La exalcaldesa de Valencia vale más por lo que calla que por lo que
habla, así que Mariano Rajoy intenta gestionar este asunto con mimo. No
vaya a ser que le estalle
María Rita Barberá es ahora mismo el símbolo de un
país. Sería lógico que la hubieran echado fulminantemente hace mucho
tiempo por su presunta corrupción, pero no. Rita ha ido ganando tiempo,
como Rajoy, hasta el punto de que en España ya no sabemos quién lleva la
iniciativa: si el presidente o los presuntos corruptos. Todos hemos
estado pendientes en las últimas horas de lo que hiciera Rita Barberá.
La exalcaldesa de Valencia vale más por lo que calla que por lo que
habla, así que Mariano Rajoy intenta gestionar este asunto con mimo. No
vaya a ser que le estalle. Mejor tener a Rita contenta. O no demasiado
enfadada. Aunque pueda parecer lo contrario. Es el mismo trato que hemos
ido viendo con Bárcenas: "Yo estaré ahí siempre. Al final la vida es
resistir y que alguien te ayude", escribía Mariano Rajoy por SMS.
Ganar tiempo, que la gente vaya olvidando y tener a los
acusados contentos. Ya que a ellos les han pillado, que no se extienda
la mancha. Que no tiren de la manta. Es un modus operandi
que puede venirle bien a un presidente para seguir resistiendo, pero
vuelve a plantear hasta qué punto Rajoy es rehén de toda esta corrupción
que España sigue sufriendo.
Enfocamos a Rita
pero, ¿qué debe hacer el presidente del gobierno que la blindó en el
Senado para protegerla de la acción de la justicia? Por eso, a Barberá
le pagamos entre todos casi 5.000 euros al mes, aforada y sin pisar la
cámara. Investigada por blanqueo, pero con un silencio sospechoso por
parte de Rajoy, que igual que antes decía de ella que era "la mejor",
ahora debería ser contundente, salvo que le tenga miedo.
Rita se amotina en el Parlamento. Al caloret de la Cámara Alta.
¿Pensamos que los españoles lo castigarán? Vistos los recientes
resultados electorales, Rajoy y Barberá tienen motivos para ser fuertes.
Francisco Camps hasta se presentó a las elecciones y ganó estando
imputado. Igual que el PP tiene la imputación del caso de Bárcenas y
ahora, además, la del blanqueo valenciano.
¿Esta es
la España que estamos haciendo? ¿Un país donde tantos miran hacia otro
lado? Cuentan los investigadores que, en el 11-M, con los peores
atentados de nuestra historia, Juan Cotino llevó a la calle Génova
200.000 euros de financiación ilegal valenciana.
Él fue a lo suyo. A su
rollo. Aún esperamos justicia sobre Cotino, sobre Rita y sobre tantos
otros que cuentan, al menos, con el silencio de Rajoy. Fueron quienes le
respaldaron en sus horas bajas como líder de la oposición y, sobre
todo, parece que ahora conviene tenerlos callados.
Por eso, para el
presidente quizás no sea tan duro que Barberá siga como senadora. Para
él, siempre será mejor un "Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita",
que un ponerse a tirar de la manta y que se convierta en "Rita la
cantaora".
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