Por fin es de noche. Desde el centro del firmamento una abominable
mancha negra casi circular se desparramaba lentamente cubriendo la
ciudad. Estoy viendo las estrellas, están muy lejanas y su luz tarda
mucho en llegarnos. Lo único que vemos de las estrellas son fotografías
viejas. La oscuridad va lentamente apoderándose de cada rincón, quitando
la máscara de esta ciudad que se cree tan perfecta, mostrando su
verdadero rostro, una ventana al infierno.
El infierno está aquí, entre nosotros. Detrás de cada pared, de cada
ventana...Es el mundo detrás del mundo. Cada rincón, cada calle, cada
casa... es un centro de exterminio privado y particular. La monotonía
reina por las calles. La maldita monotonía. Nada destruye más al hombre
que la estupidez ignorante y la conformidad.
Paseando por la calle, vuelvo a ver otra pelea de borrachos. Se increpan
por no sé que y sus gritos rompen el silencio imperante. Desde la otra
esquina, las chicas empiezan a mostrar su mercancía.
Paseo por un asqueroso barrio, de una asquerosa ciudad. Alcahuetes,
palizas, drogas, violaciones... más de lo mismo. Maldita ciudad que
destroza todo lo que toca. Esta ciudad podrida. Pudre todo lo que toca.
Esta ciudad podrida. Aquellos que no puede corromper, los pudre hasta
vaciarlos, tirando luego sus cuerpos a las aceras como cáscaras que se
amontonan en un vertedero eterno y silencioso.
El mundo está al borde la destrucción. Siempre lo ha estado y siempre lo
estará. Es nuestra naturaleza. Nos matamos unos a otros en un bucle
infinito que no tiene fin. Y si no participas en el juego, las propias
reglas te obligan y te animan a a coger una pistola y volarte los sesos
mientras el resto del mundo asiente en silencio, mostrando su
conformidad. Los humanos somos así. Animales que hace poco que hemos
bajado del árbol.
¿Y dónde está ese Dios del que tanto hablan? Miré al cielo a través del
intenso humo lleno de grasa humana y vi que Dios no se encontraba ahí.
Vi esa oscuridad fría y vacía que se extiende hasta el infinito, vi que
estamos solos. Vivimos nuestras vidas, puesto que no tenemos nada mejor
que hacer. Más adelante, ya les buscaremos un sentido. Venimos de la
nada; Tenemos hijos, que se encuentran atados a este infierno al igual
que nosotros, y volvemos a la nada. No hay nada más. La existencia es
algo fortuito. No hay ningún patrón salvo el que imaginamos cuando nos
quedamos mirando fijamente durante mucho tiempo. No tiene ningún
sentido, salvo el que decidimos imponer.
Me gustaría que toda la escoria de la Tierra estuviera en una sola garganta, y tener mis manos en torno a ella, mientras arde eternamente en el fuego fatuo y se hunde en la necedad y en la sangre y la mugre acumulada por el tiempo y la gente. Pero no merece la pena. Continúo mi paseo mientras observo que el mundo está siempre al borde de la destrucción. El mundo es un maldito retrete pero nadie se ha atrevido nunca a tirar de la cadena.
http://diariosdeunescritorrevolucionario.blogspot.com.es/2016/05/el-infierno.html
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