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jueves, 3 de noviembre de 2016

Ramón Espinar es un “asesino en serie” del mercado inmobiliario, según los expertos




Ana Botella y el fondo buitre Blackstone ya lo advirtieron en 2011



En una operación relámpago, el diputado de Podemos, Ramón Espinar, tenía planeado comprar el pasado jueves, a las doce del mediodía, la torre de telecomunicaciones de Madrid, popularmente conocida como El Pirulí, para venderla después de comer y poder adquirir antes de las ocho de la tarde la provincia de Badajoz con la intención de desprenderse de ella al día siguiente y pujar, minutos después, por la mitad oriental de Groenlandia, y así sucesivamente. 


Esta trepidante estrategia especulativa conformaba el modus operandi del dirigente de Podemos al que los medios de comunicación acaban de desenmascarar al saberse que vendió una vivienda joven en 2007 sin destinar los beneficios de esa venta a los negritos de África, tal como suele hacerse en la Comunidad de Madrid. 


A partir de ahí, la espiral especulativa de Espinar se acelera y desemboca en una borrachera inmobiliaria desenfrenada que ni siquiera los inspectores de Hacienda más sanguinarios y veloces son capaces de neutralizar. 


“Compraba y vendía a una velocidad tan endiabladamente espantosa que no nos daba tiempo ni a montarnos en el coche”, aseguran los funcionarios de la Agencia Tributaria. 


“Una vez vendió un bloque de apartamentos media hora antes de comprarlo, y mientras llegaba el notario se lo alquiló a una corporación francesa durante diez minutos”, revela uno de los inspectores que seguían los pasos de Espinar.


“Este tipo de psicópatas siempre actúa igual”, advierten los psicólogos. “Compran rápido, venden raudos y aman despacio”.      








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