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miércoles, 12 de junio de 2019

La villana feminista perfecta



“Las feministas somos esas malvadas y tristes y agresivas señoras que atacamos a las princesas”
 
Lo que debería haber sido una discusión más en Twitter.
 
 Se ha presentado en los medios de comunicación como “una feminista radical.
 
Acosa/ataca/agrede a una mujer por estar casada con su marido”.
 
 La noticia funciona.


Dos mujeres son atacadas en un autobús en Londres, por ser lesbianas. Es violencia machista y LGTBIfobia. Las atacaron por ser mujeres y por tener prácticas no heterosexuales. Antes de empezar a pegarlas, trataron de obligarlas a besarse, para satisfacer las fantasías hetero de los adolescentes que las atacaron.


Como soy feminista, he aprendido que las sociedades tienen las violencias que toleran. Y por eso sé que vivimos en una sociedad que tolera la violencia contra las mujeres y contra las personas que hacen elecciones vitales al margen de la heteronorma. Lo sé porque todas vivimos agresiones constantes, y no pasa nada. 


Y por eso, desde el feminismo, lo llamamos violencia estructural, porque todas las estructuras de la sociedad contribuyen de manera activa a legitimar, normalizar y presentar como casos aislados, lo que son expresiones visibles, por brutales, de una violencia sutil, pero mortal.


 Esa violencia que decide quién es “normal” y -por tanto- tiene el derecho a vivir, querer, follar, vestir, moverse, hablar y elegir como le dé la gana, y el privilegio de discriminar, explotar, agredir, reprimir o reírse de quien tiene cualquiera de las otras etiquetas, las que no molan. Las que te exponen a la violencia diaria.


Así funcionan el machismo, la LGTBIfobia, el racismo, y todas las estructuras de opresión que encajan perfectamente dentro del gran sistema de explotación que es el capitalismo. Con la complicidad de quienes disfrutan del privilegio. Y la responsabilidad de que, si no haces nada para cambiarlo, al menos lo admitas.


Como mantengo relaciones sexuales y sentimentales con mujeres, y como no tengo ninguna intención de esconder ni mis deseos ni mis emociones en ningún espacio, sé que a menudo se viven miradas, comentarios, gestos, mofas. 


Que nos siguen, que les damos asco, que les escandalizamos y hasta les ponemos. Porque somos mujeres desobedeciendo el mandato de que ser objeto del deseo masculino sea nuestra principal aspiración. Y eso es muy peligroso. Por eso, expresar nuestros deseos y nuestras emociones, se vuelve peligroso para nosotras.


Como tengo una cuenta en Twitter, expreso por ese medio algunas de mis opiniones. 


Tras el ataque de Londres, una mujer que tiene visibilidad pública por su trabajo como actriz denuncia la agresión en particular y la LGTBIfobia en general y habla de “silencio”, “medias tintas” y complicidad.


Esta mujer comparte ideas políticas con el candidato a la alcaldía de Donostia por el Partido Popular.


Lo sé porque ha utilizado la misma red social para compartir entrevistas, vídeos de campaña y demás material de propaganda política, parte de este con expresiones explícitas de apoyo. También comparte proyecto vital con él. Lo sé porque lo he visto en los medios de comunicación.


Como soy feminista y lesbiana, estoy bastante harta de que se plantee la violencia estructural contra las mujeres y contra el colectivo LGTBI como una “lacra” cuyo origen es desconocido.


 Porque, gracias al feminismo, he aprendido que la violencia contra personas, grupos o colectivos, aunque la ejerzan individuos aislados, necesita de un caldo de cultivo formado por ideas, discursos, bromas y propuestas políticas que la legitimen.


 Y que, normalmente, quienes la legitiman no admiten en público que lo hacen. A veces ni siquiera saben que lo están haciendo. Lo que no hace que sean menos responsables. 


Por eso, cuando la mujer que apoya el proyecto político del candidato a la alcaldía de Donostia por el Partido Popular utiliza las mismas redes sociales en las que le ha hecho propaganda política para hacer lo que es un claro ejemplo de pinkwashing (ir de tolerante y aliada con el colectivo LGTBI) decido responder a su tuit y señalar la incoherencia que supone compartir proyecto político con quienes practican la LGTBIfobia y pretenderse aliada del colectivo.


Sé que el Partido Popular practica la LGTBIfobia por cosas como éstas:


El 16 de mayo de 2019, el grupo del Partido Popular en el Parlamento Vasco, del que el candidato a la alcaldía de Donostia es portavoz, es el único en abstenerse de firmar una proposición de ley que garantice que las personas transexuales puedan acceder a tratamiento sin ser patologizadas.


En enero de 2019 el Partido Popular firma un acuerdo de gobierno con VOX, partido entre cuyas propuestas se encuentran la derogación de la Ley Integral de Violencia de Género, la derogación de Ley contra la LGTBIfobia y la recuperación de las terapias para “curar” la homosexualidad.


En octubre de 2005, el Partido Popular presentó un recurso en el Tribunal Constitucional contra la ley el matrimonio igualitario porque consideró que la ley “desnaturaliza la institución constitucional del matrimonio”. Este recurso nunca se retiró, hasta que en noviembre de 2012 el tribunal avaló la ley.


Obviamente, defiendo el derecho de cualquier persona a tener relaciones sexuales, sentimentales o de la índole que sea con quien le apetezca. Precisamente, de eso va mi militancia, de que todas las personas, especialmente las mujeres y las personas que tenemos elecciones vitales al margen de la heteronorma, podamos construir nuestras vidas como queramos y deseemos. 


Por eso, exijo que todas las personas asumamos la responsabilidad que tenemos en este sistema que me impide querer y follar libremente. A mí, a muchas personas como yo, y a muchas personas muy distintas a mí.


 Por eso, no puedo callarme ante las personas que pretendan ganar visibilidad o favor popular teniendo posturas aparentemente tolerantes, pero cuya práctica política contribuye al caldo de cultivo de la violencia machista y la LGTBIfobia. 


Por eso respondí al tuit de la mujer que apoya el proyecto político del portavoz del Partido Popular en el Parlamento Vasco. Y a los que ella escribió en respuesta al mío.


Como soy feminista, creo en la sororidad como marco para relacionarme con las mujeres, incluso con las que no comparten mis ideas ni mis prácticas políticas. Por eso, no ataco, ni agredo, ni acoso mujeres. Ni en las redes, ni en la vida


.@IrantzuVarela: «Una mujer que tiene todos los boletos para resultar molesta, incómoda, desagradable -feminista, bollera, de izquierdas- es la villana perfecta para este cuento en que las mujeres “normales” son agredidas por las… Clic para tuitear


Como soy una feminista con visibilidad, llevo -como todas las feministas con visibilidad- años recibiendo amenazas de muerte y de violación, insultos y agresiones en las redes sociales, prácticamente cada día, hasta el punto que las compañeras de Pikara Magazine y la abogada Laia Serra me “utilizaron” como “caso” en el escrito que presentaron al Congreso de los Diputados para exigir al gobierno de España medidas de protección eficaces contra la violencia ejercida contra las mujeres y las feministas en las redes, y la impunidad con que ésta se ejerce. 


Lo que debería haber sido una discusión de esas de las que se dan millones en Twitter cada día, tomó relevancia cuando esta mujer, al día siguiente de nuestro intercambio de tuits, hizo pública su decisión de dejar la red social, haciendo alusión a “sectarios”, “inquisición”, e “insultos de anónimos”. 


Y empieza la fiesta.


Los informativos de la radio y la televisión públicas vascas incluyen entre sus titulares el abandono de la red social por parte de esta mujer, y lo relacionan directamente con “sectores del feminismo” encabezados por mí. 


Decenas de periódicos, radios, programas de televisión y portales digitales “resumen” la noticia: una feminista radical, acosa/ataca/agrede a una mujer por estar casada con su marido. La noticia funciona.


 Como los cuentos de princesas y las pelis de feas que se convierten en guapas con maquillaje, la ropa adecuada y quitándose las gafas. 


Una mujer que tiene todos los boletos para resultar molesta, incómoda, desagradable -feminista, bollera, de izquierdas- es la villana perfecta para este cuento en que las mujeres “normales” son agredidas por las enardecidas feministas, que las atacarán por querer, por cuidar, por ser bellas, por ser felices… como las hermanastras y las madrastras de los cuentos. 


Porque las feministas no luchamos para que todas seamos libres, para acabar con todas las formas de opresión, para que no haya privilegios a costa de los derechos de nadie, qué va.


 Las feministas somos esas malvadas y tristes y agresivas señoras que atacamos a las princesas, mientras acariciamos gatos. 


Es un cuento viejo, pero que siempre ha funcionado. La adorable y mágica Mary Poppins era mucho más maja que la madre de los niños a los que tenía que cuidar, que era sufragista por frívola y por aburrimiento.


 Las mujeres que plantean discursos incómodos, que cuestionan las estructuras, que señalan las hipocresías y las dinámicas que naturalizan la explotación, la desigualdad y la violencia, están desobedeciendo ese mandato tan patriarcal de gustar. Y hacen mucho ruido.


El discurso feminista es radical, porque no puede ser superficial. Porque las feministas sabemos que la violencia solo se combate combatiendo la discriminación. Y la discriminación se combate, combatiendo los discursos que fingen que sale de la nada, que es cosa de fanáticos.


 El discurso feminista se construye y avanza revisándonos, revisando nuestras prácticas y siendo críticas y autocríticas. 


Y cambiando. Cuando la lucha de las feministas ha conquistado derechos para todas a costa de molestar, de protestar, de que unas pocas reciban rechazo y agresiones, resulta fácil fingir que esos derechos siempre fueron nuestros, y señalar a las que siguen royendo las estructuras, como si se les estuviera yendo la mano. Y esas siempre parecen las villanas, las agresivas, las exageradas.


Irantzu Varela

Por cierto, ese mismo día, un hombre había matado a una hermana de su exmujer y había herido gravemente a otra, con un arma de fuego. Ocupó bastante menos tiempo en los medios.
 

 

Periodista y feminista. Coordinadora de Faktoria Lila, presentadora de Aló Irantzu en Pikara Magazine y creadora de El Tornillo en La Tuerka TV y Publico Lo mejor que le han regalado últimamente es una katana.







 

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