Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


sábado, 18 de marzo de 2017

En el 132º aniversario del último patíbulo para ejecutados en público.


En el 132º aniversario del último patíbulo para ejecutados en público.



El 18 de marzo de 1885 se alza en Valencia el último tablado para ejecutar en público a un condenado a muerte.


En el siglo XIX se estableció el “garrote vil” como forma de ejecución a los reos condenados a muerte. Un patíbulo de quita y pon se instalaba en el antiguo cauce del río, entre los puentes de Serranos y de la Trinidad, en el muro-pretil recayente a la parte de la ciudad de Valencia. 



 

Allí tenían lugar las ejecuciones que, como si de un espectáculo público se tratara, eran anunciadas días antes para todo aquel que quisiera presenciarlas.


 La función pasaba a ser toda una diversión macabra ya que los espectadores se colmaban de morbosidad con comentarios acerca del tiempo de ejecución, de la cara “postmortem” del ajusticiado, de los momentos previos a la ejecución…


 ¿Se desmayaría el reo? ¿Blasfemaría enloquecido como un endemoniado?


 

En los momentos que estaba “en capilla” le visitaban diversos Hermanos de la Caridad quienes tenían la misión de ayudarle en el bien morir y hacer que se arrepintiese de sus pecados. Le obsequiaban con una copita de Jerez. La lúgubre capilla se hallaba situada en el torreón del Águila, junto a las torres de Serranos.


 

Previamente los frailes de la Caridad habían recorrido la ciudad haciendo sonar unas campanillas que anunciaban la inminente ejecución y mostrando los cepillos recaudatorios decían: “para decir misas por el reo que van a ajusticiar”, repitiendo esta frase cabizbajos y a ritmo de campanilla.
 


El día antes de al ejecución, a medianoche, comenzaban a levantar el patíbulo, un tosco tablado de madera con escalerillas. Arriba, en el centro, se colocaba el grueso palo que sostenía ese artilugio infernal popularmente llamado torniquete, el que tras unas vueltas de tuerca daba acceso al tornillo que se introducía en la nuca de los reos.


 Un espectáculo lamentable que hacía desencajar el rostro y sacar la lengua del ejecutado, casi siempre cubierto con una capucha negra.




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