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*Menudo trato el de María Teresa Campos a la señora que trabaja en su casa. Qué clasista. Qué vergüenza. Repugnante. pic.twitter.com/hJ1F8oeQMg— Juan Miguel Garrido (@Juanmi_News) 18 de agosto de 2016
Es sintomático que todas estas ‘señoras
entrañables’ entraditas en edad, o ‘cercanas’ algo más jóvenes (y no
importa si hablamos de unas como Ana Rosa Quintana o María Teresa Campos, o de otras como Susanna Griso,
todas ellas estrellas mediáticas de la actual insignificancia
cultural), tengan en común su tendencia al clasismo más retrógrado y
reaccionario.
Y que al mismo tiempo ejerzan con relativo éxito de espejo
y ejemplo para la sociedad a la que se dirigen. Esa sociedad mucho más
próxima socioeconómicamente a la asistenta o al jornalero que a estas
multimillonarias soberbias con disfraz de gente del pueblo.
Tampoco es demasiado sorprendente que
triunfen realitys televisivos sobre la vida de los millonarios y
famosos, sobre la sumisión a la jerarquía en el trabajo, los fenómenos
paraanormales y los misterios infantiles (con los que hay de verdad), o
la ‘esforzada’ lucha por el éxito en programas que recuerdan mucho al
cuento de la lechera, pero siempre con ‘final feliz’ y entretanto
religioso. Todo sea por manipular y volver más imbécil al personal. A
ese público que escapa de su realidad o vive por los ojos la vida que
nunca tendrá.
Lo más fastidiado de todo es que esta
pobre señora, por necesidad, probablemente no tenga más remedio que
tragarse su dignidad en lugar de enganchar a su ‘ama’ por la pechera y
decirle que ¿quién mierda se ha creído que es para tratar así a un
semejante? Pero es lo que hay y el modelo social que provee con su voto y
su mentalidad precisamente el espectador de estas basuras.
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