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domingo, 25 de diciembre de 2016

Aún quedan jueces en Luxemburgo

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Quedan jueces en Luxemburgo, pero los queremos en Madrid. Las vergüenzas de nuestro sistema de Justicia han salido a la luz tras la sentencia sobre las cláusulas suelo dictada por el Tribunal de Justicia de la UE. 


No es la primera ocasión en la que sucede pero sí es un ejemplo tan claro y tan evidente que es imposible ocultarlo .


Tenemos un sistema judicial que funciona razonablemente bien en las bases –en parte por el esfuerzo personal y contracorriente de muchos magistrados- y en las cuestiones que afectan a la ciudadanía, pero que ha sido viciado y manoseado y pervertido en las cúpulas, sobre todo cuando sus resoluciones afectan directamente al poder.


La sentencia sobre la retroactividad de las cláusulas suelo consigue dejar esta verdad desnuda.


El Tribunal Supremo dictó en mayo de 2013 una sentencia que surfeaba por la ingeniería jurídica para obviar algo que está recogido en el Código Civil desde el siglo XIX , fallando a favor de los consumidores pero preservando a la banca de devolver las cantidades cobradas de más hasta la fecha de publicación de aquella sentencia.


No fueron motivos jurídicos, los únicos que deben mover a un tribunal de Justicia, los que propiciaron esa solución.


Los propios magistrados del Tribunal Supremo disconformes con esta actitud lo explican claramente en una sentencia posterior “el verdadero motivo de la limitación del efecto retroactivo de la cláusula no fue otro que el posible riesgo de trastornos graves y sistémicos en las entidades financieras”.


Así que los jueces del TS, esos que son elegidos por un CGPJ politizado para que sean sensibles a la Razón de Estado, lo fueron y mezclaron cuestiones económicas y posibilistas con las exclusivamente jurídicas.


Fueron otros jueces más ajenos a las presiones y a las preocupaciones bancarias y gubernamentales que se cuecen por los mentideros de la Villa y de la Plaza de la Villa de París los que, considerando que el criterio de sus superiores dejaba que desear, acudieron directamente a los jueces de Luxemburgo, y eso saltándose también el paso del Tribunal Constitucional en el que aún son más claras las influencias peligrosas de las que hablamos.


Y es que todos los mecanismos del Estado de Derecho se pusieron en marcha para salvarles el culo a los bancos. Lo de los ciudadanos qué importancia podía tener si eran los dueños del cotarro los que se quejaban.


La Fiscalía fue el instrumento utilizado para introducir en el Tribunal Supremo el tema de la irretroactividad tal y como nos confiesa un magistrado en el voto particular: “el posicionamiento de esta Sala en relación con la mal llamada irretroactividad: tal petición fue introducida por el Ministerio Fiscal sin que integrara el objeto de este proceso y su adopción obedeció a razones económicas”.


 Más claro agua y lo dice uno de ellos.


Cuando el asunto se complicó para los intereses del amo, la Abogacía del Estado en nombre del Reino de España, pero actuando contra los intereses de sus ciudadanos, se despachó en Luxemburgo con un escrito inmenso para solicitar que se mantuviera la posición favorable a la banca.


Al final se ha vuelto a demostrar que la Justicia que se imparte desde las proximidades del poder está secuestrada en nuestro país. Han tenido que ser los jueces de Luxemburgo, a los que los políticos patrios y las entidades nacionales no pueden acceder, a los que no pueden hacer oír los cantos de sirena del bien nacional que no es sino el bien de los de siempre, los que han tenido que poner blanco sobre negro lo que dice la Ley. Esa que reescribieron en España teniendo en cuenta elementos ajenos al pleito que dirimían.


No se cómo va a salvar la cara el Tribunal Supremo ahora. Han convocado un pleno pero lo mismo podían haber convocado un velatorio por su prestigio y por nuestra seguridad jurídica. ¡El Rey esta desnudo! Si de verdad queremos salvar nuestro Estado de Derecho tenemos que conseguir que los poderes fácticos saquen sus manos del Poder Judicial. Todo lo demás, fuegos de artificio.


Elisa Beni




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