Si las amenazas vertidas en las últimas semanas por los apologistas del
neoliberalismo europeo fueran reales, Reino Unido entraría ahora en un
proceso de aislamiento respecto a Europa y el resto del mundo que
llevaría al país al empobrecimiento y su inviabilidad como Estado. Sus
empobrecidos ciudadanos vivirán recluidos a partir de ahora en una
especie de cárcel estatal que no les permitirá viajar al resto de
países, y sus empresas y grandes corporaciones industriales y
financieras entrarán en quiebra al no poder comerciar con ningún país
europeo, no habrá inversión extranjera en Reino Unido, y las clases
populares sufrirán las consecuencias de este caos económico.
Esto es a
grandes rasgos lo que decía la propaganda neoliberal pro-europea, es
decir, pro-estadounidense.
Nada de esto va a ocurrir, lógicamente. Reino Unido sufrirá inicialmente
la inestabilidad económica inherente a cualquier proceso de cambio
brusco como el que va a provocar el Brexit, a pesar
de que las medidas que conlleva el Brexit se aplicarán dentro de dos
años aproximadamente. Reino Unido, como Estado en su conjunto, será a
partir de ahora más soberano. Pero no recibirá un bloqueo financiero,
económico y comercial, ni recibirá sanciones por parte de Occidente
tal y como sufren Rusia, Venezuela, Cuba o Irán. La calidad de vida de
sus ciudadanos, los derechos laborales de las clases trabajadoras, los
derechos sociales de los excluidos, y todos los demás factores que
definan a su sociedad y a su economía, dependerán de las decisiones
internas que tomen sus gobiernos e instituciones públicas, y de cómo se
desarrolle la lucha de clases existente dentro del Reino Unido, y
de cualquier otro país capitalista. Por desgracia en Reino Unido no se
vislumbra ninguna alternativa anti-neoliberal con posibilidades de
gobernar que aplique un programa que beneficie a las
clases trabajadoras y populares y rompa con la dictadura de los
"mercados". Tampoco existe en el resto de Europa, incluida España.
Tras esta decisión se demuestra que salir de la Unión Europea (o del
Euro) no supone el fin del mundo. El discurso del miedo al
caos económico y social ha fracasado. La demagogia también ha
fracasado. La preocupación de Bruselas y Washington respecto al Brexit
no radica en factores como la xenofobia, un argumento que tanto
han explotado los analistas, políticos y medios de comunicación
partidarios de la Europa neoliberal de Maastrich. ¿Cómo es posible que
desde la Unión Europa se puede acusar a alguien de xenofobia, cuando
ésta misma Unión Europa expulsa a cientos de miles de refugiados, cuya
situación ellos mismos han provocado con sus guerras imperialistas,
hacia campos de concentración en Turquía bajo la dirección del dictador
Erdogan?
Por otro lado, el discurso lanzado desde los neoliberales europeos a
través de sus altavoces mediáticos, va dirigido a relacionar
directamente el Brexit o la ruptura con la UE con la ideología de
extrema derecha xenófoba. Esta es también una manipulación de la
realidad. No sólo la extrema derecha nacionalista pedía desvincularse de
la Unión Europea. También desde la izquierda y desde diversos
movimientos sociales de toda Europa se defiende la ruptura con la Europa
de Maastrich como primer paso para desmarcarse de una estructura
neoliberal que va en contra de los intereses de las clases populares y
la propia soberanía de los Estados miembros. No así la socialdemocracia
ni los sindicatos mayoritarios europeos que siguen y asumen cada una de
las reglas del sistema y del neoliberalismo más salvaje. Los tecnócratas
europeos y los paraperiodistas al servicio de
intereses privados, que ahora se muestran tan preocupados por lo que
consideran una victoria de la extrema derecha xenófoba en Reino Unido,
son los mismos que apoyaron en 2014 el golpe de Estado fascista en
Ucrania, el llamado "Euromaidán", y que apoyan desde entonces a un
gobierno criminal que está asesinando inocentes en Donbass y que cuenta
entre sus filas con, entre otros grupos neonazis, los seguidores del
nazi Stepan Bandera [leer La ascensión del fascismo en Ucrania]. Las
contradicciones de los "europeístas" son tan evidentes que sus
argumentos carecen totalmente de credibilidad. Con su discurso defienden
unos valores que con sus hechos los destrozan.
La preocupación de los neoliberales europeos y estadounidenses, que
claman por la creación de los "Estados Unidos de Europa", van por otro
lado. Tienen que ver, por ejemplo, con el miedo de EE.UU. a perder
influencia directa sobre Europa a través del Reino Unido. Desde finales
de los 70, con la llegada de Margaret Thatcher, Reino Unido fue la punta
de lanza del neoliberalismo en Europa. EE.UU. "pierde" a partir de hoy
uno de sus "caballos de troya" en Europa. También temen el "efecto
contagio" hacia otros países y sociedades que sufren los efectos de las
"políticas de austeridad" de la UE. La reacción de los mercados
financieros y el aumento de la prima de riesgo en países como España (a
dos días de una Elecciones Generales) es un toque de atención del poder
económico a este respecto: cuidado con lo que votan, les estamos vigilando.
Aunque, como decía antes, para que este efecto contagio antieuropeo se
produzca, debería haber gobiernos dispuestos a darle voz a sus
ciudadanos respecto a la relación que desean tener con la UE, y ese sano
ejercicio de democracia no se vislumbra en el horizonte de ningún otro
país europeo. Grecia era la primera y única esperanza, y la traición del
gobierno de Tsipras a su pueblo dio al traste con la ilusión de
millones de ciudadanos. En clave interna el Brexit también
podría reabrir el debate sobre la independencia de Escocia, cuyos
habitantes votaron mayoritariamente por quedarse en la UE.
En definitiva, a pesar del varapalo político que supone el Brexit para
la credibilidad y la autoridad de la tecnocracia europea, y a pesar del
ruido mediático que pronostica la llegada del apocalipsis a partir de
ahora, las grandes corporaciones y las clases dominantes occidentales no
van a ir en contra de sus propios intereses y a perjudicar sus
propios negocios. Ya fuese dentro o fuera de la UE, el Reino Unido sigue
siendo una potencia imperialista clave para los intereses geopolíticos y
económicos de EE.UU. y las grandes corporaciones occidentales. Las
clases trabajadoras en Reino Unido y las del resto de la UE seguirán
igual de explotadas. En el Reino Unido no ha habido un cambio de
orientación ideológica que afecte a su modelo político, económico y
social, sino un cambio en sus relaciones políticas con Europa que
conduce hacia una mayor independencia en la toma de decisiones de su
gobierno y sus instituciones. Reino Unido no es ahora un
"régimen comunista" y "bolivariano". No. Las aguas entre este régimen
neoliberal y la UE volverán a su cauce. Todos ellos comparten ideología e
intereses económicos a nivel global.
Mientras tanto en España, la izquierda "alternativa" llora la salida del
Reino Unido de la UE, siguiendo mansamente el discurso oficial que
marcan las élites. En realidad no tienen ninguna alternativa de ruptura
con el Neoliberalismo. Su estrategia respecto a Europa consiste en
seguir los pasos "negociadores" de Syriza con Bruselas, con los
resultados que todos hemos visto en Grecia. No quieren reconocer, y
mucho menos a escasas horas de unas elecciones, que dentro de la
estructura política y legislativa del Euro y de la UE de Maastrich es
imposible, por su propia naturaleza ideológica en beneficio del capital,
aplicar un programa de gobierno que democratice la economía, que
beneficie y de poder a las clases trabajadoras y a los excluidos por el
sistema, y que se asiente sobre los principios de la igualdad, la
solidaridad y la justica social exigibles a una verdadera democracia.
Allá ellos.
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