La libertad de expresión se pone a prueba cuando lo que escuchas te disgusta
El mensaje del famoso autobús de HazteOir contra los
niños transexuales es fanático, repugnante, integrista... y además es
falso. Hace tiempo que está más que demostrado científicamente que la
sexualidad no siempre depende de tus genitales: es un hecho, no una
ideología.
Hay algunas niñas con pene y también algunos niños con vulva,
y por eso la campaña transfóbica de los ultras de HazteOir es
especialmente peligrosa, porque afecta a un colectivo muy vulnerable: los menores transexuales.
El autobús de HazteOir no debería circular, de la misma manera que se
debe vetar cualquier publicidad engañosa o determinados mensajes en
televisión durante el horario infantil. Debe ser retirado, más aún
cuando la mentira de esa campaña puede provocar tanto daño en niños.
Si
los seguidores de HazteOir quieren autoengañarse con su odio a la
homosexualidad, que lo sigan haciendo en esas conferencias frikis que organizan
y a las que no va casi nadie, pero no en el espacio público donde sus
falsedades pueden afectar a menores.
Hay que vetar ese autobús, pero
también creo que esta campaña odiosa y reaccionaria no debería ser
penada como un delito ni perseguida por la Fiscalía.
"Que tu opinión te lleve a la cárcel es un absoluto exceso de nuestra legislación", escribí hace unas semanas
a cuenta de la sentencia contra César Strawberry. Sigo pensando lo
mismo. La libertad de expresión se pone a prueba cuando lo que escuchas
te disgusta.
Los dirigentes de HazteOir y los grupos ultracatólicos que
los financian no se merecen la cárcel. Sí la mayor de nuestras repulsas.
Ese sector de la Iglesia al que representa HazteOir ha perdido en
España todas sus batallas culturales durante las últimas cuatro décadas.
Perdieron la batalla del divorcio, la del aborto, la del matrimonio
gay…
Hasta Mariano Rajoy, el que llevó al Constitucional la reforma de Zapatero que permitió las bodas entre personas del mismo sexo, ahora baila la conga en bodas gays de dirigentes de su partido.
Son ya una minoría menguante en la sociedad quienes hoy niegan a los
homosexuales los derechos más fundamentales, por no hablar de los
que quedan en España que hoy piden ilegalizar el divorcio, el toples en
las playas o el cine porno.
HazteOir representa a un
país que ya no existe, a una minoría anacrónica y casposa, superada por
sus prejuicios y frustrada por su incapacidad para imponer su moral a
los demás, como hicieron durante tanto tiempo. Incluso en un partido
como el PP, sus valores excluyentes huelen a rancio.
Aunque les pese a
los ultras, la sociedad española es hoy más abierta, más tolerante, más
educada, menos fanática y menos reaccionaria. En el último medio siglo,
España ha dejado de ser esa "reserva espiritual de Occidente" que impuso
la represión franquista para convertirse en uno de los primeros países
del mundo en legislar los derechos de las parejas del mismo sexo.
¿Existe aún la homofobia y la transfobia? Sin duda. Pero la casi
unánime repulsa que esta campaña ha provocado incluso en gran parte de
la derecha demuestra hasta qué punto ese discurso odioso está en
retroceso en España. Hasta el portavoz del PP, Rafael Hernando, ha
calificado esta campaña de "disparate".
Desde la
posición de HazteOir, la polémica provocada por su autobús ha sido un
éxito. Nunca antes habían logrado tanta repercusión con ninguno de sus
repugnantes mensajes.
Pero el griterío que rodea a este grupo cada vez
más ultra también muestra su debilidad.
En los últimos años han perdido el apoyo de la jerarquía católica y del PP, que durante años les ampararon.
Hoy son más ruidosos porque son irrelevantes.
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