“Era un centro cívico, ¿no?
Hacían actividades y daban ropa”, responde una vecina mientras se mete
en el portal de su casa, contiguo al Banc Expropiat. El martes fue la
segunda noche de protestas en el barrio de Gràcia después de que los
mossos tapiaran el lunes el singular “centro cívico” de la Travessera de
Gràcia. El miércoles la escalada de protestas se da por descontada,
y diversos grupos de vecinos se acercan con curiosidad al lugar,
rodeado de una marabunta de cámaras y periodistas que ofrecen directos y
últimas horas desde un lugar en el que, estrictamente, ahora no está
pasando nada.
El Banc Expropiat fue
abierto en octubre de 2011, al calor de las movilizaciones del 15-M. Se
trataba de una antigua sucursal de la rescatada Caixa Tarragona que
llevaba tiempo desocupada y que pronto se convirtió en un espacio que
albergaba todo tipo de actividades, desde cursos de idiomas o talleres
profesionales a una red de reparto de alimentos y ropa. Entre los
vecinos y comerciantes próximos consultados hay unanimidad en que no
causaba molestias. Las diferencias de opinión surgen cuando se les
pregunta por las protestas que se vienen produciendo durante las últimas
tres noches, con disturbios el lunes y el miércoles y duras cargas
policiales los tres días, que según los manifestantes han dejado ya un centenar de heridos.
El barrio de Gràcia es
epicentro tradicional del fértil movimiento okupa barcelonés. En estos
momentos hay media docena de inmuebles ocupados que actúan como centros
sociales, además de otros tantos destinados a viviendas. De ellos, el
más abierto al vecindario es el Banc Expropiat. Allí se ofrecían
semanalmente actividades de todo tipo, como el taller de telar de
cintura que este miércoles, por primera vez desde octubre, se debió
impartir en la plaza Revolució. A este grupo, formado por 10 mujeres
desde octubre pasado, acude Núria cada semana.
Según explica Núria, la
existencia del Banc Expropiat les permitió hacer su taller de costura de
una forma que no podían en ningún otro lugar. “Lo mejor del Banc es la
sensación de libertad, de ser un espacio nuestro”, asegura. “Los
horarios se montaron por conveniencia del grupo. El Banc siempre
garantizaba unos horarios de apertura y un responsable. A partir de aquí
no hay más normas. Las relaciones de convivencia que se crean, la forma
de autoorganizarnos, las formas de resolución de conflictos… todo eso
es único y es imposible de trasplantar a un centro gestionado por el
Ayuntamiento”, considera.
El grupo de telar de cintura
convivía los miércoles con otro de costura y con el grupo de vivienda.
De este último han salido ocupaciones de otros inmuebles vacíos para
convertirlos en espacios de vivienda social, como el bloque El
Armadillo. Pero, según destacan diversos vecinos, una de las labores más
importantes para el barrio era la red de alimentos y ropa que recogían
para repartir.
Cazuelas de apoyo
Durante los tres últimos días de protestas nocturnas, a los cánticos y gritos de las columnas de manifestantes les ha acompañado el sonido del repicar de cazuelas desde las ventanas.
Numerosos vecinos han mostrado así el apoyo a los manifestantes. Otros,
directamente se han sumado a las protestas. Es el caso de Julia Ayats
y Marta Díaz, dos vecinas que comparten piso a pocos metros del centro.
Julia y Marta, que consideran el Banc Expropiat “un lugar de referencia
del barrio”, bajaron el martes a la calle para dar apoyo a la protesta,
minutos antes de que se produjera la contundente carga de los Mossos
contra los manifestantes.
Marta tiene el muslo morado
del golpe de porra, un parte de lesiones y una denuncia interpuesta por
los hechos. “Lo que más me duele es la rabia. Tengo derecho a
manifestarme sin que nadie me pegue y más debajo de mi casa”, asegura.
Las dos opinan que el Banc Expropiat debería quedarse donde está. “Está
suscitando mucho apoyo en el barrio porque era considerado algo bueno.
Si el Banc Expropiat desaparece, dejará un hueco muy grande, porque
aporta mucho en el barrio”, explica Julia.
“Para el Ayuntamiento ha sido
una postura muy cómoda que esta labor social se hiciera desde aquí.
Esta gente estaba haciendo un trabajo fantástico de cohesión en el
barrio, y además gratis”, remata Marta.
En el caso del Casal Tres
Lliris, que se desalojó en noviembre de 2015, los ocupantes ocuparon en
respuesta unas dependencias municipales sobre las que la administración
barcelonesa hizo la vista gorda. Pero, siempre según fuentes del
Ayuntamiento, el Banc Expropiat rechazó la intermediación municipal.
Finalmente, el lunes Ada Colau calificó el del Banc como “un conflicto
entre particulares”, lo que generó indignación entre vecinos y
manifestantes. Desde el Banc este jueves han asegurado que estos días “no ha habido ningún intento de diálogo” por parte del consistorio.
“Resulta sorprendente que se
hable de conflicto entre particulares teniendo en cuenta la labor que
hacía el Banc, que suplía las carencias históricas de equipamientos en
Gràcia, un distrito con una población cercana a la de Tarragona. Si nos
ponemos así, yo reclamo lo firmado en el plan del 1986. Todos los
centros educativos, los espacios libres, las aberturas de calles…”,
explica Maritxu Olazabal, vecina del barrio y usuaria del espacio.
El miedo a un “Can Vies” en el barrio de Gràcia
Los tres días de incidentes y
la posible escalada comienzan a ser un conflicto importante para las
diferentes administraciones, local y autonómica. Durante las protestas
del lunes un grupo de manifestantes quemó un vehículo de los servicios
municipales de limpieza y una moto particular, además de volcar un
coche. El segundo día no hubo incidentes de este tipo, pero el miércoles
varios contenedores volvieron a arder y se produjeron destrozos en
sucursales bancarias. Los sucesos recuerdan a las protestas ocurridas
hace dos años tras el intento de derribo de Can Vies tras 17 años de ocupación, cuando protestas con disturbios y fuerte violencia policial se sucedieron noche tras noche en el barrio de Sants hasta que se consiguió parar la demolición del enraizado centro social.
Los hechos de Can Vies
pasaron una importante factura al gobierno barcelonés, entonces liderado
por Xavier Trias. No por casualidad poco después de aquel episodio, el
Ayuntamiento decidió unilateralmente y sin dar publicidad pagar el
alquiler del Banc Expropiat por un año con 65.500 euros, para evitar que
un nuevo conflicto como el de Sants brotara en el barrio de Gràcia.
Este jueves, tras conocer aquellos pagos, la fiscalía ha abierto diligencias contra Trias por posible malversación de dinero público.
El temor a que se produzca
“un Can Vies” en Gràcia ha obligado a comparecer a diversos responsables
políticos. El miércoles lo hizo en sede parlamentaria Albert Batlle,
director general de los Mossos, quien defendió la acción de sus efectivos en el Banc Expropiat y
aseguró que volverían a utilizar la misma fuerza para evitar que el
local se reabriera. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha comparecido
este jueves, en una rueda de prensa en la que ha censurado los destrozos de mobiliario urbano de
las protestas y ha avalado la actuación policial, aunque ha reclamado a
los Mossos “proporcionalidad” para “evitar una escalada de violencia”.
Un modelo de ciudad en juego
La reacción de los
movimientos sociales al desalojo del Banc Expropiat es indesligable de
un contexto en el que desde la organización popular han surgido
diferentes respuestas a las carencias políticas y sociales. Así al menos
lo cree Galvão Debelle dos Santos, investigador en la Universidad
Autónoma de Barcelona que ha tratado la temática de las ocupaciones
políticas en la capital catalana.
Según él, desde el 15-M se han venido
desarrollando proyectos “desde la base para suplir de forma
autogestionada las necesidades de la gente”. Uno de estos sería el Banc
Expropiat, que precisamente nació de una manifestación organizada por el
15-M.
“Quienes se acuerdan de la
convivencia en las plazas, o han vivido los procesos de creación de
comunidades en los barrios, entienden que esa realidad es la tendresa dels barris
[la ternura de los barrios]”, explica Debelle. Algo similar destaca
Núria, para quien el desalojo del Banc es “un ataque frontal” a un
modelo de autoorganización social. “Es impensable que toda la policía de
Barcelona se ponga a proteger un pequeño espacio privado propiedad de
un especulador.
Está claro que esto pasa por lo que se hace en este
espacio, por lo que representa. Porque no toleran que en el centro de
Barcelona se desafíe a la propiedad privada para que la gente actúe en
libertad”, considera la aprendiz de costura de cadera.
Arturo Puente | eldiario.es | 26/05/2016
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