Hay una gran expectación en Madrid ante los buenos resultados que las
encuestas auguran a Ciudadanos. La posibilidad de que la candidatura de
Inés Arrimadas acabe siendo la más votada el próximo jueves provoca
comentarios de admiración y sorpresa.
“¡Catalunya por fin reacciona!”, exclaman algunos. Hay una gran expectativa. Esa victoria tendría importantes efectos en la política española, aunque Arrimadas no pudiese sumar los 68 votos necesarios para la investidura.
Es cierto, se está fabricando una gran expectativa. Las televisiones se
han enamorado de Arrimadas. Tiene talento para la comunicación política y
ha aprendido a mejorarlo. Fue interesante oírle en la cadena Ser
disculpándose de no tener ni idea de las cifras del paro en Catalunya en
un reciente debate con Marta Rovira muy bien manejado por Jordi Évole.
Las dos se equivocaron y sus momentos en blanco fueron muy comentados.
“Tengo tantos datos en la cabeza, que aquel día me confundí”, explicó
Arrimadas con melosa naturalidad, pidiendo disculpas al público. Cuando
el viento sopla a favor, las equivocaciones ayudan a redondear al
personaje. No sé si Marta Rovira puede decir lo mismo.
“¡Es un cañón!”, afirman periodistas muy experimentados. Los aplausos
son tan unánimes que algunos ya se atreven a pronosticar que sería mejor
candidata que Albert Rivera en unas elecciones generales. Maldades de
Madrid. Cuidado con los elogios desmesurados. En política hay que ir con
cuidado con las expectativas. La Mediática ya ha fijado un listón para
Arrimadas: primer lugar, o casi, y no menos de treinta diputados. Los
naranjas obtuvieron 25 escaños en las elecciones plebiscitarias de
septiembre del 2015, un resultado magnífico para un partido que se
estrenó con tres diputados en el 2006, después del adiós de Pasqual
Maragall.
El independentismo ha hecho grande al partido de Rivera y Arrimadas.
Ciudadanos es el gran beneficiario de la decisión de Artur Mas, Francesc
Homs y asociados de atravesar las borrascas de la crisis económica, la
barrera de fuego del 3% y la radiactividad del cráter Pujol, en el
interior de la cápsula soberanista. Se trataba de evitar que la crisis
alumbrase otra mayoría de izquierdas, encabezada esta vez por ERC. El
gen convergente es posible que se salve y logre reconstruirse como
principal fuerza dirigente. Es muy posible. A eso apunta el legitimismo
de la lista Puigdemont. El precio a pagar por la sociedad será alto.
Ciudadanos ha puesto en marcha un potente aspirador que pone en peligro
la consistencia del Partido Popular en Catalunya. Mucha gente quiere
votar fuerzas vencedoras en una situación tan polarizada. Arrimadas le
da diez vueltas a Xavier García Albiol y la marca PP acumula demasiado
óxido. Un candidato muy derechista y un partido envejecido. En la calle
Génova de Madrid están alarmados, de manera que Mariano Rajoy ha tenido
que cambiar la agenda para intentar salvar los muebles el 21-D. Rajoy,
ayer en el barrio de Llefià de Badalona, intentando que su partido no
baje a la cota 5%. Estampas de nuestra época.
Ciudadanos sube en toda España. Capitaliza el desgaste generacional del
PP y encarna un españolismo desacomplejado, capaz de invadir campos de
la izquierda. 2014 fue el año de Podemos. 2018 puede ser el año de
Ciudadanos. En el hipódromo de Madrid pronto subirán las apuestas para
que Rivera lance una gran opa al PP. Rajoy lo sabe. José María Aznar,
también.
Enric Juliana, en La Vanguardia
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