Cuando comience el desfile todos en pie. Saluden alegres al tanque, al
caza, a la cabra, al himno, al parche de Millán Astray y al Rey. O desen
por jodidos. El día de la patria de toda la vida es una excusa para que
la España de hoy celebre su deporte nacional de siempre: correr a los
malos españoles a gorrazos. El 12-O es mal día para los ateos de
banderas, como es mal día para el zorro británico el día de la caza del
zorro.
La España única, la grande y la que se molesta si eres tan libre
como para pasar del juego patriotero, te observará con lupa. ¿Ha sido
eso un gesto de desagrado al paso del tanque, caballero? Acompáñeme al
tribunal de españolidad, que le voy a hacer un cuestionario. La b)
Sanidad pública. Uf, váyase usted a Cuba, hombre. El 12 de octubre es
ese día en el que a los ateos de nacionalismo se les riñe, como a niños
pequeños que cierran la boca ante la llegada del avioncito –un caza, por
supuesto-- que trae una cucharada con dos tazas de más de lo mismo, de
la misma simbología vacía que hace de felpudo bajo el que barrer.
Le riñeron a ZP los señores de la guerra locales por no levantarse ante
la bandera norteamericana, una, grande y libre por aquella época de
fotos que nos sacaban del rincón de la historia. Un gesto de soberanía
que no venía a cuento. Qué tendrá que ver la patria con la soberanía, le
dijeron, lo que ha hecho usted es una vergüenza en el día de todos los
españoles. Un día de todos los españoles, años después, llamaron Pablo a
la cabra. La cosa vino de los legionarios que descubrieron en las
encuestas que había otra España distinta a la única y que no era
pequeña. Un susto de muerte. La ocurrencia en el día de todos los
españoles tuvo gran acogida entre la España de bien. Al fin y al cabo
era una forma de reñir al ateo con coleta. Y para qué está ese día si no
es para reñir a los malos españoles.
Vuelven a reñir este año a Carmena
–silbada en su primer desfile militar por roja-- o a Pablo Iglesias,
por no acudir a la fiesta. Qué oportunidad perdida para una gran pitada
nacional que hubiera dejado en bragas los intolerables y quién sabe si
ilegales pitos de los Barça-Athletic de Copa. Un gesto inmaduro el de
Iglesias, según el ministro del Interior. La declaración del señor
ministro, patriota como pocos, no fue silbada sino aplaudida por su
ángel de la guarda, Marcelo, tan fuerte que casi pudo escucharse el
palmeo fuera de la cabeza de Fernández Díaz.
No. No es de todos. La mayoría de españoles no son bienvenidos a un día y
una fiesta tan privatizada como la Telefónica. El día de España es un
reducto innegociable de vivas y tanques en el que no se puede entrar con
unas gafas que no sean las del nacionalismo vacío. Y no. No es la
patria. Si fuera la patria tendría cabida que un caminante, tras la
cabra, por supuesto, desfilara recitando los versos de Machado: “En los
trances duros, los señoritos invocan a la patria y la venden, el pueblo
no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre”. Lo correrían a
palos con el mástil de la bandera, golpe a golpe.
Gerardo Tecé, en Contexto y Acción
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