Chus Gil estuvo en el preventorio y sostiene una foto de ella de niña.
Al menos una veintena de mujeres han denunciado vejaciones y malos
tratos por parte del cura y las cuidadoras de un centro de Guadarrama
para niñas en la década de los sesenta y setenta
El espacio
entonces pertenecía al Patronato Antituberculoso y hoy está en manos del
Instituto Armado, que tiene una residencia de ancianos en ese local
Paloma
tenía 11 años cuando llegó a esta colonia de verano: "Me desnudaron, me
ducharon y me quitaron la ropa de la maleta".
Se alimentaban a base de
"pasta blanca" y algunas niñas comían pasta de dientes por la sed
La fachada de piedra está intacta. Los cambios
en el interior no han conseguido despojar al edificio de ese halo
hostil, frío, casi fantasmagórico. Lo que hoy es la residencia de
ancianos Virgen de la Cabeza, perteneciente a la Guardia Civil, fue
durante tres décadas un internado franquista al que las familias
enviaban a sus hijas para las colonias de verano en la sierra de
Guadarrama, en Madrid.
Al menos veinte mujeres que pasaron por allí de
niñas relatan vejaciones y malos tratos por parte de las cuidadoras y el
cura en la década de los sesenta y setenta. Once de ellas se personaron
en la querella argentina contra los crímenes del franquismo y pretenden
hacerlo en septiembre como asociación de víctimas del Preventorio
Doctor Murillo de Guadarrama.
La declaración de
Paloma Fernández viajó de España a Argentina y llegó a las manos de la
jueza instructora María Servini de Cubría. En un papel volcó los
recuerdos del preventorio "del horror", donde se sentía "como una
presa". Paloma tenía 11 años en el verano de 1971. La ilusión de pasar
un verano divertido en lo que a priori se vendía como un campamento de
niñas desapareció en el mismo momento que entró por la puerta del
preventorio: "me desnudaron, me ducharon y me quitaron toda la ropa que
llevaba en la maleta", recuerda.
El padre de Paloma, médico de profesión, "se quedó
aterrorizado cuando apareció por sorpresa a verme", cuenta ella. Gracias
a esa visita inesperada, la niña solo estuvo 20 días en el internado;
tiempo suficiente para ver, afirma, los insultos y malos tratos que
proferían las cuidadoras a sus compañeras. "Yo iba de enchufada y jamás
me tocaron", puntualiza.
Chus Gil fue una de esas
compañeras. No se conocen, pero coincidieron en el preventorio en los
meses estivales de 1971. Era el segundo verano que Chus pasaba allí.
"Tenía pánico de hablar y de llorar, reprimía el llanto todo el tiempo.
Recuerdo un dolor tremendo de garganta de contenerme. Me metí en mi
mundo porque cada vez que miraba a mi alrededor veía el horror", relata.
Las dos mujeres detallan "prácticas habituales" en el internado, como
obligar a pasearse con la sábana a las niñas que se orinaban en la cama o
pasarles una vela por sus genitales si no lograban contenerse por la
noche.
Agua solo dos veces al día
Ni a Chus
ni a Paloma se les olvida "la pasta blanca no identificada" que comían
de lunes a domingo; y tampoco la disciplina de beber agua solo dos veces
al día. "Había niñas que comían pasta de dientes de la sed que tenían",
narra Paloma. Ambas recuerdan la ropa interior que les obligaban a
llevar.
"Eran una especie de pololos con una cuerda que se nos caían.
Resultaba incomodísimo y viejo, como todo lo que nos ponían a pesar de
que cada una traíamos nuestra ropa de casa".
Hubo un
día, cuenta Chus, que no pudo quitarse la ropa interior en la ducha
semanal. Tenía la piel repleta de llagas y ampollas "muy dolorosas".
"Llevaba avisando varios días de lo que me estaba pasando, pero nadie me
hizo caso". Según su relato, fue sacada inmediatamente del preventorio,
a pesar de que las instalaciones contaban con una enfermería –"la
casita", la llamaban– de la que nunca pudieron recuperar sus expedientes
médicos.
Cuentan que se los tragó la tierra y, con
ellos, las pruebas del delicado estado de salud de algunas niñas dentro
del preventorio. De adultas recuerdan –y todas coinciden– unas
inyecciones diarias de color amarillo y blanco cuyo contenido es
imposible conocer sin esos documentos médicos.
El ministro responsable, imputado
El internado pertenecía al Patronato Nacional de la Lucha contra la
Tuberculosis, un organismo creado en tiempos republicanos que se
reconfiguró como un eje vertebral del régimen franquista ya en los años
de la Guerra Civil. El Patronato gestionaba estos "campamentos de
verano" para niños y niñas –separados– de entre 7 y 12 años a través del
Servicio de Colonias Preventoriales.
Durante la
contienda, el bando golpista se propuso construir 40 sanatorios, aunque
no fue hasta 1940 cuando se aprobó un ambicioso plan con efecto de
propaganda ("La España sana habrá que sacrificarse por la España
enferma") para abrir 20.000 camas: se destinó un presupuesto
extraordinario de 178 millones de pesetas para este fin.
La tuberculosis
tardó años en erradicarse en España, pese al montaje de este escaparate
–entre la beneficiencia y el adoctrinamiento– cuyos resultados, más que
reales, fueron cosméticos
Blas Pérez González estaba entonces al frente del
Ministerio de Gobernación, del que dependía la Dirección General de
Sanidad, responsable del Patronato. El dirigente, fallecido en 1978, fue
uno de los 35 altos cargos del franquismo imputados por la Audiencia
Nacional en la causa instruida por Baltasar Garzón por delitos de
detención ilegal y crímenes de lesa humanidad cometidos durante la
Guerra Civil y en los primeros años de dictadura. Es también una de las
personas a las que, post mortem, el Ayuntamiento de Madrid ha retirado la medalla de honor de la ciudad.
El edificio, en el municipio de Guadarrama, sigue hoy en pie y
pertenece a la Asociación Pro-Huérfanos de la Guardia Civil, una
organización subvencionada por la Comunidad de Madrid. La asociación
amplió las instalaciones y creó un bloque anexo para reconvertir el
antiguo preventorio en una residencia de ancianos cuyas plazas están
reservadas para personal del Instituto Armado y sus familiares.
El PP defiende la"inocencia de las cuidadoras"
El programa de Antena 3 Espejo Público reunió en el mismo plató en 2012
a mujeres denunciantes de malos tratos y vejaciones en el preventorio
con sus cuidadoras. Las víctimas relataron entre acusaciones de mentira y
falsedad vivencias traumáticas que alcanzan a delitos tan graves como
el de abusos sexuales a menores. Dolores Zamorano contó que fue violada
por el cura del internado cuando se quedaba a solas con él para preparar
la primera comunión.
Tras la emisión –en la que
algunas ex cuidadoras defendieron que "si tienes que lidiar con 600
personas, me imagino que tendrás que tener una disciplina"–, el PP
presentó una moción urgente en el pleno del Ayuntamiento de Guadarrama
para solicitar una declaración del consistorio y el resto de grupos
políticos que mostrara el "apoyo unánime a la presunción de inocencia de
las extrabajadoras".
A su juicio, el testimonio de Dolores y otras
mujeres perjudicaba a la imagen del pueblo y dañaba la "honorabilidad de
muchas de sus familias". La moción fue aprobada gracias a los votos a
favor de APPG, una escisión del PP que estaba y sigue estando en el
gobierno municipal.
Las mujeres que acudieron al
plató han ido encontrándose unas a otras estos últimos años a través de
grupos de Facebook. Coinciden en lo mucho que les ayudó localizar a
personas que tenían relatos similares y con quienes podían compartir las
experiencias en Guadarrama sin ser señaladas, acusadas o juzgadas. Por
primera vez.
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