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sábado, 14 de mayo de 2016

Maroto debe presentar su dimisión

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Para  el que fuera bandera de la ética y la legalidad, y exigía mano dura en su partido contra la corrupción, se llevase a quien se llevase, exigiendo la dimisión inmediata de las personas ligadas con asuntos turbios, solo le queda dimitir tras una condena del Tribunal de Cuentas por el “caso San Antonio” en el que favoreció a un empresario privado mediante un alquiler irregular.


Ha sido condenado por causar un perjuicio a Vitoria-Gasteiz, y a todas y todos sus ciudadanos, por lo que no puede ser parte de la corporación municipal, y en consecuencia, debería de presentar su renuncia. Si la dignidad está presente en su tabla de valores, claro. Y por supuesto, debe renunciar también a ser candidato en las elecciones generales, y si en algún momento se le pasó por la cabeza ser el candidato a Lehendakari por el PP, debiera, también, de olvidarse de ello.


Y es que el Tribunal de Cuentas del Estado ha condenado al ministro de Sanidad en funciones, Alfonso Alonso, y al propio vicesecretario de Acción Sectorial del PP, y ex-regidor del Vitoria-Gasteiz, Javier Maroto, por causar un perjuicio económico de 393.000 euros a las arcas públicas al firmar, durante su etapa al frente del Ayuntamiento de Vitoria, un contrato público con un empresario a un precio considerado muy superior al de mercado.


Han sido condenados por su “responsabilidad contable” en este caso, junto al resto de miembros del Gobierno municipal de Vitoria-Gasteiz que en 2007 firmaron un contrato público para el alquiler de unas oficinas con el empresario Gonzalo Antón. Un contrato, firmado por el Gobierno municipal en el que Alonso era alcalde y Maroto concejal de Hacienda, obligaba al Ayuntamiento de la capital alavesa a pagar 7,6 millones de euros por el alquiler, durante un periodo de veinte años, de un local que Antón había comprado un año antes por 2,7 millones de euros.


Ahora, Javier Maroto, sólo debe de ser consecuente, y hacer lo que no hace escasas semanas pedía, por ejemplo, para su compañera de partido, Rita Barbera. Marcharse. Borrarse del mapa político.


Y por supuesto. De la vida de los y las gasteiztarras.


 









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