“Primero hay
que dar un Gobierno a España y luego abrir un debate profundo en el
PSOE”, dijo Susana Díaz esta semana. “Primero, el Gobierno de España y
después, los problemas del PSOE”, dijo Rubalcaba. “Estamos ante la
decisión no de apoyar al gobierno del PP, sino dejar que arranque el
gobierno, que va a ser un gobierno parlamentario”, afirmó Felipe
González.
Durante las once horas y
media que duró el Comité Federal del PSOE este sábado, pocos hablaron de
España y nunca se llegó a votar sobre qué Gobierno necesita España.
Todo el día se pasó discutiendo sobre quién votaba qué. Si votaban los
18 miembros que quedaban en la Ejecutiva.
Si lo hacían los
dimisionarios. Si se votaba un congreso extraordinario o una gestora. Si
todo debía quedar a expensas de lo que decidiera la Comisión de
Garantías. Si podía decidir por su cuenta la Mesa del Comité Federal. Si
el micrófono lo tenía Verónica Pérez o Rodolfo Ares.
Como dijeron varias personas
en Twitter, los dirigentes socialistas quisieron cumplir al pie de la
letra esa idea propagandística de que el PSOE era el partido que más se
parece a España. Humor negro, claro. En este caso, sería el que más se
asemeja a la idea peyorativa y negra de España, donde todos hablan en
voz alta sin escuchar, nadie respeta a nadie y los problemas reales se
aplazan para dilucidar antes cuestiones de procedimiento de las que
depende el destino del mundo.
Fue una descarnada lucha por
el poder, con independencia del poder que le reste al PSOE tras este
espectáculo. Javier Solana volvió a escribir el tuit de hace unos días:
“Cuando se tome conciencia del destrozo, todos preferirán 85 diputados”.
Los dirigentes del bando de
Susana Díaz y sus altavoces mediáticos en prensa y televisión no han
dejado de recordar que el origen de esta crisis es el evidente descenso
electoral del PSOE con Sánchez al frente. Aparte del hecho de que nunca
fueron tan impulsivos cuando cerca del 80% de los españoles decía tener
poca o ninguna confianza en Rubalcaba, según los sondeos de CIS, el
pronóstico de Solana les pone ante el espejo. Si se celebraran
elecciones en diciembre, las urnas les devolverían una imagen mucho más
trágica que esos 85 escaños.
Dos decisiones de Sánchez han
desencadenado esta última crisis: la reiteración del “no es no” a Rajoy
y su voluntad de celebrar cuanto antes unas primarias y un congreso
extraordinario que le mantuvieran en el poder. Tanto lo primero como lo
segundo podrían haberle permitido hacer un último intento –de éxito muy
dudoso– de llegar a un acuerdo con Podemos, Ciudadanos o los
nacionalistas. Sus posibilidades de éxito eran escasísimas, pero con lo
anterior ya era suficiente para que Susana Díaz se lanzara al asalto de
Madrid.
Pocos dirigentes simbolizan
mejor la jornada del sábado que Susana Díaz. Ordenó la dimisión de 17
miembros de la Ejecutiva federal. Ordenó a Antonio Pradas que dijera que
la Ejecutiva había quedado disuelta con lo que Sánchez ya no era
secretario general. Envió a Verónica Pérez a Ferraz para que se
autoproclamara “la única autoridad” del partido (a pesar de que la
presidencia de la Mesa del Comité Federal sólo da poder durante la
celebración de esas reuniones).
En la reunión del Comité, no aceptó la
votación en urna, confiada en que ningún miembro de las federaciones
críticas se atrevería a votar contra ella en público. Promovió una
moción de censura que no podía votarse el sábado para derrocar a una
Ejecutiva que, según ella, ya no existía.
Por último, según varios
testimonios del interior de la sala, derramó unas lágrimas mientras
emocionada decía que “estaban matando al PSOE”.
Menos mal que no había ningún
forense en Ferraz que examinara las huellas dactilares en el hacha que
decapitó a Sánchez. Si lo hubiera hecho, no habría salido vivo a la
calle.
Al otro lado, también hubo un
intento patético de forzar la mano a los rivales colocando una urna
para una votación que no se había pactado. Si fue una idea de César
Luena, como dicen algunos, hay que decirle una cosa: hasta para ser
alguien como Susana Díaz, hay que saber. Las Juventudes Socialistas de
Andalucía son un terreno más propicio para el taekwondo que las de La
Rioja.
Es un hecho incontestable que
los electorados suelen castigar a los partidos devorados por crisis
internas. En España, tuvimos el ejemplo paradigmático de UCD. Los hay
también en otros países. Sí, siempre se dice que los votantes y los
medios de comunicación están a favor de una mayor democracia interna
en los partidos. Pero a nada que la división se convierte en
enfrentamiento abierto, reaccionan escandalizados. Cuando la pelea se
parece a la batalla del Abismo de Helm, –en Ferraz sólo faltaron los espectros–, el veredicto de las urnas puede ser espantoso.
Aún podría ser peor si, para
huir de las terceras elecciones, los nuevos dirigentes del PSOE en forma
de gestora controlada por Susana Díaz y los otros barones deciden
permitir la investidura de Rajoy. Será difícil que en este caso unas
lágrimas puedan ocultar el origen de la decisión política, aunque la
tome una gestora en la que Díaz no estará.
De puertas para adentro, eso
no será un problema para la presidenta de Andalucía. Ella es ahora la
gran capitana del barco. El buque insignia del PSOE está varado en la
arena en mitad de ninguna parte, ¿pero qué importa eso si la tripulación
obedece tus órdenes porque de lo contrario tendrán la oportunidad de
probar el látigo?
Como se ha visto en el PSOE
andaluz, no habrá piedad con los que discutan su reinado. Los que ahora
están con ella por distintas razones ya deben de tenerlo muy claro. Será
mejor que empiecen a aplaudir hasta que les duelan las manos.
Iñigo Sáenz de Ugarte | eldiario.es | 01/10/2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION