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sábado, 4 de junio de 2016

Muhammad Ali, el cobarde más valiente del mundo * Muere Mohamed Ali


Muere Mohamed Ali



¿Y si la clave para entender al gran hombre fuera el miedo? Sólo la lucha continua contra el miedo permite componer el mosaico de una personalidad aparentemente múltiple y contradictoria: tuvo dos nombres, dos (o más) estilos de boxeo, fue un enemigo declarado de la raza blanca y años más tarde se convirtió en el abuelo más querido de América. En cierta forma, fue un oxímoron de carne y hueso: el cobarde más valiente del mundo.


En su libro 'Blood brothers', sobre la tormentosa relación entre el boxeador aún llamado Cassius Clay y el activista negro Malcolm X, los historiadores Randy Roberts y Johnny Smith afirman que fue el miedo lo que forjó la personalidad y la carrera del hombre de Louisville. Cuando el policía Joe Martin aconsejó al chico de 12 años que fuera a un gimnasio y aprendiera a boxear, el chaval se lo pensó mucho. Finalmente fue al gimnasio, pero antes de aprender a boxear aprendió a esquivar. Le espantaba encajar golpes. De esta forma se forjó el único bailarín de los grandes pesos.


Vista desde el final, cualquier vida relevante se perfila como una línea trazada por el destino. El gran hombre es visto grande desde el principio, el gran boxeador es considerado invencible desde el primer combate. Sin embargo, las cosas no suelen ser así. No lo fueron, desde luego, en el caso del joven Clay. Hizo una extraordinaria carrera como amateur semipesado que culminó con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960. Sus comienzos como profesional resultaron más difíciles. En sus combates contra Sonny Banks, Henry Cooper y Doug Jones sufrió y fue derribado varias veces. Las provocaciones a los rivales ("pordioseros", "desgraciados") sonaban falsas: a la hora de la verdad, el joven campeón olímpico no era tan bueno como decía ser. Entre 1960 y 1963 nadie adivinó en él al mejor boxeador de todos los tiempos.


De hecho, sólo empezó a convertirse en mito durante la ceremonia de pesaje previa al combate con Sonny Liston. Era un combate por el título mundial y Liston, el campeón, una fiera patibularia, estaba habituado al respeto de sus futuras víctimas. Cassius Clay proclamó que Liston era "un gran oso feo", prometió que donaría el cuerpo de Liston a un zoo e hizo un célebre anuncio: "Flotaré como una mariposa y picaré como una abeja". Mientras decía todo eso, Clay tenía las pulsaciones a 120. En reposo. Su corazón reflejaba un ataque de pánico.


Llegado el momento, derrotó al terrible Liston sin apenas sufrir. Esa noche, encaramado a las cuerdas, lanzó su famoso grito: "¡Soy el más grande!"


Llevaba un tiempo concentrándose en su lucha personal contra el miedo. Desde que conoció a Malcolm X, un activista negro que había pasado por la cárcel y se había hecho un nombre atreviéndose a declarar la guerra a los blancos y a ridiculizar el pacifismo de Martin Luther King, Clay había adoptado una posición radical en el conflicto de razas: rechazaba la integración y decía despreciar a los blancos. Más importante que eso, había decidido imitar el valor de Malcolm.


Pese a ello, cuando Malcolm desafió a la propia Nación del Islam, y fue asesinado por sicarios de la organización, Clay abjuró de su amigo. Lo lamentó siempre. Clay aceptó el nuevo nombre que le dio la Nación del Islam, Muhammad Alí, y empezó a orientarse hacia la religión musulmana, que adoptó en 1975. Convertirse en musulmán fue un acto de valentía: suponía un desafío abierto a la sociedad blanca y cristiana estadounidense.


Se ha especulado mucho sobre la negativa de Muhammad Ali a combatir en Vietnam. En ese episodio, como en muchos otros, conviene desbrozar la mitología. Ali había sido declarado no reclutable en dos ocasiones, porque su cociente intelectual no llegaba a 80. Carecía de la inteligencia mínima para ser soldado. Pero en 1966 se rebajaron los límites y Ali entró entre los sorteables.


Sólo entonces se declaró objetor de conciencia. Mientras estuvo a salvo, Vietnam le había causado indiferencia. Lo que más tarde se convirtió en una lucha política grande y honrosa comenzó, como solía ocurrir con Muhammad Ali, con una reacción de miedo: no quería ir a la guerra porque no quería que lo mataran.


Muhammad Alí perdió la licencia de boxeador. Durante sus años de inactividad deportiva, hasta 1971, cuando el Tribunal Supremo le dio la razón por complejas razones técnicas, creció un nuevo Alí: un héroe que hablaba en las universidades como símbolo del orgullo negro y de la paz.


El hombre que volvió a los cuadriláteros ya no era el mismo boxeador. Ya no bailaba, ya no flotaba como una mariposa. Sin embargo, su larga lucha contra el miedo había desarrollado en él una virtud más poderosa que la agilidad: la fuerza mental. Aunque disputó muchos otros combates y alzó de nuevo el título de campeón, por dos veces, el instante de mayor gloria de Muhammad Alí llegó el 30 de octubre de 1974 en Kinshasa, capital de un país pobre y oprimido que entonces se llamaba Zaire y hoy se llama Congo.


El veterano Alí se enfrentaba al formidable George Foreman, uno de los pegadores más duros.


Aquel combate, hoy envuelto en leyendas, fue un espectáculo angustioso. Alí se recostó contra las cuerdas y se dejó pegar, y pegar, y pegar, asalto tras asalto. Recuerdo que mi padre, horrorizado, dijo que caería muerto sobre la lona. Le di la razón. Pero cuando Foreman se cansó de pegar, la mariposa y la avispa alzaron el vuelo. Fue solo un instante. Foreman cayó al suelo, más atónito que noqueado.


 Alí demostró que tenía razón: era el más grande.


Perder el miedo le llevó a disputar unos combates violentísimos con Joe Frazier y a dejarse apalizar por medianías como Spinks y Holmes. La fuerza de voluntad y las ganas de acumular dinero le empujaron más allá de lo razonable. Recibió demasiados puñetazos. El declive fue triste. Aún más triste fue la noticia de que sufría la enfermedad de Parkinson.


Callado y casi inmóvil por la enfermedad, se apagó el hombre y creció el mito, rodeado de un respeto casi universal. Es evidente que la muerte no podrá con su fama. Será para siempre el más grande.


 http://www.elmundo.es/deportes/2016/06/04/57520bbdca474169568b4657.html





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