La impunidad del PP
Los resultados de estas elecciones generales
suponen una bofetada dura y amarga para quienes pensamos que un partido
caracterizado por sus políticas lesivas para la mayoría social, por su
corrupción estructural y por la guerra sucia practicada desde el
Ministerio del Interior y las cloacas del Estado, merecía un castigo
ejemplar. Y en lugar de dicho castigo logra el respaldo de 7.906.185
votantes y con ello 14 diputados y 669.220 votos más que hace seis
meses. Y para más inri con una participación total inferior en
1.200.000 votantes. (Cifras todas provisionales, al 100% escrutado pero a
falta de contabilizar el voto de los emigrantes que hayan podido
ejercerlo salvando las múltiples trabas conocidas).
Más allá del asombro, frustración o repugnancia que esto pueda
provocar en muchas personas, se hace necesaria una reflexión serena y
profunda que nos aproxime a una explicación racional sobre el
comportamiento socioelectoral de estos millones de votantes. Para ello
no bastará con aproximaciones demoscópicas basadas en los trasvases de
buena parte de los 390.759 votantes perdidos por Ciudadanos y los
104.871 por UPyD. Pues también habrá que entender cómo el Partido de la
Corrupción y los Recortes ha podido retener e incrementar sus electores
anteriores más allá de los procedentes de estos trasvases.
Asumir una reflexión más profunda supone, en mi opinión, adentrarnos
en el complejo territorio de los valores, intereses y motivaciones que
han impulsado la conformación de la preferencia expresada por estos
votantes. Y ponderar, por ejemplo, cuánto ha pesado en personas humildes
la adhesión identitaria a valores reaccionarios y conservadores, sin
tener en cuenta sus propios intereses; cuánto el bombardeo mediático al
que se han visto sometidos en las últimas semanas, el miedo a escenarios
de incertidumbre aumentados por el resultado del referéndum británico,
la apelación al voto útil frente a todo ello… Desentrañar los mecanismos
de la opresión política y de la dominación cultural que aún atrapan a
amplios sectores populares es tarea ardua pero imprescindible.
La resistencia del PSOE
Y esta reflexión vale también para tratar de
explicar la resistencia del otro polo del bipartidismo, la de un partido
que obteniendo el peor resultado desde las primeras elecciones tras la
dictadura franquista, perdiendo 120.606 votos y 5 escaños, logra
mantener la segunda posición en porcentaje, electores y diputados. Con
ello ambos polos del bipartidismo español suman ahora 222 diputados,
nueve más que hace seis meses. Si entonces el PSOE quedaba situado a 33
escaños del primer partido, ahora la distancia aumenta a 52. Si entonces
le separaban 21 escaños de la tercera fuerza, ahora le separan 14. Pero
resiste frente a lo que aparecía como su mayor amenaza, verse superado
en esa posición. Más allá del análisis pendiente sobre los flujos y
trasvases de votos del PSOE, sobre el tipo de campaña dirigida frontal y
casi exclusivamente contra Unidos Podemos, vinculada a su lugar y
función en el sistema político español, se imponen otras consideraciones
sobre su base social y electoral.
Cabe analizar, por ejemplo, qué proporción de sus votantes tiene
plenamente asumido su papel de garante de una alternancia bipartidista
funcional a los poderes económicos y mediáticos españoles y europeos y
cuántos siguen votándolo en la creencia de que sus siglas centrales, socialista y obrero, siguen
vigentes y pueden inspirar su actuación política, a pesar de la “miopía
decisional” que ello pueda suponer a la vista de los hechos. Ello sin
obviar así mismo el conocimiento de los mecanismos clientelares que
permanecen en algunos territorios como redes que mantienen fidelidades
poco atribuibles a afinidades ideológicas y más a estrategias de
supervivencia en situaciones de exclusión social.
También aquí es precisa una labor ardua y paciente para ir desvelando
el andamiaje sociocultural que sustenta la impostura de esta fuerza
política. La consecuencia de ello puede ser, además, que vayan
diluyéndose algunas ilusiones aún muy extendidas sobre el potencial de
acuerdos posibles con esa fuerza mientras no surjan en su seno energías
capaces de realizar la catarsis imprescindible para hacerla renacer como
una herramienta útil para la transformación social, cultural y
política. Algo que por el momento no aparece en un horizonte cercano.
Unidos Podemos: una derrota admirable, un futuro esperanzador
Parece que se ha impuesto el hábito de valorar los
resultados obtenidos en unas elecciones en relación a las expectativas
previamente creadas. ¿Creadas por quién? En primer lugar, por la mano inocente
de encuestas y sondeos. Así, cuando los pronósticos auguran resultados
inferiores a los obtenidos, los partidos pueden proclamar que han
superado las expectativas y “derrotado a las encuestas”, aunque su
resultado en algún caso pudiera ser mediocre. Por el contrario, cuando
las expectativas creadas, a veces quizás calculadamente inducidas,
sitúan un listón superior a los resultados obtenidos, se obvian otros
factores y se asume la derrota frente a éstas. Con este preámbulo no
pretendo olvidar, sino contextuar, el peso de otro elemento importante:
los objetivos propuestos y declarados por la fuerza política en
cuestión.
En el caso de Unidos Podemos, tanto las expectativas inducidas por la
práctica totalidad de las encuestas en las últimas semanas –incluidos
los sondeos realizados a lo largo de la jornada electoral y hechos
públicos al cierre de las urnas–, como el objetivo proclamado de ganar
las elecciones, despertaron un gran entusiasmo y movilización en las
plazas y en las redes sociales.
De ahí que el resultado obtenido haya
sido acogido en un primer momento con sorpresa y decepción. Quienes
teníamos depositadas nuestras esperanzas en un paso de gigante que
pudiera merecer el calificativo de histórico en el plano electoral,
tendremos que esperar algo más para definir así los logros de esta
confluencia política en dicho ámbito. Frente a lo esperado y deseado,
cabe reconocer sin subterfugios que nuestras expectativas se han visto
derrotadas. Y habrá que analizar también por qué ha sido así, cuáles han
sido y qué peso han tenido los distintos factores que han contribuido a
este resultado, que ha situado el respaldo electoral en 5.049.734
ciudadanos, un millón menos que los votantes de Podemos, Izquierda Unida
y las confluencias en diciembre de 2015.
Y sin embargo, dado el tamaño de los retos asumidos, de la tarea
realizada y pensando en lo que viene, creo que se podría hablar de una
derrota admirable. Una derrota, sí, pero admirable porque no debiera
desmerecer lo conseguido, que es bastante más de lo que pudiera parecer
al haber obtenido “solamente” 71 diputados. Dicho sea esto no
solo para volver la vista atrás y situar el resultado de Unidos Podemos
en su debida perspectiva histórica, la anterior y posterior al 15-M, la
de los procesos electorales de 2014 y 2015 y la previa al acuerdo
electoral; sino sobre todo mirando hacia el futuro, en el corto y medio
plazo, si se logra atinar en la reflexión y en el camino a proseguir. No
es mi intención extenderme ahora en estos aspectos. Me limitaré a
esbozar una premisa, merecedora de un posterior desarrollo más minucioso
y sosegado.
La primera cuestión a despejar tiene que ver con la valoración de la
coalición electoral a la luz de los resultados. No me cabe duda de que
las empresas de comunicación vinculadas a los poderes económicos
redoblarán sus esfuerzos por dividir las fuerzas recientemente unidas,
abundando en argumentos tales como “la disolución de Izquierda Unida en
Podemos no le da a IU lo que esperaba” o “Podemos ha tirado por la borda
su apuesta por la transversalidad al juntarse con los comunistas de
IU”, etc, etc… Un argumentario destinado a hacer mella en quienes de uno
u otro lado tuvieron reservas con la coalición acordada y pudieran
ahondarlas ahora provocando desafecciones o conflictos en ambas
formaciones políticas y en las confluencias logradas.
Vaya por delante que no se trata de rehuir ni ahogar ninguna
reflexión crítica o autocrítica que contribuya a fortalecer y mejorar lo
hasta ahora conseguido. Pero parto de la convicción de que desandar lo
andado no ayudaría, sino todo lo contrario, a consolidar y profundizar
el bloque social, cultural y político necesario para afrontar los
próximos tiempos. Cada fuerza política deberá realizar sus análisis, al
igual que las organizaciones sociales y culturales que han respaldado
este proyecto. Y poner en común las reflexiones respectivas con el
objeto de escuchar, aprender unos de otros y seguir avanzando en la
implantación social, cultural y política de este proyecto de
transformación profunda de las políticas, actitudes y mentalidades
dominantes.
Ahora más que nunca hace falta identificar con precisión los retos y
envites que los trabajadores y la mayoría social tenemos por delante en
España y Europa. Para afrontarlos hará falta seguir concretando y
actualizando el programa básico que puedan hacer suyo los distintos
sectores que conforman la mayoría social lesionada por las políticas
económicas dominantes. Un programa que ponga por delante la defensa de
todos los derechos humanos, los económicos, sociales y culturales, los
de los ciudadanos censados y los de los expulsados de sus casas y
tierras por las guerras y el hambre que claman por su derecho al asilo a
las puertas de la Unión Europea.
Para defender este programa necesitamos sumar más voluntades y frente
a los poderosos que nos quieren divididos, deberemos mantenernos
unidos. Unidos fraternalmente con todos los que sufren, sintiendo y
luchando juntos, y unidos entre nosotros mismos, los que sabemos que
otro mundo es posible y debemos predicar con el ejemplo que haga de
nuestra diversidad puesta en común una auténtica fortaleza. Sin perder
nunca la esperanza y la dignidad.
27 junio, 2016 Víctor Ríos
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