Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


miércoles, 14 de septiembre de 2016

Rita Barberá: una voz de hormigonera con una cuerda de longanizas

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Continúa siendo alcaldesa y asustando al personal de la misma forma en que lo hacían  las monedas del Caudillo al seguir circulando después de su muerte. Aún la vemos y dudamos de los últimos pasos de la historia.


Los colgantes de bolas adquieren en su cuello la prestancia de una cuerda de longanizas, pero estas perlas cobijan implicaciones políticas más serias. Sus collares no guardan semejanza con un rosario por casualidad. Son las cuentas que no les salían a los valencianos durante más de 20 años, innumerables cuentas blancas por fuera y negras por dentro como donaciones de mil euros.


Rita vive fuera de contexto. Se la ve moverse, discursear, aplaudir, vociferar, abrazar, besar, chapurrear, y tenemos la seguridad de que algo se nos escapa. Es esa forma de actuar siempre para un auditorio ficticio, esos aspavientos de loco pletórico… 




Lo cierto es que para comprender su ritmo y su compostura habría que añadir una banda de música siguiéndola a todas partes, a petición suya, claro, y contratada con fondos públicos. Una murga cachonda de trompetas, platillos, tambores y dulzainas mientras la Rita aplaude y vocifera y abraza y chapurrea. Así sí.


La cosa es que es dicharachera de manera unilateral, como Dios manda. Despliega unos andares campaneros, un poco fraguianos; andares de cacique a media noche volviendo a casa por obligación. 


Su voz de hormigonera puede atribuirse también a esta escena. Tararea por lo bajo y despierta al vecindario, pero le da igual porque el pueblo es suyo, y si no la aforan.


Se aprecia fácilmente que la rodea una peste a líquido inflamable. Y hemos de suponer que el olor proviene de los litros de laca necesarios para mantener el peinado. El cabello es lo más democrático que encontramos en Rita: intenta emular en ondas, dureza y tonelaje a la melena de los leones del Congreso.


 Sin embargo, ella y su casco han escondido siempre la ambición de aparecer grabados en las monedas como auténticos monarcas valencianos. Realmente, si uno mira más allá, el pelo recuerda al de Margaret Thatcher aunque aquejado de una distensión más mediterránea causada por la humedad, el alboroto fallero y un sopor de despacho sin ventilar.


0000 2Sus cejas no están de acuerdo con sus ojos. La piel que recubre sus globos oculares presenta una textura chorreante que no es sólo cuestión de edad. En sus párpados empeña gran parte de sus fuerzas: su mirada se ha acostumbrado al amodorramiento y la vagancia, y en muchas apariciones públicas se intuye el mucho trabajo de los músculos de su frente tratando de componer el ojo y agrandarlo.


No obstante, las cejas tratan de negar la realidad, se ven obligadas a cargar con todo el embolado facial y levantarlo. En el fondo, toda ceja depilada es una pretensión del ser. En principio, las de Barberá buscaban un gesto de dignidad bañado en buen humor, pero al cuajarse la piel (que nunca miente) han quedado reducidas a una mueca de altivez que está por encima de las posibilidades expresivas del personaje. 


Esto ocurre hasta tal punto que sus párpados superiores parecen dos frentes adicionales.


Por supuesto a ella le importa poco y le da la risa. De hecho, cuando se descojona provoca tensión en las filas populares. La mandíbula se le descoyunta, se descuelga la pieza inferior y da pánico que nada regrese a su lugar. 


Esa Rita con la boca abierta y descontrolada infunde un terrible pavor en Génova a día de hoy.






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