CAPITALISMO Y PATRIARCADO
Mi vida como obrera de Inditex / Nadia Celaya
Trabajamos ocho horas a un ritmo agobiante, sin hablar ni levantar la cabeza para llegar a la producción que nos exigen.
A la voz de ¡ya! comienza el cambio de turno. En mi caso ocurre a las
21:55 hs. Nos vamos acercando hasta el puesto de la encargada mientras
esquivamos las rápidas sonrisas cansadas de quienes reemplazamos.
Nuestra respuesta son las ojeras resignadas a las que les quedan 8 horas
de trabajo por delante.
Es el turno de noche de un centro logístico auxiliar de Inditex.
Trabajamos por campañas con un contrato de fin de obra que nunca sabes
cuándo va a acabar.
Nos dividen por mesas, 7 u 8 mujeres en cada una dirigida por una
encargada de mesa. Porque en esta empresa existe la encargada a la que
nunca se le ve, las encargadas de los turnos, las segundas encargadas,
las encargadas de mesa, luego están las trabajadoras fijas, las que
llevan varias campañas, las nuevas y finalmente y frecuentemente las
chicas de ETT´s. Dependiendo en qué grupo de estos te encuentres serás
tratada de una manera u otra. Ni qué decir tiene quien recibe el peor
trato.
Llegamos a las mesas. Normalmente hay dos tareas: sacar prenda y
emperchar. Sacar prenda consiste básicamente en volcar grandes cajas
llenas de ropa en la mesa y sacarlas de la bolsa. Es el trabajo más
aburrido y duro físicamente pero te libra de la presión agobiante de
tener que cumplir los objetivos. Enfrente están las que emperchan toda
la prenda que se ha sacado, están clavadas en el mismo sitio de pie
articulando una y otra vez el mismo juego de muñecas. A ser posible más
de 300 veces a la hora.
Esa prenda pasa por un túnel de planchado y llega a la embolsadora,
donde trabajan los chicos. El trabajo está dividido por sexos; ellos son
mozos de almacén, cargan y descargan camiones, mueven cajas y prendas y
embolsan las perchas con una máquina. Nosotras somos operarias
textiles, emperchamos, etiquetamos y planchamos. Esta barrera es casi
infranqueable.
La velocidad comienza a recorrernos a todas. Hay que sacar deprisa para
pasar la ropa a las que emperchan, no pueden quedarse sin prenda, pues
"pierden tiempo" y podrían no llegar a la producción. Cada minuto
cuenta. ¡Más rápido! dice una voz que se repite no sólo en tu cabeza.
Ante la atenta mirada de todo tipo de encargadas y cámaras de
vigilancia, empieza la competición. Cuanto más rápida seas más
posibilidades tienes de quedarte hasta el final de la campaña y que te
llamen para la siguiente.
A las 2:00 de la mañana hacemos el descanso de 15 minutos. Cogemos
nuestro kit de mano: agua, algo para engañar al hambre, crema de manos,
crema antiinflamatoria e ibuprofeno. Si tu dolor se va por otros
derroteros, alguien tendrá todo lo que le falta al botiquín de la
empresa. Es increíble como en esos pocos minutos nos da tiempo a
almorzar, fumar dos cigarrillos, beber e incluso hablar. Por eso no es
necesario que nos aumenten el tiempo de descanso.
Volvemos a entrar y entonces te acuerdas de ese curso que te impartieron
de riesgos laborales. Es muy importante que se roten los puestos, cada
una vuelve a su sitio. Las cajas se cogen entre dos, se pierde demasiado
tiempo. Una cómoda y buena postura para trabajar adecuada a tu altura,
solo existen palets del mismo tamaño para elevarte un poco sobre la
mesa. ¿Ese curso no debería ser impartido a la empresa? ¿No tendrían
ellos la obligación de cumplir esas normas?
Creo que a nuestro gran jefe superior, Amancio Ortega, le trae sin
cuidado cuánto de cargada esté nuestra espalda, cuántos arañazos y
heridas tengamos por los brazos, cuánto de hinchadas estén nuestras
manos, cuantos moratones y quemazos sobresalgan de nuestros cuerpos,
cuanta fibra, polvo y vapores respiren nuestros pulmones a cada segundo.
Al igual que le trae sin cuidado cada una de las miserables vidas de
las mujeres de la India o China que confeccionan a destajo cada una de
las prendas que emperchamos.
Dicen que gracias a estos centros logísticos es con lo que ha conseguido
crear su imperio. Alabado por conseguir que tan solo discurran 20 días
desde que se diseña una prenda hasta que llega a las tiendas de
cualquier parte del mundo. Se olvidan de que quien consigue eso, somos
todas las manos por las que pasa la ropa, trabajando largas horas a un
ritmo frenético por menos de 4 euros a la hora. ¿Cómo realmente ha
amasado su fortuna Amancio Ortega?
La jornada continúa y empiezas a ser consciente de cada minuto que pasa,
no hay lugar para el cansancio aunque a cada rato te pesa más el cuerpo
y la mente. Y a pesar de que tus ojos ya están rojos, vuelven a
repetirte que no puedes bajar la producción.
Por fin son las 5:55 ¡ya! y salimos corriendo con nuestras sonrisas
cansadas pasando el relevo a las ojeras resignadas. Unas pocas nos
iremos a dormir, otras empezaran su otra jornada de trabajo, la que
ocupa el cuidado de los hijos, la cocina, la lavadora y la limpieza de
la casa.
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