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martes, 28 de marzo de 2017

En el 75º aniversario de la muerte de Miguel Hernández



En el 75º aniversario de la muerte de Miguel Hernández 

 El 28 de marzo de 1942, con tan solo 31 años de edad, a consecuencia de una bronquitis que degenera en tuberculosis, fallece en la enfermería de la prisión de Alicante, el poeta y dramaturgo Miguel Hernández, relevante autor de la literatura española del siglo XX.
 El mundo alucinante de las cárceles es un recorrido por una condena a muerte en enero de 1940, conmutada en junio por treinta años, y por una geografía carcelaria que se llama Conde de Toreno (Madrid), Palencia, Ocaña, hasta el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde muere.








Miguel poseía la perfección poética. De su libro “El rayo que no cesa”, dijo Rafael Alberti: “Verdadero rayo deslumbrador, revelador, de poeta nativo, sabio”.



Es posible que andando el tiempo el historiador que quiera dar voz expresa a la anónima del pueblo, acuda a los poemas de Miguel Hernández, que estuvo desde el primer momento al lado del pueblo y murió siendo pueblo.

 La voz de Miguel Hernández no cesa de cantar. El lo había dicho: “Moriré como el pájaro cantando”. Una sola y dilatada voz herida. Voz y música, que susurran su poesía. Voz vieja y nueva del pueblo. Voz de siempre.


 Voz trepadora de altura que vuelve a las veredas de todos los campos a cantarle a todo el mundo la verdad con su grito y encender los cielos luminosamente con su poesía . Su voz, siempre nueva.


¡Como que es la voz divina, por humana del pueblo mismo! Del pueblo, decimos, como un solo hombre y como un hombre solo.


 Nadie mejor que él supo sintetizar las aspiraciones y sentimientos del pueblo. Y el pueblo fue la fuente viva de su poesía.



Miguel Hernández, solitario cabrero del verbo apasionado, aquí y allí, está eternamente vivo. Es el defensor sonoro del corazón de España. Estará muerto él, como una guitarra salvaje, bajo la tierra seca, pero su raza como su poesía, estarán siempre en la memoria viva del pueblo.

 Honda, pura voz del poeta, música cadenciosa y dilatada; sombría y clara como voz de agua, que es de lluvia o de gotear en la piedra; de llanto y de risa; de súplica, de rezo, de gozo, de amor y de nostalgia. Voz que dice el más puro y hondo pensamiento, el que siente, el que canta.


Voz de sangre. Música de corazón y de estrellas. La voz de España. Voz de tu pueblo. Como la copla en la guitarra, mi garganta, mi pensamiento y mi corazón la guardan.


Compañero del alma, compañero.





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