En una ocasión escuché a Francisco
Marhuenda decir que él no se tomaba vacaciones de las tertulias porque
tenía que defender la posición de sus jefes.
Las grabaciones de la
Policía sobre las que se sustenta su imputación por coacción solo vienen
a refrendar algo que él ya ha demostrado en multitud de ocasiones con
su periódico: no importa dirimir si cometió delito para saber que ha quedado invalidado para ejercer como periodista,
si alguna vez lo hizo.
Su labor no es hacer periodismo sino defender la
posición de los que le pusieron al mando del diario.
Defender a los de
su clase. Aunque para ellos él solo sea una pieza a intercambiar en caso
de problemas. El periodismo está lleno de representantes de la clase
dominante que tienen como único objetivo perpetuar los privilegios de
los suyos frente a los trabajadores. Las grabaciones del director de La Razón son solo una prueba más de algo plenamente conocido.
Las élites, el establishment,
la casta, la trama, la burguesía, los de arriba, son diferentes formas
de denominar a aquellos que en la guerra de clases están apalizando a la
clase obrera. “Le hemos dicho que eres un soldado nuestro, que eres
intocable para nosotros y ella por las malas tiene mucho que perder.
En
una guerra no puede ganar”, decía Marhuenda a Edmundo Rodríguez Sobrino,
consejero delegado de La Razón, y que ahora duerme en la
cárcel. Ese lenguaje bélico no es casual en privado, pero es algo que
negará en público. Que la lucha de clases es un invento de los
izquierdistas trasnochados suele ser su manera de plantear en sus
innumerables participaciones en televisión que eso ya no existe para que
los de su clase sigan lucrándose a costa del esfuerzo de los
trabajadores.
La guerra de clases se juega de manera
indispensable en el plano mediático. Por eso Marhuenda está siempre en
televisión, radio y papel defendiendo la posición de sus jefes. Porque
además le tienen bien enseñado. “Yo le he dicho (a Marhuenda) que su
continuidad depende de esto”, decía Mauricio Casals, presidente de La Razón y consejero de Atresmedia,
a Rodríguez Sobrino.
Establecer relatos que pongan en tela de juicio
los discursos de propagandistas que fingen ser periodistas es
imprescindible. Y hacerlo en su campo de batalla.
La presencia en los
medios de los soldados que defienden los privilegios de la clase
dominante no faltará. Nunca falta. Es imprescindible aumentar la
representatividad en los medios de comunicación de gente honesta, de
profesionales que hagan su trabajo, de representantes de la clase
obrera, de mujeres, de migrantes. Solo una mayor presencia en el campo
de batalla mediático propiciará poner en cuestión el relato interesado
de los que miran desde arriba a los que sufren.
Francisco Marhuenda ha ido a declarar a
la Audiencia Nacional por hacer algo que todos sabíamos, utilizar los
medios de comunicación para defender los privilegios de una clase a la
que él aspira a pertenecer pero que ahora solo le tiene contratado para
servirla.
Los periodistas somos los principales responsables de que
estos modos de actuación no tengan una mayor sanción social. La
Asociación de la Prensa de Madrid (APM), que montó una campaña contra el
partido político que con mayor intensidad cuestiona el dominio de las
élites, mantiene un prudente silencio al ver cómo unos pocos se sirven
de la profesión para sus negocios y cometidos.
La APM eligió en el año 2013 a Ignacio González
como anfitrión para los premios de periodismo que cada temporada
otorga. En aquel año ya se conocía el uso fraudulento de Telemadrid por
parte del PP que él y Aguirre llevaron a cabo y que culminaría con el
despido de 800 trabajadores.
En aquel año ya se conocía la demanda que
había realizado contra Pilar Velasco, de la Cadena SER
por la publicación de la información sobre las bolsas de basura en
Colombia. En aquel año ya se conocía la demanda que había interpuesto
contra Ignacio Escolar por informaciones sobre el campo de golf del
Canal de Isabel II. Quien no respeta su profesión no puede exigir
respeto para los que la ejercen.
Antonio Maestre | La Marea | 22/04/2017
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