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martes, 29 de noviembre de 2016

La ‘feminización’ de la política: un proceso abierto


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 La feminización no tiene nada que ver con que los partidos políticos tengan más mujeres en cargos de representación, que eso es importante y es necesario. No tiene que ver con la presencia de más mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas, que está muy bien.


 La feminización tiene que ver con la forma de construcción de lo político”.


 Las declaraciones del líder de Podemos, Pablo Iglesias, han causado revuelo. Aunque no es nuevo para el feminismo, Podemos lleva meses utilizando el concepto “feminizar” la política. ¿Qué significa?


La feminización de la política supone transformar la política, cambiar el orden de prioridades e incluso la noción de lo que es o no importante. “Incluye muchas cosas, hacer políticas feministas, que sean la prioridad, hacer un cambio radical de lo simbólico, de la economía, de lo cultural”, enumera la pensadora feminista y diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid Beatriz Gimeno.


Hacer de la dependencia o los servicios públicos de cuidados una prioridad de las políticas.


 Que la lucha contra la violencia de género se sitúe en el centro de la agenda política. Una reforma de las pensiones que tenga en cuenta las diferencias que existen en las carreras laborales de mujeres y hombres.


Dejar de analizar el mercado laboral y la discriminación sin hablar de cómo se reparte el trabajo doméstico y de cuidados.


Nuria Varela, experta en género que fue jefa de gabinete de la ministra de Igualdad Bibiana Aído, durante el gobierno del PSOE de Rodríguez Zapatero, menciona también la necesidad de cambiar las “formas”. “No pueden ser machistas, representativas de la masculinidad tradicional. No puede ser que la política sea una pelea de gallos, un a ver quién grita más o quién dice la declaración más potente”.


El concepto tiene que ver además con deconstruir los roles de género (las conductas y rasgos que se asignan a hombres y mujeres por el mero hecho de serlo) y con poner en el centro del debate “el sostenimiento de una vida que merezca la pena ser vivida”, parafraseando a la economista Amaia Orozco.


Aunque no todo el feminismo comparte la expresión ni las declaraciones de Iglesias, sí hay una afirmación común: la política y lo político son conceptos que se construyen y que, actualmente, excluyen en buena medida a las mujeres, sus demandas y necesidades. “Con las cifras que existen no puede ser que la prioridad sea el terrorismo y no la violencia de género”, dice Nuria Varela.


 Es un ejemplo, sigue, de que la agenda política es androcéntrica: “Está condicionada por la hiperrepresetación de los hombres en la política. Hay que hacer política para toda la ciudadanía”.


La responsable del Área de Igualdad de Podemos, Clara Serra, añade que “cuando la política está copada por hombres hay un modelo de hacer las cosas y se les exige a las mujeres adaptarse a él.


Quiero gente en política que sepa qué es el cuidado, hombres y mujeres”. En este sentido, Serra apuesta por ampliar la mirada y nombra a todos aquellos sujetos alejados de esta masculinidad hegemónica históricamente excluidos de la política como el colectivo LGTBI.


Aumentar el número de mujeres


Todas coinciden en que esa transformación va más allá de la presencia de mujeres en política que, sin embargo, señalan también como prioridad. “La democracia paritaria es parte imprescindible”, apunta Varela, que, eso sí, carga contra el discurso de Iglesias. “Una cosa es decir que que haya mujeres no asegura una agenda feminista ni que exista conciencia de género, pero esto es otra cosa.


 Lo que escandaliza es que asocie los cuidados a algo femenino y ponga de ejemplo el modelo tradicional de madre, no tiene que ver con la realidad actual de las mujeres ni con la crisis de cuidados que tenemos encima de la mesa. El problema es cuando se asocia lo femenino con algo que es propio de otra época”.


Para Serra la entrada de mujeres en política pone en el centro de la agenda los cuidados, tradicionalmente relegados al ámbito privado y a las mujeres. Lejos de considerar esto una cuestión esencialista, que asocia de manera inequívoca el cuidado a las mujeres, asegura que responde a los roles tradicionales de género. “Si la política la hacen solo aquellos que por tradición y cultura no conocen el cuidado y lo han dejado en manos de otras personas, la política está sesgada”, sostiene.


Esta introducción del cuidado en la política, dice, “no es defender a las madres en las casas” sino que tiene que ver con la promoción de los servicios públicos y, por ejemplo, el desarrollo de la dependencia, las escuelas infantiles, residencias para personas mayores… La activista feminista Justa Montero apunta también a otras políticas como la interrupción voluntaria del embarazo o la violencia machista.


Un concepto que genera controversia


El concepto en sí, la feminización de la política, genera controversias. Montero asegura que el término “da lugar a equívocos”, al igual que Beatriz Gimeno. “Yo no usaría ese término nunca, porque no creo que haya cualidades inherentes a las mujeres. Nos tendríamos que poner de acuerdo en qué es femenino, en si es algo natural o construido, en si son cualidades buenas”, afirma.


Beatriz Gimeno sí asume que es un concepto con el que muchas feministas se sienten identificadas. “Hablan de que determinadas características que tenemos las mujeres en mayor medida por nuestra socialización es algo que hay que transmitir a la política”. Sin embargo, Gimeno reivindica el “derecho al mal”, un concepto acuñado por la filósofa Amelia Valcárcel o, lo que es lo mismo, el derecho a que a las mujeres no se les exija un plus de bondad o empatía.


Por ello, la feminización de la política no pasa porque las mujeres tengan necesariamente que reproducir los roles considerados femeninos para hacer política. “Las mujeres tienen que tener derecho a hacer política hagan lo que hagan”, sostiene Serra, que hace hincapié en que es necesario reivindicar que “ellas no tengan que adaptarse a un modelo tradicional, asociado a los hombres, para alcanzar altas cotas de poder”.


Esto ocurre, dice, “cuando pocas mujeres entran en política, porque cuando entran muchas, también entra la diversidad. Yo quiero que en la política haya mujeres y hombres diferentes, no asociados a los roles tradicionales”. Además, asegura que las prioridades que se introducen cuando se feminiza la política no deben reducirse a “los problemas de las mujeres” sino que deben convertirse en cuestiones universales. Por ello, dice Serra, feminizar la política “es también una apelación a los hombres”.


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