Después de 30 años de viaje al centro, el PP probó a hacer directamente de su conferencia política una discoteca. Sin alcohol, pero con ese marchamo de carteles electrónicos, expresiones en inglés y poses ante la cámara... En la oscuridad del auditorio, uno veía moverse como peces en el agua a los más jóvenes. Se han puesto de moda, tanto que extrañó no ver a la típica pareja adolescente apoyada en la columna contratada para darse el lote (Manuel Jabois
A las 11.30 entró Moreno Bonilla por la puerta de Ifema, se agarró de la cintura a Alicia Sánchez-Camacho y los dos se fueron medio tambaleándose hacia las escaleras mecánicas. Parecía que estaban llegando a Pachá. Había órdenes de que hubiese cierto rollo, de que la gente viese que los populares saben estar en la onda; Bonilla parecía Milhouse en Ciudad Capital.
Después de 30 años de viaje al centro, el PP probó a hacer directamente de su conferencia política una discoteca. Sin alcohol, como en las que hacía de relaciones el Pequeño Nicolás, pero con ese marchamo de carteles electrónicos, expresiones en inglés y poses ante la cámara como la de Moragas y Rajoy, que salieron haciendo una especie de saludo de Panteras Negras del que luego se supo que era para apoyar dólmenes en Antequera.
En ese escenario no es de extrañar que Aguirre se encontrase perdida, deambulando sola por un pasillo como buscando la salida de emergencia en plan “dónde me han metido”. Si uno se adentraba en la oscuridad del auditorio veía moverse como peces en el agua a los más jóvenes. Se han puesto de moda, tanto que extrañó no ver a la típica pareja adolescente apoyada en la columna contratada para darse el lote.
—Ahora por encima de la camisa, José María, que ya se han ido las cámaras.
Si algún interés morboso tenía la conferencia era la de ver a Javier Arenas un sábado de julio. Es el segundo o tercer avistamiento de Arenas en verano en las últimas cuatro décadas. Hubo un momento en que se acercó a un periodista, se llevó la mano al bolsillo y todo el mundo pensó que iba a sacar un flyer. Cuando la audiencia se repuso Andrea Levy inauguró el acto. Lo hizo con el nuevo logo alumbrándolo todo y luces casi de neón detrás. En el escenario no estaba sola: en una esquina, sentado en un taburete, la escuchaba Pablo Casado. No sé de quién fue la idea pero Andrea Levy parecía Estíbaliz. Su discurso tuvo un momento álgido al anunciar que el programa del PP lo harían 800.000 militantes. Acto seguido, como si el diablo le hubiese ordenado los párrafos, alertó sobre los populistas.
Cuando tomó la palabra Casado el foco se iluminó sobre él de tal forma que abrió los ojos sobresaltado y dijo, a las doce del mediodía, que el PP es el partido de la gente que madruga. Génova se ha convertido en una Lezama de Riveras, una fábrica de waterpolistas. Un vestuario casual, en plan la primera americana Hugo Boss y el primer pin que encontré en el armario, y un vocabulario más fresco que empezó a arruinar Rajoy cuando dijo “contrincantes”.
Detrás del presidente se proyectó una imagen gigante suya en plasma por si alguien no le reconocía en persona. De ese modo daba una imagen más cercana, más familiar. Como cuando sale Hulk Hogan en traje y corbata y detrás se ponen fotos suyas con sus mejores momentos.
—¿Pero es Rajoy de verdad?
—¡Claro, no ves el plasma!
Gustaron las canciones elegidas, con éxitos house como Are You With Me de Lost Frequencies. La última baza del PP si pierden las elecciones es que tenga que ir la policía a buscar a Moragas a La Moncloa como al dj aquel que se ponía a pinchar en casa: “¡Pero por qué, si estoy poniendo temazos!”.
Manuel Jabois: 'politica.elpais.com/politica/2015/07/11/actualidad/1436640277_021012.html'
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