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jueves, 9 de junio de 2016

La gabarra no sale para las jugadoras del Athletic

Las jugadoras del Athletic Club, celebrando el título de campeonas de Liga femenina de fútbol.


Narran las crónicas deportivas que en los Juegos Olímpicos de 1896, los primeros de la era moderna, compitieron 241 atletas de 14 países. Todos hombres. Aquella cita de Atenas no admitió mujeres.


 La mentalidad de la época consideraba que el deporte era una actividad poco femenina. Cuatro años después, en los Juegos de París, las mismas crónicas citaban la participación de 22 “señoras” y “señoritas”, que rivalizaron en las modalidades de tenis, golf y croquet.


 Dentro de tres meses, Río de Janeiro recibirá a 10.000 atletas de más de 200 países, cumpliendo a grandes rasgos la paridad entre hombres y mujeres.


Pero esta igualdad es equívoca. El foco de los medios de comunicación, especialmente audiovisuales, estará puesto en los jugadores. Ellas compiten en la oscuridad. El deporte femenino es prácticamente invisible. Y también discriminatorio, como se deduce del denso debate mantenido estos días sobre si la legendaria gabarra metalúrgica, esa embarcación de acero grisáceo que se utilizaba para llevar carbón a los altos hornos, va a salir o no a navegar para trasladar a las jugadoras del Athletic de Bilbao, campeonas de la Liga de fútbol femenina.


La última vez que la gabarra recorrió la ría del Nervión fue en 1984, cuando el Athletic de Javier Clemente se alzó con el título en Primera División masculina.


El ostracismo y el desigual trato que padece el deporte femenino en los medios es un mal generalizado, si bien países como España suben al podio. Un informe del Consejo Audiovisual de Andalucía que analizaba los bloques deportivos en un centenar de cadenas privadas y públicas de la comunidad certificaba que las deportistas aparecían solo en el 2,2% de las noticias emitidas en Canal Sur y en el 0% de la desconexión territorial de La 1.


 El estudio examinó miles de horas de emisión durante el mes de marzo de 2014 y rubricaba el absoluto predominio del fútbol masculino. El femenino ocupaba un minúsculo 0,2%.


El despliegue mediático del balompié es inalcanzable (por algo lleva la etiqueta de “deporte rey”) y así se refleja en el seguimiento del público. La retransmisión de la final de la Champions entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid fue vista en España por 9.447.000 espectadores mientras que la final de Roland Garros, en la que la tenista hispanovenezolana Garbiñe Muguruza derrotó a la estadounidense Serena Williams, apenas congregó a 479.000.


 Dos grandes citas separadas por una distancia abisal, que evidencia una brecha de género a la hora de informar.


Vistos estos datos, los medios de comunicación deberían abrir una reflexión sobre el pluralismo y arbitrar mecanismos para sacar de la negritud al deporte practicado por mujeres. Joseba Agirre, entrenador de las féminas del Athletic Club, expresaba hace pocos días su desolación al ver completamente desierta la sala de prensa durante una comparecencia.


 Y eso que estaban a punto de entonar el ¡alirón!


Rosario G. Gómez




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