Sólo faltó Marcelino marcándole el gol de cabeza a Rusia. El resto del establishment
histórico acudió a cerrar filas al toque de corneta ordenado desde la
capitanía del sur. Estaban todos los que alguna vez fueron.
Desde Pepe
Bono a Edu Madina, pasando por Rubalcaba y Chacón, de Miguel Sebastián
hasta Rosa Aguilar –el viaje de esta mujer nunca acaba– sin olvidar a
los barones llegados desde todos los puntos del Reino y, por supuesto,
las vacas sagradas: Felipe, Alfonso o José Luis –a las vacas se las
llama por el nombre de pila. Parejas previsibles y parejas enfrentadas
en combates anteriores, unidas todas en torno a eso que, por su
capacidad de movilizar, se conoce como El Aparato.
Como en un carísimo anuncio
de CocaCola, una arrolladora sensación de ilusión forzada protagonizaba
la jornada en la que la hija de la casta de fontaneros anunciaba lo que
ya se sabía desde hace años: era ella, quién si no, la elegida por el
aparato y los poderes que orbitan y viven en la política. Quienes piden
un nuevo PSOE no entienden el trastorno que eso supone en la planta
noble de España, era lo que venía a decir sin llegar a decirlo la enorme
demostración de musculatura de esta mañana.
Sin más argumento político
para llevarse a la boca que el propio culturismo, los significantes
vacíos tomaron Ifema. “Socialismo”, “ganar”, “España”, “ilusión”.
Conceptos aplaudidos desde una primera fila llena de tótems en la que se
acumulaban tantas decepciones históricas que, por si se jodía el spot,
ninguno de ellos subió a hablar.
El eslogan elegido para la
presentación de la candidatura oficialista era perfecto: “Cien por cien
PSOE”. ¿Ves las primeras filas, hijo? Pues todo eso es socialismo, fuera
de ahí la nada. El órdago de “el socialismo es mío” era tan obvio en un
momento dado que los disimulos quedaron a un lado y Susana Díaz pidió
un aplauso para Javier Fernández, presidente del organismo neutral,
también conocido como La Gestora, que no ha podido venir por, bueno, ya
sabéis por qué, guiño, guiño. No estamos todos, falta Javier. Felipe
González casi se remanga la camisa para enseñar bíceps.
A pesar de lo que pueda
parecer por el exceso de músculo, el presupuesto del spot no iba todo a
anabolizantes. Lo personal también contaba. Y mucho. Lo de hoy era de
algún modo la puesta de largo oficial de una apuesta cocinada por las
élites del partido, cargo a cargo, a fuego lento, durante toda una vida.
Era el debut en la gran liga de esa niña criada en los pasillos de una
sede local del PSOE de Sevilla por varios padres que no eran fontaneros.
Satisfecha, la primera fila recibía el cariño de vuelta de la ahijada:
“de Alfonso aprendí el valor de la palabra, de José Luis aprendí…”.
Mírala qué mayor está ya, ha salido clavadita al padre político, habla
como Felipe en los 80, se debió de susurrar en algún discreto boca oreja
durante su larguísimo discurso.
“Somos socialistas de verdad,
de siempre, y eso lo hemos llevado siempre con nosotros”, se
desgañitaba significante tras significante la criatura política hecha a
imagen y semejanza de un PSOE que emprendió hace tiempo un camino que no
les está llevando al futuro, a pesar de eslóganes, sino a convertirse
poco a poco en un recuerdo hípster. Un discurso que lo mismo niega la
aritmética –no pactaremos ni con PP ni con Podemos–, que se tatúa
obviedades, –vamos a gobernar desde la victoria.
Los jóvenes estudiantes
socialistas colocados tras el tiro de cámara dejaban de lado los
conocimientos frescos de Matemáticas y Filosofía para aplaudir por el
bien de España. De una arenga a otra hasta la arenga final: “Somos el
PSOE, somos el PSOE”. Que somos el Madrid, hostia, gritaba Benito Floro
en aquel vestuario de Lleida, esperando que, con recordárselo a sus
futbolistas, un problema que era de fondo se arreglase. A él no le
funcionó.
Gerardo Tecé | Ctxt | 26/03/2017
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