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jueves, 13 de abril de 2017

Una reflexión sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos



Como comunista soy un firme defensor no solo de que los pueblos tienen derecho a decidir, sino también de que el derecho de autodeterminación no es un problema para la clase obrera, sino en todo caso para la oligarquía.




La patria burguesa no es la misma que la patria obrera, los oligarcas temen cualquier cambio que pueda afectar a sus intereses y cuando defienden la centralidad, o la independencia, lo hacen pensando en esos intereses y no por el bien de su pueblo.

 
Como dijo Lenin “no se puede hablar de libertad si antes no se reconoce el derecho de los pueblos a separarse de su metrópoli cuando lo crean conveniente”.


Suelo poner un ejemplo que seguramente no es el más adecuado, pero que considero que es muy explícito.


Comparemos el derecho a la autodeterminación con el derecho al divorcio, y a la pareja, el núcleo familiar que convive en la casa, con los pueblos y naciones que conviven en el estado.


Imaginemos una pareja felizmente casada, que vive en un país donde no existe el derecho al divorcio, una pareja feliz, con unos hijos sanos a los que adoran. En definitiva una familia bien avenida, que tiene una vida cómoda y con sus necesidades cubiertas. Ahora imaginemos que ese país legaliza el divorcio, ¿a alguien se le puede pasar por la cabeza que esa pareja feliz vaya a divorciarse porque se le reconozca el derecho a hacerlo?
 

Pues lo mismo pasa con los pueblos, cuando la convivencia es buena en la casa de todos que es el estado, los pueblos son mucho más conservadores y fieles que una pareja, no corren el peligro de enamorarse de otro y si el estado respeta su hecho diferencial, les garantiza su derecho a decidir, cubre sus necesidades básicas y trabaja por la buena convivencia de los pueblos que forman este estado plurinacional, o unión de repúblicas, o estado federal, la fórmula o sistema en la que estos pueblos hayan decidido organizarse, ningún pueblo se va a divorciar, ninguno entenderá la independencia como solución a problemas inexistentes.


El problema viene cuando no hay respeto al hecho diferencial, cuando las distintas nacionalidades no son reconocidas, cuando hay idiomas de primera y de segunda, cuando el derecho a la autodeterminación no está reconocido y el estado se convierte en una cárcel de pueblos, en vez de en la casa de todos.


Defiendo la unión voluntaria de pueblos libres, de naciones que deciden caminar juntas, los hace más fuertes, los enriquece esa diversidad de culturas, tradiciones, e historia diferenciada.


No consintamos que los miserables que se envuelven en banderas para beneficio personal; que los que venden odio y mentiras consigan enfrentar a los pueblos, a las naciones que forman parte del Estado Español.







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