El último pensamiento puede determinar la calidad de
nuestro sueño a la vez que puede usarse para practicar yoga en los
sueños y cobrar lucidez
Hoy en día muchas personas tienen
hábitos poco conducentes a un buen dormir y menos aún a la exploración
lúcida de los sueños. Se considera que lo importante es simplemente
dormir --conciliar el sueño como sea y apagar la mente-- sin pensar en
la forma en la que hacemos esto, ni reparar en la riqueza posible del
mundo onírico. Muchas personas se quedan dormidas viendo televisión o
llevan sus celulares o tabletas a la cama y lo último que ven es una de
esas pantallas brillantes.
Además de que esto afecta los ciclos de
melatonina que permiten dormir bien, de alguna manera también estos
hábitos in-forman nuestros sueños, cruzando el umbral como fantasmas
mentales y programando el contenido de nuestros sueños.
Como los antiguos navegantes que
zarpaban a lo desconocido y se encomendaban a santos o a deidades, al
dormir uno puede realizar una pequeña oración y/o meditación como
programación y purificación para tomar un buen camino. El maestro
budista Chökyi Nyima Rinpoche señala:
Justo antes de
quedarse dormido siempre hay un pensamiento final. Podemos intentar que
ese último pensamiento sea uno noble y benevolente. Si lo hacemos, la
cualidad de ese pensamiento puede permear todo nuestro sueño... podemos
decir, desde un punto de vista espiritual, que nuestro sueño se vuelve
un sueño virtuoso. Si tu último pensamiento es egoísta o hasta hostil,
entonces quedarse dormido con eso en la mente satura todo el proceso de
sueño con emociones poco sanas. Esto es una idea muy simple, pero es una
importante. Sin mucha dificultad... podemos asegurarnos de que una
parte significativa de nuestra vida se vea saturada de bondad.
Y es que resulta absurdo y francamente
inconsciente abandonarse sin más, sin esperanza de recuerdo o provecho, a
la oscuridad de los sueños, cuando en realidad no es tan difícil llevar
con nosotros la lámpara de la conciencia. Andrew Holecek, en su libro Dream Yoga, hace énfasis en la importancia del último pensamiento del día:
Tomando un concepto
del yoga del bardo: el último pensamiento que tienes antes de quedarte
dormido tiende a reencarnar como el primer pensamiento o sensación en tu
próximo estado de conciencia. Si puedes gentilmente sostener un
pensamiento, intención o sensación antes de dormirte, ese pensamiento,
intención o sensación tiende a surgir en tus sueños.
El sueño es la continuidad de nuestra
mente, una zona porosa y permeable a los pensamientos y acciones de la
vigilia, si bien más sensible a registros sutiles. Así podemos disolver
la frontera dualista entre el sueño y la vigilia y tratar de tejer un contínuum
no-dual, que permita construir una estado mental estable orientado a la
paz y la sabiduría. Desperdiciar ese tercio de nuestra existencia,
donde además podemos indagar la realidad bajo preciosas condiciones
especiales, es casi imperdonable desde la perspectiva del espíritu.
Holecek recomienda realizar ciertas
prácticas de limpieza y cultivo de virtud previas para prepararnos para
el sueño, quizás de la misma manera que nos prepararíamos para un
encuentro con un ser querido (el alma que en el misticismo es la amada) o
que nos aseguraríamos de calmar nuestra mente antes de una cita
importante. "Una buena higiene para dormir en el sentido espiritual
tiene que ver con irse a dormir con un estado mental limpio para que
puedas tener sueños claros y limpios".
Después de hacer ejercicio o
ensuciarse en la lluvia o en el lodo, generalmente una persona se
bañaría antes de dormir. Esta misma higiene tiene sentido en su aspecto
mental o espiritual.
El lector que quiera hacer de su diaria
incursión "oneironáutica" podría ensayar esta invocación de Guru
Rinpoche: "Cuando te vas a dormir cultiva el Espíritu del Despertar
(bodhicitta) pensando, 'Por el bien de todos los seres sintientes a lo
largo y ancho del espacio practicaré el samadhi ilusorio, y lograré la perfecta budeidad. Para este propósito entrenaré en mis sueños" (Natural Liberation, trad. de Alan Wallace).
El samadhi ilusorio es la
concentración durante el estado onírico y el dominio del cuerpo del
sueño. Guru Rinpoche sugiere que el sueño puede usarse para precipitar
nuestro propio despertar, el cual tiene el motivo esencial de servir
para el despertar de los demás. Los sueños como un terreno sagrado, un
"laboratorio" (palabra que sugiere tanto el lugar donde se labora como
el lugar donde se ora).
Para hacer disponible el sueño como espacio de
labor espiritual es necesario reconocer el sueño como sueño, hacerlo
consciente o lúcido. Al hacer esto uno entra en una dimensión de
posibilidades casi infinitas, como uno de esos espacios paralelos en The Matrix en los cuales Neo realiza un entrenamiento acelerado descubriendo la naturaleza ilusoria de la realidad.
En la tradición del budismo tibetano se
recomienda mantener una visualización antes de quedarse dormido, una de
las que se suelen usar es visualizar una A (puede ser tibetana,
sánscrita, latina, etc.) en la garganta o una perla roja en este mismo
punto. En la incipiente ciencia occidental de los sueños lúcidos se usan
a veces dream signs, objetos mentales o señales particulares
con las que el practicante trabaja a la manera de "memoria
prospectiva" para detonar el sueño lúcido.
Un ejemplo de esto es la
peonza (o trompo) de la película Inception. Uno puede
visualizar cierto objeto con la intención de reencontrarlo en el sueño
y, cuando esto sucede, la identificación suele detonar la lucidez.
No sólo los budistas han visto el sueño explícitamente como un espacio de integración y desarrollo espiritual.
En Occidente, el filósofo neoplatónico Sinesio observó que los sueños eran indicadores de nuestro progreso espiritual
y llamó a limpiar el espejo de la fantasía o de la imaginación para que
pudiera reflejar la divinidad. Uno de los últimos grandes alquimistas
de Occidente, René Schwaller de Lubicz, dijo:
El segundo antes de
caer en el sueño es el momento más valioso del día, cuando el córtex
cerebral se apaga y tú sigues en una conciencia despierta. Realmente es
el estado meditativo perfecto, y las asociaciones hechas en ese estado
no obedecen reglas lógicas; pueden traer consigo verdaderas revelaciones
al liberarse de la rutina de los significados racionales. Como la mente
ha abandonado el control, pero no la conciencia, deja el campo abierto
al complejo emocional que usualmente yace suprimido y atado por la
mente.
Date cuenta que la presencia última de la más alta función
intelectiva, aunque en un estado completamente pasivo, es esencial
porque sin esa presencia simplemente estás dormido y soñando, y nadie
nunca ha logrado nada en un estado de sueño profundo... Algunos estados
de conciencia pueden compararse con sueños, pero si han de servir a la
conciencia, deben ser una agudización, no una obnubilación.
Aunque lo que refiere aquí Schwaller
tiene que ver más con el estado hipnagógico, "aquel que lleva al sueño",
el cual recomienda usar como práctica contemplativa, no hay duda de que
el cultivo de una relajación aguda (no obnubilada) en los momentos
antes de quedarse dormido tendrá un efecto positivo en el sueño global.
Schwaller exhorta a pasar de la inteligencia racional a lo que llama
inteligencia del corazón, esto es, cortar el pensamiento discursivo y
dejar que se "inscriba la vibración emotiva".
La práctica de los sueños, ya sea de los
sueños lúcidos o del yoga tibetano de los sueños, es importante también
porque es la forma que tenemos para ensayar nuestro paso de la vida a
la muerte. Como dijo Shakespeare en La tempestad: "Estamos
hechos de la misma materia de los sueños y nuestra breve vida cierra su
círculo con otro sueño". Quizás el aprender a reconocer que estamos
soñando, lo cual es favorecido por la atención y la intención que
llevamos a nuestros últimos momentos antes de quedarnos dormidos, sea
una forma de practicar el reconocimiento también del sueño de la muerte
--el sueño que sigue al sueño de la vida.
Al morir, según enseña el
budismo tibetano, entramos a un mundo transitorio o intermedio, llamado
bardo, el cual está compuesto de nuestro propio contenido mental o
karma. La conciencia que llevamos al bardo y la forma en la que
interactuamos con los fenómenos que producimos allí determinan nuestra
siguiente reencarnación o incluso nuestra trascendencia del ciclo de
muerte y renacimiento.
Lo fundamental en esto, al igual que en un sueño
lúcido, es notar que lo que estamos experimentando está siendo generado
por nuestra propia mente. Al igual que en los sueños, nuestros últimos
pensamientos en vida pueden ser determinantes en la generación de los
fenómenos del bardo, ya sean más puros y claros o más opacos y nebulosos
y por lo tanto difíciles de ver su realidad.
Al final todo se trata, en
la vigilia o en el sueño, en la vida o en la muerte, de despertar, que
es lo mismo que reconocer la luz de la propia conciencia y erradicar la
ignorancia que es la fuente del sufrimiento.
Como dice Guru Rinpoche en
el Bardo Thödol (el mal llamado Libro tibetano de los muertos): "la ignorancia es no reconocer que la luz que ves es el despliegue de tu propio ser".
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