Ilustración, Oriol Malet
- El PP acertó de lleno con su campaña y la radiación negativa del ‘Brexit’ remató la faena
- Durante la noche electoral, Pedro Sánchez tuvo la tentación de proponerse de nuevo como presidente
- Carolina Bescansa presentó un informe en el que no descartaba la victoria de Unidos Podemos
El beso a Viri en el balcón de Génova tiene mensaje. La primera vez que Mariano Rajoy besó
en público a su esposa en el balcón de la sede central del Partido
Popular fue la noche del 9 de marzo del 2008. Acababa de producirse la
segunda derrota de Rajoy ante José Luis Rodríguez Zapatero y dentro del partido estaba en marcha una conspiración. Esperanza Aguirre
quería situarse aquella noche al lado del vencido, a la espera de que
los militantes congregados en la calle Génova, en su inmensa mayoría
afiliados al PP madrileño, comenzasen a gritar: “¡Presidenta,
presidenta!”.
Rajoy, derrotado. Aguirre, aclamada. Una moción de censura en directo. El periodista Pedro J. Ramírez, el radiofonista Federico
Jiménez Losantos y el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela,
entonces patrón principal de la cadena Cope, estaban en la pomada.
Durante toda la tarde hubo mucha tensión entre los equipos de Rajoy
(planta séptima) y Aguirre (planta primera). El presidente del partido
mantuvo el control del escenario y salió al balcón acompañado de su
mujer, Elvira Fernández Balboa.
Aguirre quedó relegada a un extremo.
Rajoy besó a Viri y aquella fue la imagen de la noche. Una muestra de
cariño, sin duda. Y una señal de resistencia: “No me vais a mover”.
Rajoy volvió a besar a Viri el pasado domingo. Con más
pasión que en el 2008. Con euforia. Con mensaje: “¡Resistir es vencer!”.
Mensaje al público en general, a los medios de comunicación y a los
despachos de Madrid que ya estaban buscando un candidato “independiente”
que facilitase un gobierno de convergencia PP-PSOE. “Me dabais otra vez
por muerto y aquí me tenéis. He mejorado el resultado de diciembre. He
dejado a esos chicos de Podemos con un palmo de narices. El PSOE sigue
en la cuneta y Ciudadanos tendrá que pasar por el aro. He sacado 137
diputados. A ver quién se atreve a echarme ahora”.
Maquiavelo escribió que la
Fortuna y la Virtud se reparten en dos mitades el destino de los
hombres. El infortunio y la ausencia de virtud de José María Aznar
durante la tragedia de marzo del 2004 alejaron a Rajoy del poder. Otro
infortunio, menos dramático, pero preocupante para tantísima gente, ha
empujado esta vez a Rajoy hacia arriba. El triunfo del Brexit, setenta y dos horas antes de las elecciones españolas, justifica toda la estrategia tejida por Jorge Moragas y Pedro Arriola.
A Rajoy sólo le bastó pronunciar una frase en televisión, el viernes
por la mañana: “No añadamos más incertidumbre a la incertidumbre”.
Rajoy ha obtenido el mejor resultado que podía esperar,
pero su reelección aún no está asegurada. Necesita la abstención
socialista, y el PSOE se halla en shock postraumático. El PP vuelva a
ser el Partido Alfa de las clases medias españolas, pero a su alrededor
todo es tierra quemada. La recomposición del diálogo con los socialistas
es ahora la tarea más urgente. El presidente en funciones ha pedido a
su gente que no agobien al PSOE. “Hay que darles tiempo”.
No habrá paz para Sánchez
El secretario general socialista es tenaz. Tozudo. La noche
del 26 de junio, una vez confirmado que el PSOE sigue siendo la segunda
fuerza política del país, Pedro Sánchez
tuvo la tentación de ofertarse, otra vez, como presidente de un
gobierno de cambio. Aritméticamente sería posible. Con el apoyo de
Unidos Podemos –ahora reblandecidos–, PNV, CDC y ERC, el candidato
socialista podría tener mayoría absoluta. Una mayoría que quedaría en
manos de Podemos y de los soberanistas catalanes.
Sánchez tuvo la
tentación y lo frenaron. José Enrique Serrano, ex jefe de gabinete de Felipe González
y José Luis Rodríguez Zapatero, ahora en su equipo, apeló al realismo
político. El PSOE ha salvado el segundo puesto con un mal resultado. La
coalición Podemos-Izquierda Unida ha pinchado, es cierto, pero sus votos
evaporados no han ido al PSOE. El electorado no ha enviado señales
claras en favor de una coalición de las dos izquierdas. El sesgo del
26-J parece contrario a esa hipótesis, especialmente en el Sur.
Movilización de abstencionistas en favor del PP.
Sorprendente abstención de potenciales votantes de Unidos Podemos.
Mínimo histórico para el PSOE, con leve recuperación de pulso. El voto
socialista ha subido ligeramente en las ciudades grandes –notablemente
en Madrid, tres puntos arriba– y ha descendido en las poblaciones
pequeñas. El retrato parece claro. El PP ha logrado pasar el rastrillo
en la España menuda. Gente mayor. Comunidades pequeñas. Cuidado,
cuidado, cuidado, que viene el coletas. La campaña de Rajoy entre campos
de alcachofas fue un acierto. Susana Díaz
se trabajó la Andalucía rural con demagogia anticatalana y no le
resultó suficiente. El retroceso del PSOE andaluz se ha fraguado en los
pequeños municipios. Sánchez, por tanto, ha evitado el sorpasso y un diferencial andaluz humillante.
No tendrá paz, sin embargo. Quizá por ello pensó en tomar
de nuevo la iniciativa. Pedalear, pedalear, pedalear, para no caerse. No
tendrá paz, Sánchez. El PSOE meridional ya pide la abstención en la
investidura de Rajoy y, en el otro extremo, el PSC pone sobre la mesa la
vía canadiense para Catalunya. Nervios en Ferraz y veladas amenazas a Miquel Iceta de fulminar al PSC con una federación catalana del PSOE. La amenaza de siempre.
No tendrá paz, Sánchez, pero la deconstrucción de Podemos
–primer objetivo estratégico del Partido Socialista a partir de ahora–
es imposible con Susana Díaz al frente del partido. No tendrá paz,
Sánchez, pero venderá cara la abstención. Si la vende.
Los jusos y el himno de Allende
El viernes 24 de junio, festividad de San Juan, fue un día de alto voltaje. La jornada amaneció con la victoria del Brexit. Aluvión
de noticias apocalípticas sobre el futuro de Europa y de la economía.
La frase de Rajoy: “No añadamos más incertidumbre a la incertidumbre”.
Un día para ponerse a temblar. Por la noche se cerraba la campaña y
Unidos Podemos escogió una canción de los años setenta. Una canción del
grupo chileno Quilapayún. El pueblo unido jamás será vencido. El himno que enamoró al socialista Salvador Allende, compuesto por Sergio Ortega Alvarado,
militante del Partido Comunista de Chile. Después de una jornada de
telediarios lúgubres –miedo, miedo, miedo–, la plana mayor de Unidos
Podemos se ponía a cantar El pueblo unido jamás será vencido en
Madrid Río. Puño en alto.
Se desfogaron. La Unidad Popular chilena está
inscrita en su memoria sentimental de exmilitantes de la Unión de
Juventudes Comunistas de España. Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Mónica Oltra, Irene Montero, Rafael Mayoral, Jesús Montero, entre otros, pasaron
por la UJCE. Y eso imprime carácter. Las juventudes comunistas tienen
su capítulo en la historia contemporánea de España. Las JSU de los años
treinta (fusión de los jóvenes socialistas y comunistas) dieron apoyo a Largo Caballero frente Prieto y fueron nervio del combate republicano. El PCE clandestino fue dirigido por exmiembros de las JSU. Un grupo de
jusos
ha estado a punto de tumbar al PSOE en el
2016. A punto. No lo ha conseguido. La deconstrucción de Podemos se
convierte en el principal objetivo del PSOE a partir de ahora.
Los jusos se creyeron los sondeos. (Se los creyó casi toda España). Carolina Bescansa,
experta en sociología electoral, presentó a media campaña un “análisis
de coyuntura” a la dirección de Podemos, basado en un detallado estudio
de la encuesta del CIS. Un idea clave: preveía poca volatilidad del
voto. Un consejo: campaña sin riesgos. Un pronóstico: si la
participación baja al 66%, Unidos Podemos puede ganar las elecciones.
Error. Error de bulto. Podemos minusvaloró los efectos de la campaña del
PP y no pensó en el referéndum británico.
El día que los españoles
supieron que Europa puede irse al garete se pusieron a cantar el himno
de Allende puño en alto. Los jusos, sin embargo, son duros de pelar. Tienen cinco millones de votos, 71 diputados y conservan posiciones estratégicas en el tablero territorial.
La autonomía de Ciudadanos
El joven Albert Rivera también
quiere ser duro de pelar, pero desde fuera le quieren dictar la
lección. No habían pasado dos días de las elecciones y el círculo
fundador del partido ya le daba órdenes: ¡a pactar con el PP!
Ciudadanos ha perdido una cifra relativamente moderada de votos (390.000) con un alto precio en escaños (ocho menos). Albert Rivera, Juan Carlos Girauta e Inés Arrimadas tienen
razones para no querer acabar sirviendo los cafés en la mesa del
Consejo de Ministros.
Ciudadanos no ha sido desarbolado, pero su
posición es estratégicamente delicada. Puede condicionar mucho al PP, e
intentarán condicionarlos mucho a ellos. El aznarismo ve en Ciudadanos
el vector a través del cual puede influir en la nueva coyuntura. La
autonomía política de Ciudadanos está en juego. Interesante cuestión.
Catalunya y Euskadi
El 26 de junio tiene cuatro efectos en
Catalunya: acentúa el desapego –“España no tiene arreglo”, repiten los
soberanistas–, intensifica el combate de judo entre ERC y CDC (clara
ventaja para Esquerra, a la espera de la refundación convergente),
confirma a los Comunes como nuevos actores y convierte la moción de
confianza de Carles Puigdemont en la
gran piedra de toque del nuevo curso. A casi nadie le interesa un
adelanto electoral en Catalunya, pero los cuperos son imprevisibles. Son
más de la revolución permanente del POUM que del frío cálculo de las
JSU.
En las provincias de Barcelona y Tarragona, el PP de Jorge Fernández Díaz ha superado a CDC. Catalunya y sus sorpresas.
El PNV vuelve a disponer de una posición clave, pero tiene elecciones en octubre. Iñigo Urkullu
está haciendo números. El auge del Podemos vasco lima al PSE-PSOE, y
los nacionalistas pueden acabar necesitando al PP en su campo de
alianzas en Euskadi.
De confirmarse, sería una excelente noticia para
Rajoy. Otro beso para Viri.
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