Morirse siempre ha sido un buen negocio, más aún desde que se muere gente que antes no se moría. Por eso mismo, y por vergüenza torera, no nos podemos tomar a pitorreo el asunto de la Parca. Si te llamas Ramón Vivo tienes dos opciones: 1. Abrir una tienda de frutos secos y variantes (o lo que sea) y 2. Poner a tu funeraria un nombre imaginativo y chispeante al estilo murciano, digamos Pichirichi.
A continuación, once negocios funerarios que deberían cambiar de nombre defecando productos lácteos.
Dónde: En Alcoy (Alicante).
“Que parezca un accidente”. Esa era la idea del padre de Casimiro, el cachondo del señor Payá. No nos creemos nada: legar a tu vástago el negocio familiar de lápidas y ese nombre es una broma con doble tirabuzón y mortal.
Dónde: En Alicante.
Saliendo de Casimiro Payá, todo recto a la derecha, uno se topa con el tanatorio con el nombre más desafortunado de España y parte del extranjero: La Siempreviva. Con un par de huevos y un palito.
Dónde: En Colombia.
En Medellín, por el contrario, no se andan con remilgos a la hora de bautizar un negocio tan expeditivo: Bai Bai. Chao. Agur.
Dónde: En Bilbao.
Técnicamente, no es un negocio funeral, pero el nombre se las trae, más teniendo en cuenta esa leyenda urbana que circula en España desde el tardofranquismo y que afirma que los cadáveres de los difuntos chinos (“¿acaso has visto alguna vez un chino viejo?“) pasan a engrosar las raciones de cerdo agridulce, pollo con almendlas y otros manjares de estos establecimientos de menú asequible. No hagan caso, son rumores.
Dónde: En Valencia.
Un clásico entre los clásicos: el vivo de Don Ramón hizo del sarcasmo toda una imagen de marca. Probablemente, el negocio fúnebre más fotografiado del país.
Dónde: En Valencia.
La esperanza es lo último que se pierde pero, las cosas como son, llegados al punto de recurrir a una empresa funeraria la única esperanza que nos queda es que el coche del muerto no se despeñe camino del cementerio.
Dónde: En Campeche (México).
En el anuncio de YouTube de este establecimiento se afirma, inquietantemente, que “Funeraria La Económica hace honor a su nombre gracias a que ellos mismos producen sus productos”. Hablamos de México. Glups.
Dónde: En Iowa (EE.UU.).
La sinceridad es un valor apreciado por el cliente exigente a la hora de decantarse por un servicio. Entre el trapisonda Ramón Vivo y el contundente Funeraria Dye lo tenemos claro.
Dónde: En Conventry (Reino Unido).
Matón e Hijos lleva más de un siglo dedicándose al negocio de mandar a la gente al otro barrio.
Dónde: En Totana (Murcia).
A estas alturas, el lector atento se habrá dado cuenta de que en este ténebre recorrido aún no hemos abandonado el Levante español. Era cuestión de tiempo que cayéramos por Murcia y aquí estamos: Pichirichi Funeral Home, siempre a su servicio, ¡acho!
Dónde: En las carreteras de EE.UU.
Bien, técnicamente tampoco es una funeraria pero tiene bemoles que la matrícula del coche fúnebre tenga que decir: “TÚ ERES EL PRÓXIMO”. Glups.
Dónde: En Albacete.
La funeraria favorita de los novios de la muerte está en Albacete, una pedanía cuya sola mención ya hace gracia. Más concretamente, en la calle Tesifonte Gallego. ¿Qué te decíamos?
Dónde: En Michigan (EE.UU.)
El primo hermano americano del Tanatorio Siempreviva. ¿Resurrection Cementery? Por los clavos de Cristo, eso es publicidad engañosa, .
Aquí les gustaría ser empacados a los fundadores de Strambotic. Consideren esta frase una última voluntad.
Este camposanto cordobés denota tanto optimismo en su nombre como el Resurrection Cementery. Good try, Córdoba!
Información y fotos en Google Imágenes, Mandatory, Desmotivaciones y las aportaciones de los amables lectores.
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