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domingo, 11 de septiembre de 2016

Una sociedad sepultada bajo los residuos electrónicos

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La mayoría de los aparatos que se utilizan son objetos con una existencia limitada, cada vez menos longevos y más perecederos. Cualquier gadget se queda viejo en cuestión de meses. Solo en España cada ciudadano produce 18 kilos de basura electrónica al año. Como si cada uno de nosotros se acercase al contenedor por su cumpleaños y dejase caer en él 180 smartphones.


El río de chatarra crece tres veces más rápido que las otras partidas de residuos. Las causas: el vertiginoso consumo de productos electrónicos y el reciclaje incontrolado de los aparatos desterrados.


 Según los últimos datos de Eurostat, en 2012 se pusieron en el mercado 574.000 toneladas de productos electrónicos en España. Las gestoras nacionales de estos residuos, sin embargo, estiman que en 2015 se comercializaron cerca de un millón y medio de estos aparatos. Casi el triple que hace tres años.


Por los canales regulados, a los que llega lo depositado en puntos limpios o contenedores específicos, circularon más de 400.000 toneladas de basura el año pasado. Es decir, se reciclaron uno de cada cuatro aparatos, cifra por debajo del 35% de la media comunitaria, en datos de Eurostat. Los sistemas paralelos para desahacerse de estos residuos abarcan el millón de toneladas de basura restante, que se reparte entre los desguaces no homologados (talleres sin certificación adecuada), y el robo y la exportación de piezas.


El 70% de los aparatos electrónicos puestos en el mercado en España son de los grandes: lavadoras, lavavajillas y frigoríficos, en su mayoría. Son también los más peligrosos a la hora de desmantelarlos. Contienen sustancias muy nocivas, como el fósforo o los gases CFC, que se volverán inocuas si se tratan de forma adecuada. Otras, como el plástico o el vidrio plomado, se valorizarán.


Hasta 60 elementos de la tabla periódica se pueden hallar en un aparato electrónico complejo. Entre ellos, algunos muy preciados: en 50.000 teléfonos hay contenidos un kilo de oro y diez de plata, convertibles en el mercado en unos 40.000 euros.


Lo más probable es que un teléfono desechado no se recicle correctamente y acabe deconstruido en un vertedero. La ONU estima en un informe que menos de dos de cada diez aparatos fabricados en los países desarrollados se recupera de forma controlada. El 80% restante se destina a circuitos secundarios e ilegales ubicados en China y otros países africanos como Ghana. Casi un tercio de los 42 millones de toneladas de basura electrónica que corren por el planeta se generan en dos naciones: Estados Unidos y China.


Si todos estos aparatos estropeados obtuvieran un tratamiento adecuado conformarían una valiosísima mina urbana de recursos. El reverso de la mina urbana es la mina tóxica. Prácticas primitivas como los baños en ácido, la quema de cables y el almacenamiento de metales nocivos, según un informe de The Lancet elaborado por expertos de la OMS, dejan un reguero de enfermedad en los poblados donde se llevan a cabo.


 Entre ellas: obesidad crónica, diabetes, hipertensión, cáncer de pulmón, alteraciones en la función tiroidea o malformaciones en los recién nacidos.


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