el tercer puesto
en las próximas elecciones.
Lo que le preocupa al PSOE, a Pedro Sánchez, es
dejar de ostentar el título de jefe de la oposición y, para ello, se esfuerza
no en diagnosticar problemas y buscar soluciones, sino en meter el dedo en el
ojo de sus rivales en la izquierda, en hacerse eco de cualquier bulo que se
lance contra ella y, cómo no, en minimizar, cuando no en despreciar, cualquier
logro de ésta en los ayuntamientos donde han alcanzado el gobierno.
No ve Pedro Sánchez el continuo saqueo a que ha
sometido el PP a ciudades como Madrid. No lo ve y se empeña en impedir,
con manguerazos de demagogia y falsedad, cualquier intento por parte de sus
compañeros para reforzar desde el gobierno la gestión de las coaliciones
progresistas que logró arrebatar por fin a la derecha los ayuntamientos de ciudades
tan importantes o simbólicas como Madrid, Barcelona, Coruña, Zaragoza o Cádiz.
No. Pedro Sánchez, ese maniquí con cara de curita joven y guapo, que recita lo
que le escriben como recitaría un niño su papel en las absurdas, si no
ridículas, fiestas escolares, prefiere ver esas capitales en manos de la
derecha a permitir que otros demuestren que una gestión más honrada y más justa
es posible.
Y qué decir de Albert Rivera, que viaja a Caracas y lo hace
después de haberlo anunciado durante días, para crear la expectación y el morbo
suficientes como para convertir su visita en un acto más de campaña y
obteniendo a cambio de su presencia en la Asamblea Nacional la esperada
recompensa de reforzar las dudas, negadas una y otra vez por la justicia
española, sobre la financiación de Podemos, dejando en un segundo plano el
evidente sufrimiento del pueblo venezolano.
Nada hacen ni dicen los partidos españoles, ninguno o casi
ninguno, sobre la situación de países que, como Guinea Ecuatorial o el Sahara,
tienen más cercanía en responsabilidad, espacio y el tiempo con nosotros que la
patria de Simón Bolívar.
No. No hablan de lo que nos preocupa, no hablan de nuestros
problemas. A cambio se tiran pellas de barro e insidias, como niños a la salida
del colegio o como borrachos tras una noche de juerga, No se enfrentan a la
realidad, porque no buscan nuestro bienestar y lo único que les interesa es
nuestro voto, tratando de mostrar su lado más centrista, ignorando que el
centro no existe en política, porque todos los partidos, incluida la tan
llorada UCD -llorada con lágrimas de cocodrilo, claro- son de derechas o de
izquierdas, como lo son los ciudadanos, los votantes, porque en asuntos de
moral o de dinero sólo se puede ser eso: de izquierdas o de derechas. Y basta
con hablar de impuestos o de los derechos de la mujer para comprobarlo.
Si Pedro Sánchez emplease la mitad del tiempo que ocupa en
criticar a Podemos y a los "comunistas" en construir un proyecto
claro para los españoles y en explicar claramente sus intenciones, si Albert
Rivera, en lugar de insistir en relacionar a Podemos con Venezuela, explicase
sin tapujos su relación con las empresas del IBEX y sus finanzas, probablemente
todo estaría más claro.
Mientras tanto ¿de qué van?
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