Cuando murió Teresa de Calcuta escribí un artículo muy duro con ella.
Ese artículo ha sido luego utilizado contra mí por intereconomía y
similares.
Pienso lo mismo que entonces. Cuando murió, a su funeral acudieron los poderosos de la tierra, señal inequívoca de que jamás trabajó por los pobres. Utilizaba a los pobres para expandir su fundamentalismo por el mundo, que no es lo mismo. Ni siquiera intentó hacerles más fácil la muerte.
Decía ayer alguien por aquí que todos los santos son un fraude. Lo que sé es que incluso dentro de los santos y santas hay gente buena y mala. Y Teresa de Calcuta era de estas últimas.
Dime a quién lloras y te diré quién eres
Teresa de Calcuta iba de pobre y austera, pero sus funerales se llenaron de gente de dinero y de poder.
Sólo con ver el plantel de plañideros/as estaba claro que esa monja no podía ser más que una farsante.
Los poderosos arropan a los suyos en la muerte y no es posible que alguien que de verdad haya estado con los pobres, con los explotados, sea llorado por los ricos; simplemente es una imposibilidad lógica. Aunque entonces no sabíamos hasta qué punto Teresa de Calcuta era más mala que la quina, no tardamos en enterarnos de todo y hoy sabemos que era una sádica que hacía sufrir a los enfermos, pobres de solemnidad, para que llegaran limpios de pecado al cielo, pero que cuando a ella le toco sufrir un poco se fue a un hospital carísimo de EE UU. El sufrimiento no iba con ella.
La semana pasada hemos tenido en España dos funerales de relumbrón, el de Emilio Botín y el de Isidoro Álvarez. En este caso no eran personas que fingieran ser pobres aunque los medios han insistido hasta la saciedad en que “empezaron desde abajo” y en que a Isidoro Álvarez le gustaba decir de sí mismo que era un tendero. Decir que ambos nacieron riquísimos y que heredaron todo lo que tenían parece que le quita mérito al asunto. Ya conocen el mito neoliberal: esfuerzo, emprendimiento, trabajo duro; más o menos como Teresa de Calcuta y el sufrimiento humano.
Así que aunque estos dos muertos no eran pobres fueron muy esforzados y por eso sus funerales se llenaron también de gente de dinero y de poder que decían todos lo mismo: “Grandes trabajadores, visionarios, empezaron desde abajo y muy humanos”. Hemos visto pasar muy compungidos a miembros de la Casa Real, al poder político, al poder financiero y a una nutrida representación del Hola. Es decir, allí estaban los que mandan; los que mandan sobre nuestras vidas.
Y allí estaba también una nutrida representación de un
PSOE que ya no engaña a nadie. Allí han estado, al menos que yo haya
visto y escuchado, Carme Chacón, María Teresa Fernández de la Vega y
Elena Salgado. Así, pisando fuerte, dejando claro de qué lado están. No
se trata de demonizar a todos los empresarios por serlo, ni de ponerse a
tirar cohetes en la calle porque se mueran dos de los más poderosos.
Se
trata de que estos dos empresarios no eran modelo de nada, o no
deberían serlo, y mucho menos para políticas/os que todavía se empeñan
en convencernos de que son de izquierdas. Se trata de que esta nutrida
representación del PSOE nos ayuda a comprobar hasta qué punto es verdad
que el poder, el verdadero poder, ni delinque, ni es inmoral, ni se le
pasa factura por nada de lo que haga. Una vez más comprobamos cómo se
pretende que para los verdaderamente poderosos no haya sanción popular,
ni mediática, ni política. El poder hace lo que tenga que hacer para
aumentar su poder y su riqueza y los suyos se lo van a agradecer. La
ejemplaridad pública no va con ellos ni nadie se la exige.
La familia Botín no ha sido nunca ejemplar en el manejo
de sus relaciones con la Hacienda Pública, tuvo cuentas en Suiza y sus
manejos con la justicia son de sobra conocidos. Es una familia de
multimillonarios que, como poco, ha intentado no pagar lo que le
correspondía (y le correspondía poco, porque en España los ricos pagan
muy pocos impuestos. Pues ni eso querían pagar).
El Corte Inglés, que ha
empeorado en los últimos años las condiciones de trabajo para sus
trabajadoras y trabajadores de manera radical, ha sido condenado
repetidamente por discriminar a sus trabajadoras, cosa que a la
feminista Fernández de la Vega parece que le importa un pito. Queda muy
bien defender a las mujeres africanas, pero defender a las trabajadoras
de El Corte Inglés parece que cuesta un poco más. También ha sido
condenado por prácticas antisindicales que, al parecer, poco le importan
a la presunta –esta sí que presunta– aspirante a liderar la también
presunta izquierda, Carme Chacón, que allí que se fue al funeral, como
si el muerto fuera un sindicalista de pro.
El poder llora a los suyos. Y allí estaban todos,
representantes del PSOE incluidos. Allí estaban los que deciden sobre
nuestras vidas, los que con sus decisiones hacen que muchos jóvenes
tengan que irse o quedarse, los que hacen que la gente tenga un sueldo
digno o un sueldo de miseria, trabajen 7 horas o 12. Y he aquí que el
funeral estaba lleno de presuntos corruptos, de defraudadores, de muchos
presuntos delincuentes y otros delincuentes ya condenados.
No vamos a
dar nombres pero muchos de los que allí estaban como personas muy
respetables han estafado a gente honrada y trabajadora los ahorros de
sus vidas, otros pagan en negro, algunos han cerrado empresas
fraudulentamente dejando a los trabajadores en la calle, los
defraudadores a la hacienda pública eran legión, y los implicados en
sobres, comisiones, pagos en B y chanchullos varios estaban también
ampliamente representados. En ese funeral no estaba lo mejor de nuestra
sociedad empresarial, sino lo peor, aquello por lo que la gente está
permanentemente indignada, aquello que exigimos a nuestros
representantes públicos que corten de raíz.
Algunos de los asistentes a ambos funerales se merecerían
la cárcel y quién sabe si acabarán en ella. Otros, al menos, se merecen
un abucheo social, la repulsa general, y en ningún caso el compadreo,
la camaradería y las muestras de amistad de nuestros representantes
públicos. Menos aun si se dicen socialistas. Los fallecidos podrían ser
muy queridos por sus familias, pero no son ejemplos de nada y mucho
menos deberían ser referentes de ciudadanía. Y desde luego, no deberían
serlo para quienes dicen que quieren regenerar la vida pública.
Si
acuden a sus funerales, si lo único que se les ocurre decir cuando
tienen un micrófono delante es que eran magníficas personas, magníficos
empresarios y un ejemplo para todos, si están con ellos y no han visto
adecuado dejar claro su desprecio hacia quienes permanentemente han
despreciado las leyes, los tribunales y los derechos democráticos que
como políticos y políticas dicen defender, entonces es que son como
ellos o, en el mejor de los casos, son sus empleados. Nada como un
funeral por los jefes para que caigan las caretas.
Publicado en eldiario.es
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