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Indefensión
es aquello que hace imposible la razón para quien sufre, y es también
lo que remueve el alma de quien sabe que otro se encuentra enredado en
algún tipo de orfandad.
80 niños,
por decir un número, fueron sometidos a todo tipo de vejaciones sexuales
a manos de unos hombres y unas mujeres que plañían por la rectitud de
cara a la galería mientras pisoteaban toda cordura de puertas para
adentro. 80 niños violados continuamente, y dos de las que nadie ha vuelto a saber nada.
Ocurría
en Castellón a mediados de los 90. A juzgar por la información de la
que disponemos, parece ser que la trama pedófila, que tenía nombres y apellidos de sobra conocidos
en la esfera política, campaba a sus anchas por Benicarló.
Un secreto a
voces que contaba con la aprobación de algunas de las personalidades
más relevantes de la época, bien porque se divertían desflorando la
inocencia de aquellos niños, o bien porque obtenían beneficios y favores
al hacer la vista gorda.
Que los
primeros puedan dormir tranquilos va con su condición de sádicos, pero
que aún hoy lo hagan los segundos, los que callaban por prebendas y
cuatro duros, avergüenza a cualquier animal.
¿Cómo es posible que nadie,
absolutamente nadie, haya atendido las denuncias de la violación
continuada de niños y niñas que en muchas ocasiones no superaban los cuatro años de edad?
¿Cómo puede ser que la vileza, la inmoralidad, la malicia y la depravación estén tan consentidas?
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