El alcalde de Tordesillas dice que se ha sentido “acosado, agredido, amenazado y lanceado”.
Se supone que con todo ello quiere transmitir lo mal que lo ha pasado.
Pero no se ha dado cuenta de que, diciendo eso, da toda la razón a
quienes denunciamos lo mal que lo han pasado los toros en Tordesillas:
acosados, agredidos, amenazados. Lanceados. Y no de manera figurada,
como él, sino con lanzas de verdad y hasta la muerte. Así que,
imagínese, señor alcalde.
El segundo martes de septiembre de 2016 no será en Tordesillas como los de años anteriores. Es la fecha en la que hasta ahora se perpetraba
un festejo medieval conocido como ‘Torneo del Toro de la Vega’, es
decir, la persecución con lanzas, a pie o a caballo, de un toro, hasta
su alanceamiento final. Un festejo que ha quedado técnicamente prohibido
desde el pasado mes de mayo, cuando el Consejo de Gobierno de Castilla y
León, del Partido Popular, anunció un decreto-ley por el que se prohíbe
la muerte de las reses de lidia en presencia de público en los
espectáculos taurinos populares y tradicionales. Sin necesidad de
nombrarlo, de una prohibición expresa, el Torneo de Tordesillas no se
puede llevar a cabo.
Desde el anuncio del decreto, se han sucedido numerosas y
furibundas reacciones de los implicados en la práctica y la defensa del
alanceamiento del toro en Tordesillas. El Ayuntamiento de la localidad vallisoletana ha presentado recurso ante el Tribunal Constitucional:
se ampara en un presunto “conflicto con la autonomía local” para tratar
de recuperar su cruel tradición.
Fuera de Tordesillas, Poncela se ha
quedado muy solo. La propia dirección general del PSOE exigió al alcalde que retirara el recurso,
acusándole de “mantener una actitud muy equivocada contra todo y contra
todos”, de “defender lo indefendible” y de “cabezonería absurda”. Le
han advertido de que “la marea de los tiempos se lo puede llevar por
delante”.
Sin embargo, solo la concejala de Toma la Palabra se ha desmarcado de esta decisión del pleno municipal de Tordesillas: el PSOE y el PP locales se han encastillado en el recurso. El PSOE tordesillano se enfrenta así a su Ejecutiva nacional y el PP tordesillano, a su Gobierno autonómico.
Esto contando con que el propio alcalde y concejales del PSOE y del PP
de Tordesillas no tengan también algo que ver con la sorprendente
aprobación del decreto-ley y haya habido connivencia en la sombra con la
Junta de Castilla y León, de modo que el Toro de la Vega fuera
prohibido sin que ellos se vieran comprometidos, es decir, sin
enfrentarse al sector taurino de su pueblo, que, nos consta, tiene
amedrentados a los tordesillanos que se atreven a manifestar su repulsa
por el maltrato lancero y por la pésima imagen que le ha granjeado a
Tordesillas. Es una hipótesis plausible que protegería a los ediles, una forma de guardarse las espaldas frente a una polémica que para ellos se volvió insostenible.
El Patronato del Toro de la Vega, por su parte, declaró en mayo
“persona non grata en Tordesillas” a la Junta de Castilla y León.
Y su vicepresidente, José Ramón Muelas, no tuvo reparos en afirmar que
el Toro de la Vega “se seguirá celebrando como se ha hecho siempre”, una
supuesta llamada a la desobediencia del pueblo.
En la web del Patronato apareció publicado un texto, titulado ‘Ressurrección’ y firmado por un tal Eugenio Garañeda, jaleando a los de las lanzas: “Tordesillas... Tordesillanos... Es el momento de incumplir las leyes. Es el momento de olvidar la paz y prepararse para la guerra. Es el momento de seguir cumpliendo nuestra tradición ancestral como siempre, pese a todo y pese a quien pese.
Es el momento de matar el Toro de la Vega. Es momento de resurrecciones. Nada más... Y nada menos”.
En la web del Patronato apareció publicado un texto, titulado ‘Ressurrección’ y firmado por un tal Eugenio Garañeda, jaleando a los de las lanzas: “Tordesillas... Tordesillanos... Es el momento de incumplir las leyes. Es el momento de olvidar la paz y prepararse para la guerra. Es el momento de seguir cumpliendo nuestra tradición ancestral como siempre, pese a todo y pese a quien pese.
Es el momento de matar el Toro de la Vega. Es momento de resurrecciones. Nada más... Y nada menos”.
Con ello, el Patronato del Toro de la Vega está incitando a la comisión de un delito.
Cosa que no me sorprende, teniendo en cuenta que la persona que a mí
misma me agredió en Tordesillas estaba en compañía de su presidente,
Gerardo Abril. Así lo declaré en mi denuncia, a la que aporté fotos y
vídeos del agresor, siendo que , sin embargo, el agresor nunca pudo ser
“identificado”. Y mira que se sugirió que le preguntaran a Abril.
Esas amenazas de (mal entendida) rebeldía han hecho arder las redes,
tanto de defensores como de detractores del Toro de la Vega, hasta
generar un ambiente previo al martes 13 que anuncia situaciones aún más
violentas que las vividas en ediciones anteriores, en las que animalistas y periodistas hemos sufrido agresiones, amenazas y acoso. Solo faltó que nos lancearan.
El año pasado el toro fue soltado sin previo aviso cuando su recorrido
estaba lleno de estas personas, algunas encadenadas (los activistas,
claro, no los periodistas, aunque los de las lanzas huberan querido
encadenarlos ellos mismos). El toro estaba tan desorientado y era tan
manso que no embistió a nadie, pero la situación que propiciaron los
responsables del festejo pudo tener consecuencia aún más dramáticas.
Todos los implicados en aquella salida del toro (desde luego, el
Ayuntamiento y el Patronato del Toro de la Vega) fueron responsables de
poner en peligro la seguridad ciudadana. Responsabilidad que ha
quedado impune y que acaso también tenga que ver con la decisión de la
Junta de cortar por lo sano. Nunca mejor dicho: lo sano es dejar de
matar a lanzazos a un toro.
A su vez, las amenazas de
realizar el festejo “como siempre” han provocado que muchos activistas y
periodistas hayan decidido acudir el martes 13 a Tordesillas aunque el
Toro de la Vega esté prohibido: precisamente para vigilar y registrar lo que allí suceda.
Sin embargo, hay una lectura perversa de esas amenazas lanceras: que
constituyan un cebo para desvirtuar la naturaleza de unas protestas que
por parte de los activistas siempre han sido pacíficas (y, obviamente,
por parte de la prensa, aunque también haya sido víctima de sus
ataques).
Escudándose en que, puesto que el festejo
está prohibido, sus detractores solo irían este año a provocar, le dan
la vuelta a su propia tortilla para que, a los ojos de la opinión
pública, parezca que son éstos últimos (pacíficos) quienes van a generar
violencia en Tordesillas. Siendo lanceros y secuaces (violentos) los
que han anunciado que desobedecerán la ley, la presencia de activistas y periodistas está justificada.
El problema es que a este polvorín se sumó a última hora la convocatoria de ciertos grupos
(vinculados todos a la testosterona y, algunos, a tendencias políticas
indeseables), no relacionados previamente con el movimiento animalista
(por cambiante y diverso que este sea y deba ser), llamando a acudir en masa a Tordesillas y anunciando que “si recibían hostias, las devolverían”.
No es en absoluto el espíritu que ha alentado año tras año a los
activistas vinculados al movimiento antitaurino (ni mucho menos al
movimiento antiespecista), que han hecho acto de presencia en
Tordesillas sabiendo que recibirían y que la consigna era, por supuesto, no responder. Y hemos recibido: hostias, insultos, amenazas, multas.
Finalmente, ese llamamiento ha sido desconvocado por sus impulsores
primeros. Si este año, que ya no se puede perpetrar el Toro de la Vega,
se va a Tordesillas, debe ser solo a confirmar que las amenazas de sus defensores no se cumplen.
Igual que otros años se fue solo a hacer visible su horror y a tratar
de que no pudiera realizarse el festejo (con acciones como el
encadenamiento). No será así, nunca lo fue, una provocación (como ellos quieren hacer creer), sino un eslabón final en la lucha, pacífica, que les vamos ganando.
A lo largo y ancho del Estado español se perpetran festejos taurinos
que consisten en provocar un enorme sufrimiento a los animales. La
mayoría acaban con la muerte de sus víctimas; en muchos de los casos, en
presencia del público: la hemorragia, el vómito, el desmayo, la convulsión, el estertor forman parte del espectáculo.
El Toro de la Vega no era sino una más de estas ignominias, pero se
convirtió en símbolo de la lucha contra el maltrato animal.
Muchas
organizaciones en defensa de los animales han trabajado para acabar con
el Toro de la Vega, muchos activistas a título personal, el Partido
Animalista (PACMA) convirtió en histórica su campaña ‘Rompe una lanza’.
Es la sociedad española en su mayoría la que abomina ya de estos
festejos crueles con los animales, que por inscribirse además en las
programaciones festivas populares, exponen a niños y niñas a esa
crueldad, y se financian con fondos públicos.
Ha
llegado el momento, pues, de confirmar que Tordesillas pasa página. Y
pasar a actuar en las siguientes páginas negras del libro de la Historia
de España: becerradas ( auténtico terrorismo de Estado contra cachorros), toros embolados, toros ensogados…
También encierros. En Tordesillas se ha sustituido el Toro de la Vega
por el Toro de la Peña, un encierro sin muerte pública ni lidia
posterior, como indica la ley de Castilla y León.
Los abolicionistas seguiremos luchando también contra los encierros,
que suponen, antes y durante el recorrido, un enorme sufrimiento para
los toros, y en muchos territorios su muerte posterior en un matadero.
Pero esa es la página siguiente. En la de hoy, muchos celebramos el fin
de la violencia extrema del Toro de la Vega de Tordesillas. Si su
Patronato se aviene a deponer las armas. Y si su Ayuntamiento se aviene a
hacer evolucionar a su municipio, ya que se lamenta de saber lo que es
ser "lanceado". Se lo debe a su pueblo.
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