En el horizonte se alza el espantapájaros electoral. Las élites políticas, los que realmente mandan sin presentarse a elecciones, habían porfiado en un arreglo de última hora para mantener el “statu quo” al menos durante un tiempo.
Un paso atrás de Mariano Rajoy habría permitido desbloquear la situación. Pero el personaje que veía su destino político y personal ligado a la presidencia no estaba por la labor.
Sólo un auténtico tsunami mediático-económico que implicara directamente al presidente en funciones hubiera permitido forzar el bloqueo.
El tiempo se acaba. Los papeles de Panamá, a pesar de su real
insignificancia, mencionan no solamente a personajes de la farándula
sino a ministros, exministros o expresidentes autonómicos de uno u otro
signo. Nuevamente apuntan al rey Juan Carlos I, a su hermana mayor y a
la que fue su barragana durante años, la princesa alemana Corinna zu
Sayn-Wittgenstein.
Las investigaciones sobre Ausbanc ponen el punto de
mira en la corrupción de una parte de la judicatura. Es sin dudarlo un
fin de régimen. Es necesario un recambio gatopardiano; cambiarlo todo
para que nada cambie.
Los partidos inician los primeros escarceos preelectorales, se
dibujan posiciones, se afinan alianzas. Lo imposible se convierte en
real, el verbo se hace carne.
Podemos marca el rumbo en esta fase. Ha conseguido una enorme
visualización mediática. La apuesta por un referéndum sobre política de
alianzas se ha saldado con un notable éxito de Pablo Iglesias, sus casi
150.000 votos supera los 112.070 de la asamblea fundacional en
Vistalegre, y por supuesto los 96.062 del PSOE. Pedro Sánchez se ve
encorsetado por su propia ejecutiva, que le impuso, como condición para
su propia supervivencia política, evitar a cualquier precio un acuerdo
con la formación morada. Es casi un paseo de funambulista, un movimiento
suicida.
Un retroceso electoral del PSOE equivaldría a su muerte
política.
La oligarquía financiera y la Unión Europea no están dispuestos a
propiciar ningún cambio en su fórmula de dominación. Sus intereses los
representaría “la gran coalición”. Por el bando de la derecha,
Ciudadanos (utilizando el mismo esquema que Podemos de un populismo,
aunque este de derechas) pretende sustituir al PP acosado por la
corrupción y cada vez más prescindible aunque tiene un suelo electoral
resistente. Por el lado de la izquierda eran los partidos
socialdemócratas (PSOE) la apuesta. Es la fuerza que más puede perder en
las nuevas
elecciones.
Hasta
ahora el esquema izquierda-derecha con apoyo puntual de los
nacionalismos ha funcionado de forma eficiente. La descomposición de los
dos partidos clave propicia nuevas recolocaciones. Tanto la antigua
derecha como la izquierda han de reinventarse. Han de pasar más tarde o
más temprano por el cedazo electoral.
En el lado derecho el proceso está
más avanzado. En el lado izquierdo aún está por decidirse. Esta
izquierda nueva, Podemos, ha dejado de dar miedo a las fuerzas
dominantes, especialmente después del caso griego.
La carrera hacia las
elecciones está marcada por las cesiones electorales de la fuerza morada
en un intento de hacerse creíble y deseable. Las negociaciones con el
PSOE-Ciudadanos han sido un continuo postureo televisivo. Nadie ignoraba
que desde Bruselas y Washington se había vetado, en este tiempo
político concreto, esa propuesta; los que mandan realmente deseaban una
alianza política más amplia donde se subordinara a la formación morada y
se excluyera a IU. Las nuevas elecciones obligarán a los grupos
dominantes a explorar otras alternativas.
En este contexto las cesiones
ideológicas o programáticas de Podemos nunca serán suficientes; aunque
el eslogan “la casta” haya sido sustituido por los piropos a la familia
Botín y al Banco de Santander por su contribución al “bienestar social”,
aunque la Renta básica garantizada haya desaparecido del programa, o se
renuncie a fiscalizar la deuda ilegítima de Ayuntamientos y CCAA, o la
línea roja del referéndum en Catalunya quedara finalmente en una especie
de limbo de los justos y futuro elemento de negociación política.
Nada
de ello será suficiente porque el objetivo de la clase dominante es
aniquilar toda esperanza de cambio y extender el bálsamo de la
resignación… El tránsito de Podemos por este laberinto electoral ha
tenido por divisa, al margen del postureo televisivo, la cesión en
aspectos clave de su propio ideario político. El tacticismo electoral no
ha sido solo un método sino que corre el riesgo de convertirse en
finalidad. El objetivo es ocupar las instituciones bajo la equívoca
teoría de que representan el poder.
La experiencia brasileña o
venezolana enseña que el control del poder político va mucho más allá
del dominio de los engranajes institucionales. Lo escribía Eric
Toussaint en 2009 cuando publicaba “La izquierda llega al gobierno pero no tiene el poder”. En 2010, en Lima, un alto dirigente del PT de Brasil lo resumía de forma sucinta: controlar el gobierno no es tener el poder. Venezuela, Brasil, Grecia, Syriza y Tsipras son los ejemplos más inmediatos y sangrantse.
La táctica de Podemos es hacerse con sectores descontentos del PSOE
(ofreciendo un perfil nuevo, moderno y moderado). Al mismo tiempo se
pretendía laminar a los sectores más radicales de IU, se creía que los
votos de esta organización eran suyos “per se”. Las elecciones mostraron
la debilidad de IU, que conseguía únicamente dos diputados, otros tres
estaban incluidos en fórmulas de convergencia. El sistema electoral
español impedía que los 920.000 votos obtenidos se convirtieran en 14
diputados.
Las
maniobras de Podemos y la oposición del PP y C’s impidieron que IU
formara grupo parlamentario propio. El objetivo político parecía claro,
enviar a IU al limbo de grupo mixto, como así sucedió, e intentar la
invisibilidad de esta organización. Se mostraban así los límites de la
formación morada. La base teórica fue diseñada por Errejón, los
significantes vacíos de la teoría de Laclau eran la nueva piedra
Rossetta. En ese esquema obviamente desaparecían las referencias a la
lucha de clases e incluso las apelaciones a izquierda/derecha. Podemos
debía beber de todas las fuentes. La supresión de toda referencia a la
izquierda y su sustitución por un nuevo lema –“No somos de derechas ni
de izquierdas, somos los de abajo y vamos a por los de arriba”– es
clarificador. Se pretendía ocupar la centralidad política. Era preciso
abarcar un amplio espectro social supuestamente transversal y por
definición muy poco politizado.
El objetivo era vehicular electoralmente
el malestar social. La falta de conexión con el movimiento obrero o lo
que queda de él era y sigue siendo una de sus debilidades. La propia
biografía de sus dirigentes, como la de Pablo Echenique, que reconocía
públicamente su apoliticismo anterior, su militancia en Ciudadanos y su
apoyo a la invasión de Irak es un ejemplo, uno más, de esa
transversalidad ideológica. Se ejemplariza así una de las
características fundamentales de Podemos en este proceso, la
incorporación de grandes grupos sociales, muchos de ellos muy
despolitizados, a la acción social, aunque ésta sea más simbólica que
real. El sujeto político del que se reclama portavoz Podemos, al
contener intereses sociales no definidos y en ocasiones contradictorios,
no puede plantear un frente común con objetivos claros de movilización y
conquista de derechos políticos sino apelaciones al voto o a todo lo
que sirva para captarlo.
Lo que cuadra con ese espacio político es la
indefinición, la ambigüedad del discurso y la reducción de los
antagonismos de clase en su seno. Se evidencia como consecuencia un
problema que aún está larvado. Su debilidad orgánica derivada de la
falta de un marco ideológico que pueda cohesionarla. En el interior de
Podemos existen muchos Podemos diferentes, algunos, como hemos indicado,
contrapuestos entre sí. Las crisis en Cataluña, Galicia, Extremadura,
Castilla, Andalucía, Madrid… son algunas de sus manifestaciones. Así
coexisten cuadros políticos que provienen de la militancia comunista y
de la lucha en los movimientos sociales, con grupos sin experiencia
política pero con una voluntad, aún difusa, de transformación, y los
inevitables arribistas. Las crisis a las que hemos hecho referencia no
sólo son fruto de un crecimiento muy rápido como intentan explicar los
dirigentes estatales, sino resultado de lo que venimos diciendo.
Hasta
ahora los conflictos los ha paliado el uso de la “dedocracia”. Eso
entraña un enorme riesgo para el futuro, la dependencia casi absoluta
del partido respecto del grupo de dirigentes “carismáticos”, lo que
Laclau define como hiperliderismo. Por otra parte, la construcción de
ese nuevo modelo político, el denominado populismo, tiene sesgos
peligrosos. Se construye un sujeto político impreciso, vinculado a
través de las emociones, pero capaz de transitar sin solución de
continuidad desde la izquierda a derecha, a no ser que se produzca un
cambio cualitativo de conciencia. Otra consecuencia no deseable está en
ciernes, al basar el crecimiento organizativo en la liberación de cargos
orgánicos y políticos; se abriría la puerta a la generación de redes
clientelares asimilables a la de los partidos clásicos. Cabría
preguntarse, en esa coyuntura, si realmente Podemos buscaría militantes o
simples votantes.
El período preelectoral anterior al 20-D vino marcado en el campo de
la izquierda por la necesidad de ningunear la aportación de IU en el
nuevo escenario político. Se pretendía, pura y dura, la absorción de esa
fuerza política por varias vías: la primera, la cooptación de sus
dirigentes más carismáticos, mientras algunas y algunos líderes juraban y
perjuraban que nunca entrarían en Podemos; quizás negociaban bajo la
mesa su puesto en las listas electorales de la formación morada. La
segunda: se creía que la propia inercia electoral, el voto útil,
acabaría por desfondar a la organización. Las declaraciones del ahora
defenestrado Juan Carlos Monedero donde decía que Podemos no iba a ser
“la UCI de ningún partido del régimen del 78” iba en ese camino.
Evidentemente, la negociación desde el 20D hasta el momento ha ido en
dirección contraria. Se estaba dispuesto a salvar al PSOE y a los
partidos nacionalistas que habían sostenido durante décadas al régimen
del 78 pero no a fuerzas claramente de izquierdas. Por último la
negativa a visualizar la candidatura de Izquierda Unida en la contienda
electoral pretendía obviar la aportación de esta fuerza política.
El
referéndum sobre política de alianzas promovido para sus votantes por
Podemos dibuja varias conclusiones; apuntamos dos: la primera, una
cierta disensión entre la cúpula dirigente que había insistido en la
negativa de construir una alianza por la izquierda y el clamor de estos
mismos votantes en sentido contrario. La colaboración de las fuerzas de
izquierda para desalojar al bipartidismo del régimen es ya una demanda a
la cual la dirección no puede sustraerse.
Meramente la aritmética
electoral, aplicada a las elecciones anteriores, hubiera permitido a la
coalición Izquierda Unida-Podemos incrementar su representatividad en no
menos de 14 diputados y 920.000 votos. En ese escenario Podemos se
hubiera convertido en la segunda fuerza electoral del Parlamento y con
capacidad teórica para formar gobierno. El error de cálculo de la
dirección de la formación morada se hace ahora evidente, cuando la que
fue la novia rechazada (Izquierda Unida) es ahora la joven deseada.
Pablo Iglesias hará un ejercicio de desmemoria y nadie en IU recordará aquello que dijo: “Deja
de estar tan preocupado con las cosas que nosotros hacemos y con lo que
nosotros proponemos. Sigue viviendo en tu pesimismo existencial.
Cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas, pero no te acerques,
porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país
no cambie nada. Sois unos cenizos. No quiero que cenizos políticos, que
en 25 años han sido incapaces de hacer nada, no quiero que dirigentes
políticos de Izquierda Unida, y yo trabajé para ellos, que son incapaces
de leer la situación política del país, se acerquen a nosotros. Seguid
en vuestra organización. Presentaos a las elecciones, pero dejadnos en
paz”.
El nuevo periodo electoral acelera los procesos. Los errores de la
cúpula de Podemos en las elecciones del 20D no han sido del todo
corregidos. Su análisis electoral, al menos públicamente, ha huido de
esa realidad, ha insistido en la victoria electoral, que no es poco,
pero no ha querido sacar conclusiones de lo que podría haber sido. No es
un error de juventud (la coalición formada en Cataluña, los acuerdos
con las Confluencias, las mareas e IU en algunas Comunidades así lo
demuestran) mucho me temo que forma parte del ADN de un sector de la
dirección.
La situación política en nuestro país ha permitido lo impensable. La
izquierda perdió una ventana política de oportunidad enorme el 20-D.
Pero la descomposición del régimen nos da una segunda prórroga. Los
grupos dominantes acentúan la campaña de demolición contra Podemos, al
igual que hubo un momento que determinados medios auparon a esa
organización. Ahora se inicia el proceso inverso. La erosión que
promueven especialmente las televisiones públicas (controladas por el
PP) y las privadas (por los grandes magnates de la comunicación) no
dejarán de tener su efecto electoral.
El objetivo a batir por el PSOE y
C’s y en menor medida por el PP será Pablo Iglesias. La identificación
simbólica de esa figura con la organización propicia que los ataques
personalizados sean siempre muy efectivos. Ya se vivió una situación
similar con las descalificaciones personales a los máximos dirigentes de
IU hace años, Gerardo Iglesias o Julio Anguita sin ir más lejos.
Podemos afirma no temer al nuevo ciclo electoral. Para Errejón la
hegemonía política se basa en su eficacia, esencialmente si la compara
con otras fuerzas de izquierda. La repetición a la baja de sus
resultados, especialmente si no se alcanza alguna forma de confluencia
con IU, sería difícilmente explicable y sometería a Podemos a un enorme
estrés de representatividad.
Parece
posible, y es desde luego deseable, que las dos fuerzas políticas
colaboren para dar la batalla electoral. Es sin duda una buena noticia.
Una de sus virtudes insuflar nuevos aires a la alicaída izquierda. Esta
suma si sumaría.
Dos almas parecen confrontarse en el seno de Podemos respecto a la
política de alianzas: los que hacen de la necesidad virtud y proponen
alguna forma de coalición (Iglesias-Echenique), adopte ésta uno u otro
modelo organizativo y aquellos que predican el distanciamiento
(Errejón). Las dos tendencias parecen coincidir en lo mismo; limitar al
máximo la visualización pública de IU. Izquierda unida es imprescindible
en la nueva estrategia pero hay que taparle la cara. Los dirigentes de
Podemos parecen haber comprendido que el crecimiento electoral ha de
provenir de la confluencia con Izquierda Unida. Su capacidad de
adaptación al entorno permite estos giros casi copernicanos: como
decíamos, la “otrora” novia rechazada (IU), es ahora una joven deseada.
Esta “novia casadera” no viene muy lozana. El fracaso de la
Refundación que propuso Cayo Lara y que fue incapaz de liderar; la
terrible crisis de Madrid; la supeditación de la antigua cúpula
dirigente respecto al PSOE andaluz; la desaparición práctica del
referente en Cataluña (EUiA) cuyos dirigentes se han cubierto de lodo,
en un tránsito que los ha llevado desde el comunismo ortodoxo hasta el
independentismo-federalista (entiéndase eso como se entienda). A pesar
de los pesares en este tránsito electoral, gracias en gran parte a la
nueva dirección y a la experiencia de los cuadros políticos y a la
militancia, IU ha mantenido su coherencia. En la nueva coyuntura busca
su propia supervivencia al mismo tiempo que pretende estructurar un
bloque antagonista que vaya más allá del propio ciclo electoral. El
objetivo era evitar la perpetuación del bloque dominante PP-C’s; e
intentar el “sorpasso” hacia el PSOE.
La cita será el 26 de junio. IU tiene mucho que ganar pero también
cosas que perder. Los cuatro meses que median entre el 20 D y el 26 J
han visto cómo la figura de Alberto Garzón se ha agrandado, aunque una
alianza donde no sea reconocida la existencia de la propia organización
podría situar a IU fuera del escenario político. El proceso de creación
de esta confluencia/coalición pasará por fuertes dificultades. Sectores
de IU se oponen, algunos apuestan por convertirse en poco más que una
muleta del PSOE, para Llamazares la coalición representa el fin de IU;
mientras, las reticencias de Podemos, en especial de Errejón,
continuarán e intentarán, siguiendo sus presupuestos teóricos, ningunear
a IU. Alberto Garzón debe negociar al alza.
La confluencia es un clamor en la izquierda sociológica más allá del
partido del régimen que se supone la representa (PSOE). IU-Podemos
tienen una enorme responsabilidad. La realidad electoral que salga de
las elecciones del 26-J puede profundizar el proceso de descomposición
definitiva del régimen del 78. El recambio por la derecha, C’s, padece
los mismos síntomas de corrupción que el PP, con la diferencia de que
acaba de entrar en la política nacional hace muy pocos meses. El fracaso
de la propuesta del PSOE y su alianza con C’s coloca a Pedro Sánchez en
una situación de gran debilidad. Hoy focalizarse en el discurso de la
división es hacer un flaco favor al conjunto de las clases sociales,
aquellos a los que se califica como los de abajo, a aquellos a los que
supuestamente se quiere representar…
7 mayo, 2016 Eduardo Luque
7 mayo, 2016 Eduardo Luque
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