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sábado, 25 de junio de 2016

Fernández Díaz, el brazo torcido de la Ley por la voluntad de Dios


La casualidad es la voluntad de Dios


Jorge Fernández Díaz es el único español que puede presumir de haber trabajado codo con codo con Mariano Rajoy durante 25 años.

 Un hecho extraordinario, ya que en su larga carrera política el presidente del PP ha ido cambiando de colaboradores como de camisa. Muchas aventuras corrieron juntos en el partido. En su juventud hasta apoyaron a Antonio Hernández Mancha para presidente de AP, frente a la candidatura de Miguel Herrero, Rato y Aznar. Qué tiempos aquellos.


Después, Rajoy tuvo cerca a Jorge Fernández en todos los ministerios que ocupó. Y no le iba a dejar fuera del Gobierno cuando llegó a presidente. Le nombró ministro del Interior. Nada menos indicado para una buena persona, pensaron muchos en el PP. Pero Rajoy necesitaba un Gobierno que fuera la prolongación de sí mismo.


Y eligió al amigo quizá poco adecuado para dominar la parte visible de la Seguridad del Estado y la invisible, aquella que reside en las cloacas. O en «las alcantarillas», donde también se defiende el Estado de Derecho, según dijo Felipe González.


El ministro del Interior en funciones procede de la UCD y pasó por el CDS antes de incorporarse al PP. A pesar de sus orígenes centristas, ha acabado identificado con las posiciones más conservadoras del PP debido sin duda a su conversión tardía al catolicismo más tradicional y a sus vínculos con la jerarquía católica.


Jorge Fernández gusta de equiparar su caso con el de San Agustín de Hipona que, tras disfrutar de los placeres mundanos en una juventud alocada, consagró su vida a servir a Dios hasta llegar a santo. De la misma forma, el político catalán pasó a creer en la Divina Providencia y en la vida eterna ya bien entrada su madurez. «Nada es coincidencia. Todo responde a un plan de Dios, todo tiene sentido, un sentido profundo», declaró en una entrevista en La Vanguardia.


La misma en la que dijo que tenía un ángel de la guarda. Seguramente desde el martes por la noche, Jorge Fernández está buscando el sentido profundo de pasar a la Historia como un ministro del Interior a quien le graban conversaciones comprometidas y escandalosas en su propio despacho. Como guardián de la seguridad del Estado no tiene precio.


Un escándalo colosal -palabra muy grata a Rajoy- que afecta al PP en vísperas de unas elecciones generales.


Las alcantarillas le han estallado en la cara, después de una gestión controvertida en la que asuntos de Estado como el combate contra el terrorismo yihadista -impulsó el pacto de los partidos- han convivido con otras actividades más jacarandosas y entretenidas, como la medalla al Mérito Policial que concedió a la Virgen del Amor. El pasado verano pasó por dificultades por recibir a Rodrigo Rato en su despacho, lo que le obligó a dar explicaciones en el Congreso. La oposición pidió su dimisión.


La casualidad ha querido que el político a quien un sector del PP catalán consideró durante años como un caballo de troya del pujolismo en la derecha española haya acabado convertido en el brazo torcido del Estado contra los herederos del pujolismo que quieren romper España. La casualidad, en el mundo de Jorge Fernández, es la voluntad de Dios.


 O de Rajoy, que, como bien dice el ministro en la grabación, es un presidente que sigue la enseñanza bíblica de Jesús: «Su mano derecha no sabe lo que hace su mano izquierda». Por eso no le da importancia a casi nada y todo le da igual.



Lucía Méndez



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