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lunes, 17 de septiembre de 2018

LAS CHICAS QUE SE NEGABAN A IR CON LOS GUARDIAS ERAN FUSILADAS

Las chicas que se negaban a ir con los guardias word press 




La asociación de investigación histórica Elkasko relata los abusos sexuales y la represión moral del franquismo en la zona obrera de Bizkaia. 


Historias silenciadas de miedo sufrimiento y horror, abusos sexuales, fusilamientos, estrictas medidas morales del régimen. Hubo mecanismos de represión específicamente dirigidos contra las mujeres, uno de ellos precisamente las violaciones.


 La violencia sexual que sufrieron las mujeres tanto en los centros de detención como durante la ocupación de las tropas franquistas fue una forma de represión de género, para someter a la población por medio del terror y la vergüenza.


 Habla Encarnación Santamaría: “La dictadura no sólo fusilaba por razones ideológicas, mi madre nos contaba que había chicas que como no querían ir con los guardias, las fusilaban por la noche. 


Preferían morir antes que ir con ellos”. Begoña Sánchez rememora estas atrocidades.


 “He oído contar a mi familia de Elgeta cómo los moros que venían con las tropas de Franco tenían carta blanca para hacer atrocidades con las mujeres, a una que desapareció del pueblo, la encontraron en el monte muerta, toda hinchada, toda reventada”.


En los centros de detención era habitual que las mujeres sufrieran abusos sexuales, una violencia sistemática más frecuente durante la guerra y en la primera etapa del franquismo.


 En los años 60–70 las mujeres eran insultadas por la Policía y agredidas por grupos de extrema derecha.


 La violencia sexual era y es practicada en un contexto social de permisividad o de impunidad, fundamental para permitir que las situaciones no afloren o que las denuncias no sean consideradas. 


Los abusos sexuales cometidos por los franquistas acabarían cubriéndose por el miedo y el silencio de las víctimas. La culpabilización y la falta de credibilidad que se imponía sobre las mujeres afectadas y sus familiares evitaban la denuncia y desembocaba en el silencio durante décadas. 

 
Palmira Merino dio fe de ello. “No es como ahora que todo se cuenta. Eso quedaba en secreto.


 Eso nadie lo contaba. Sabíamos que las habían llevado pero no sabíamos lo que les habían hecho. Y ellas jamás lo han contado. Era algo tremendo”.

 
La dictadura también ejerció una fuerte represión moral sobre las mujeres, el alcalde de Barakaldo, José María Llaneza prohibió que las vecinas saliesen a la calle sin medias debajo de sus faldas, el jefe de los alguaciles se encargaba de comprobar que ninguna mujer violase esta inédita norma.


 La ordenanza municipal dictaminaba cómo debían vestir sus vecinas y vecinos para evitar “formas poco correctas y decorosas en sus vestido y ademanes, so pretexto de recrearse en las playas, haciendo gala en calles y plazas a las idas y regreso de estos lugares de su escandalosa desenvoltura y desvergüenza, exhibiendo sus piernas sin recato de sus medias y simulando ir vestidas”.


 Se trató de una auténtica cruzada moral. Las consecuencias aún son visibles entre la población, a pesar de los años transcurridos, las investigadoras se toparon con personas que seguían teniendo miedo a relatar sus vivencias.


 El terror, para muchas y muchos, quedó grabado en la memoria.



 








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