Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


sábado, 4 de junio de 2016

Ejemplo práctico de táctica para vaciar calles



Un acontecimiento del domingo 28 de Mayo pasó “desapercibido” a la mayoría de los lectores de los medios de comunicación “oficiales”.


 Durante esa semana dichos medios prefirieron no informar de él mientras se concentraban en convertir a Caracas en capital de España, en insistir en la corrupción sistémica como trampantojo para ocultar nuestra realidad nacional y en el compadreo entre periodistas y políticos que reproduce la ficción de un falso debate de unos medios a otros y de estos a las redes sociales. De lo que no interesa hablar no sé habla mientras una propaganda goebbbelsiana nos machaca con una recuperación económica de la que la clase trabajadora golpeada por la crisis capitalista no disfruta en absoluto.


Me estoy refiriendo a la celebración prevista para esa fecha de las Marchas de la Dignidad. O más concretamente, de su no celebración en Madrid, lo que ensombreció del todo su desarrollo en el resto de España.


En unos momentos de gran desmovilización social, las Marchas por la Dignidad han significado estos años el intento de que quienes sufren las consecuencias de los recortes sociales, el paro, los salarios de miseria, los empleos basura o el empobrecimiento de amplios sectores de la clase trabajadora cobren visibilidad y expresen su rechazo a una situación que no es consecuencia del destino absurdo sino de la contradicción fundamental de un sistema económico que produce colectivamente pero convierte el beneficio en privado.


Por otro lado, las Marchas por la Dignidad han representando en estos tres últimos años el ámbito que ha reunido a un mayor número de organizaciones del sindicalismo combativo, de partidos de la izquierda revolucionaria y marxista y de otros grupos, por débiles que éstos sean. Esa unidad ha permitido extenderla también a  otros ámbitos de lucha.


Dos días antes de su celebración, el 26 de Mayo, la coordinación de las Marchas de la Dignidad de Madrid desconvocó su cita en la capital de España. Los partidos y grupos reformistas que conforman el Plan B para Europa habían llamado, para el mismo día, hora y lugar de finalización, a una manifestación en Madrid y en otras ciudades con objetivos sólo aparentemente coincidentes.


Ello creaba confusión respecto a una y otra convocatorias y connotaba por contagio a la de la Dignidad de un tinte electoralista que la desnaturalizaba, pues los partidos que en España suscriben ese Plan B, principalmente Podemos e IU, con su marca Unidos Podemos, pretendían arropar en esa manifestación a sus principales líderes y a una parte de sus socios europeos. Si desean conocer más en detalle el modo en que se organizó esta trampa por parte de los sectores reformistas pueden verlo en un artículo más amplio sobre la misma cuestión.


A pesar de que los organizadores de la manifestación del Plan B intentaron camuflar su cita con la imitación de algunos puntos reivindicativos de las Marchas, lo cierto es que una cuestión separa radicalmente a unos y a otros y actúa como línea de escisión entre rupturistas (sectores del sindicalismo combativo y de la izquierda revolucionaria) y posibilistas o reformistas (Podemos, IU, PCE, ATTAC, Frente Cívico, etc.): el NO A LA UE y al euro de los primeros frente al “otra Europa es posible” y a una falta de definición respecto a su postura ante el euro de los segundos.


Nadie se engañe. Entre quienes se definen a sí mismos como “la mejor oportunidad para que la UE sobreviva”, en palabras de Varoufakis, padre del Plan B para Europa, y quienes rechazan frontalmente a la UE y el euro, no puede haber un punto de coincidencia. Mientras unos admiten que la UE es capitalista pero pretenden salvarla por no se sabe bien qué motivos que no sean las de embarcarse “en una campaña para estabilizar al capitalismo europeo”, otros entienden que los sufrimientos de los trabajadores europeos están ligados al carácter capitalista de la UE y a su objetivo de mantener su tasa de beneficio a costa de la depauperación de esa clase, por lo que proponen la salida de la UE y del euro, junto con el impago de la deuda, al que el Plan B ya ha ido denunciado.


Tampoco hay que engañarse sobre el objetivo de los promotores del Plan B al irrumpir con una manifestación ajena en la de otros colectivos. Ante la posibilidad de alcanzar el gobierno en las próximas elecciones, los oportunistas necesitan convertir la calle en una balsa de aceite, mayor de lo que es ya hoy, tras las leyes y medidas represivas del gobierno del PP y la interesada campaña que combina descrédito hacia la protesta social con la “ilusión” vacua del “cambio”. Han aprendido en cabeza ajena tanto de las resistencias griegas ante el gobierno de Syriza como de las francesas ante el de Hollande.


Por eso mismo los reformistas, que se esconden tras un Plan B carente de propuestas definidas, ambiguo y rendido a la UE del capital, antes de que sus partidos lleguen al gobierno, sabotearon las Marchas, en las que se integraron en el pasado, para destruirlas y neutralizar sus demandas


Sin una clase trabajadora organizada y combativa, capaz de ser oposición en defensa de sus propios intereses, gobierne quien gobierne, los nuevos caballos de refresco del capital tendrán las manos libres y las calles vacías de un movimiento popular que se enfrente a las nuevas medidas que la UE y el FMI ya exigen al futuro gobierno.


Ello plantea la necesidad de una ruptura total desde las Marchas y desde las organizaciones combativas de la clase trabajadora con el reformismo, el fin de los compromisos y equilibrios que con ellos se habían mantenido hasta ahora y una lucha decidida contra lo que representan.


Eso o una paz social que pagarán con su sacrificio y dolor los trabajadores.



 Por Jean Paul Marat






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