Los caballos salvajes del oeste de Estados Unidos representan el
desafío de mantener el equilibrio entre el medio ambiente y una especie
no nativa, a la vez que plantea una oportunidad de colaboración entre
las autoridades y la comunidad civil.
Denver (EE.UU.), EFE
Los caballos salvajes del oeste de Estados Unidos representan el
desafío de mantener el equilibrio entre el medio ambiente y una especie
no nativa, a la vez que plantea una oportunidad de colaboración entre
las autoridades y la comunidad civil.
"Trabajamos para mantener una población
saludable de caballos salvajes en las tierras públicas, a la vez que nos
aseguramos que los pastizales en los que viven se mantengan productivos
y saludables", explicó a Efe Courtney Whiteman, de la Oficina de
Administración de Tierras (BLM, en inglés) de Colorado.
El BLM, una dependencia del Departamento
del Interior de EEUU, estima que en la actualidad hay unos 55.000
caballos salvajes en diez estados del oeste de Estados Unidos, con
31.000 de ellos en Nevada, seguido por Wyoming (6.500), Utah (5.400),
California (5.000), Oregón (3.800), Colorado (1.500) y, en cifras
menores, Arizona, Idaho, Montana y Nuevo México.
A esos caballos se le suman casi 12.000
burros salvajes en esos estados, lo que lleva a una población total de
casi 68.000 entre las dos especies, un 15 % más que en 2015 y, en
especial, unos 40.000 animales por encima de lo que el BLM considera
como "el nivel de control apropiado".
La proliferación de estos animales,
descendientes de los equinos traídos por los españoles a América y que
se hallan amparados por leyes de protección federal, conlleva la
necesidad de encontrar soluciones a un problema que se origina por la
presencia de una especie animal no nativa en el entorno natural del
medio oeste, como señaló Whiteman.
La funcionaria agregó que entre esas
soluciones se contemplan la adopción de caballos y la contratación de
reclusos para que cuiden a los animales, aunque ambas resultan
insuficientes y por ende el problema se vuelve cada vez más complejo.
En décadas pasadas, la población de
equinos salvajes creció a tal nivel que en 1971 el Congreso de EEUU
aprobó la Ley de Caballos y Burros Salvajes, con el fin de controlar la
presencia de esos animales en tierras federales y que a la vez obliga al
BLM a cuidar a los equinos.
"Para mantener el equilibrio ecológico, vigilamos el control de natalidad para regular la población", señaló Whiteman.
En el año fiscal 2013, el BLM aplicó el
uso de anticonceptivos a 509 yeguas, cifra inferior a las 1.051 yeguas
del año anterior, e ínfima comparada con el tamaño de las caballadas.
Whiteman agregó que si la población de
caballos excede la capacidad de las millones de hectáreas federales en
la que pastorean los animales son alojados en instalaciones temporales
"con el propósito de encontrarles un hogar permanente por medio de la
adopción".
En la actualidad, en el sur de Colorado el
BLM ofrece unos 1.000 caballos y burros en adopción, cuyo costo oscila
entre 125 y 1.000 dólares, dependiendo si el animal está domado o no.
De acuerdo a la funcionaria, sólo unos
pocos cientos de caballos salvajes son adoptados cada año lo que no
permite reducir los miles de excedentes.
De acuerdo a Monica Mohr, de la oficina de
BML en Royal Gorge, al sur de Denver, voluntarios de numerosas
organizaciones no lucrativas y grupos cívicos colaboran con BLM,
institución que también trabaja con presos de cinco cárceles que cuidan y
entrenan a los caballos salvajes.
"Los reclusos alimentan a los animales y
proveen extenso entrenamiento a caballos seleccionados como parte del
proceso de rehabilitación de esos reclusos", puntualizó Whiteman.
"Beneficia a los presos porque les da una
experiencia laboral significativa que pueden usar tras quedar en
libertad. Y obviamente beneficia a los animales, porque un caballo o un
burro entrenado tiene más posibilidades de ser adoptado", agregó.
Según registros históricos, los caballos
salvajes fueron traídos al oeste de EEUU por los primeros exploradores
españoles que llegaron a la región a finales del siglo XVI.
Los equinos salvajes actuales son
mayormente descendientes de aquellos traídos por los españoles, según
demuestran varios análisis genéticos, y descienden también de caballos
liberados por sus dueños durante la gran depresión económica en la
década de 1930.
Fue a partir de esa década que se inició
un crecimiento de la población de equinos, que no tienen predadores
naturales y las manadas y recuas pueden duplicarse en unos cuatro años,
por lo cual el BLM tiene que sacar cada año a miles de animales para
controlar la población en las tierras federales.
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