Cuelga una amiga en Facebook unas declaraciones, creo que de Esperanza Aguirre, que justifican la futura destrucción de un paraje natural protegido basándose en dos premisas tan absurdas como la mayoría de los argumentos de la Líder Esa. A saber:
- La pretendida caducidad de la idea que defiende que el cuidado del medio ambiente es prioritario para las administraciones.
- El uso de la libertad individual para proteger el mismo.
A uno, esto de que tipos, que en muchos aspectos se alinean con las tesis más reaccionarias en aspectos morales, le den lecciones sobre la modernidad le parece digno de ser el tema central de un master de esos de 1200 horas, que se podría titular: "Hipocresía, falsedad, manipulación y dos huevos duros". Diría más, estos mismos tipos no tienen ningún resquemor en identificarse con ciertos sectores conservadores, muy conservadores, de diferentes creencias religiosas, no dudando ni un momento en descalificar, generalmente con exabruptos y falsedades, a todos aquellos que no piensan como ellos y lo hacen notar.
Las ideas que ellos no sustentan no sólo parecen trasnochadas, además las personas que las defienden son poco menos que la reencarnación de Atila o de Forrest Gump, depende de la ocasión y del humor del portavoz de la modernidad que se tome a uno u otro como modelo de descaficación. Por cierto, aunque seguramente no lo sepan muchos de estos tipos, Atila tuvo una formación envidiable, especialmente para muchos de ellos y más viendo la cantidad de sandeces que pueden ser capaces de soltar cada vez que abren la boca.
Aún más curioso me resulta que unos tipos, ocupen los cargos que ocupen, decidan sobre la pertinencia y actualidad, o no, de cuestiones que nos afectan a todos y, para más inri, sobre las que hay un elevado consenso ciudadano y legislativo; no olvidemos que la Constitución del 78, ésa que se saltan a la torera con bastante asiduidad, hace referencia al aspecto del medio ambiente como un patrimonio que las administraciones deben cuidar y proteger. ¿Quién les ha otorgado ese papel? Evidentemente nadie.
Si uno pensara que todos estos fulanos actúan de buena fe podría llegar a la conclusión de que esta forma de trastocar valores, firmemente asentados en la sociedad, tiene como fin último mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Pero como uno hace tiempo que descartó esta idea, por motivos obvios, concluye que bajo ese ropaje de modernidad se esconde un intento de justificar lo injustificable: la destrucción de todo lo común en beneficio de unos pocos. Lo que nos lleva al segundo punto: la libertad individual en contraposición con el bien común.
Todos los extremistas neoliberales, los que podríamos identificar con los neocon, abogan por la defensa del individuo y su libertad, que en teoría se ve ahogada por unas leyes que defienden una regulación excesiva de la vida de las personas. Uno recuerda como ejemplo de esta luminosa idea lo que escuchaba hace unos días en la radio: los republicanos estadounidenses atacaban a Michelle Obama por realizar una campaña que defendía la absurda idea de que comer sano mejora la calidad de vida de las personas. Para estos faros intelectuales la primera dama de EE.UU. horadaba el sagrado límite de la libertad del individuo, pues le incitaba a comer de una manera, no dejándole elegir la forma de perjudicarse la salud que quisiera. Curioso, una campaña informativa agrede los derechos fundamentales de las personas. Más curioso aún resulta este hecho cuando ellos no tienen ningún problema en que existan cientos de millones de personas en el mundo que viven en la más absoluta miseria. Pero claro, para ellos el derecho a vivir dignamente no constituye un derecho fundamental.
Puede que de manera casual, seguramente no, los derechos inalienables de las personas generalmente se relacionan con la economía. Como el lector sabrá, cuando me refiero a la economía y a derechos inalienables de las personas, desde un punto de vista neocon, no hablo del derecho a un trabajo digno o una vivienda, ¡Dios me libre! Todo lo contrario, el derecho inalienable se identifica con la ley de la selva, donde todo hijo de vecino debe buscarse las habichuelas, si es pisoteando al prójimo mejor que mejor. Además en esta peculiar selva, donde viven leones, trasladados misteriosamente desde la sabana, los más fuertes acomodan las leyes a su antojo, como pudimos ver durante el gobierno de ese hombre de grandes luces llamado George W. Bush (el lector recordará a unos fulanos con una motosierra cortando, o intentándolo, una resma de folios, que se suponían eran las leyes que regulaban los mercados. Con las consecuencias que sufrimos a día de hoy).
Sí, querido lector, en este paraíso de libertades individuales la normativa se adapta, pongamos que de manera casual, o no, a ciertos colectivos, los que ostentan el poder económico, los leones de los que hablábamos con anterioridad. No sólo eso, la visión mercantilista de la vida, en muchas ocasiones aderezada con la religión de turno, condiciona todo el devenir del ser humano sobre este mundo. Todo gira en función de producir y consumir:
- Los hijos se convierten en un accidente necesario para que el engranaje siga funcionando en un futuro, pero se deben aparcar lo más temprano posible en guarderías o con los abuelos, no importando en absoluto la distancia física y afectiva que genera este sistema de libertades individuales.
- El fin último de la vida de las personas es triunfar. Asociándose triunfar a poseer dinero y objetos materiales, la mitad de ellos totalmente infrautilizados.
- La mejor forma de realizarse para un ser humano consiste en ser un buen trabajador. Evidentemente todos estos teóricos no han trabajado en una cadena de producción en su puta vida.
- Las necesidades de la empresa se sitúan muy por encima de las necesidades afectivas y de ocio de la persona. Producir, a costa de lo que sea, se convierte en la prioridad.
- El fin justifica los medios. Cualquier barrabasada urbanística, medio ambiental o que afecte a seres humanos se justifica bajo el manido lema de que todo vale si se crea riqueza; que vete tú a saber porque siempre se asocia crear riqueza con que los que más tiene ganen más...
Parece que las libertades individuales se constriñen a actuar en un marco determinado, al menos según lo entienden los neocon y los neoliberales. Sólo existe la posibilidad de moverse en un ámbito, prefijado por una minoría; ámbito que beneficia a unos pocos. El resto de opciones de libertad parecen ser una utopía, cuando no una afrenta a las libertades individuales. Trágica esta concepción estalinista de la sociedad, revestida torpemente de legitimidad moral y económica. En realidad la única capacidad e elección, parafraseando a Feuerbach, radica en aceptar lo que te dan, en muchos casos condiciones ligadas a la semiesclavitud moral, o morirte de hambre.
Respecto a la libertad, ésa de la que tanto hablan los fulanos que en realidad defienden un pensamiento totalitario y fascista, dista bastante desde un punto de vista teórico de lo que ellos defienden. Para el autor de esta entrada, como ya defendió hace tiempo, la libertad consiste en elegir entre diversas opciones, siempre limitadas tanto por el contexto, como por la limitación que nos impone nuestro conocimiento, siendo consecuentes con dicha elección. Pero en ningún caso las posibles elecciones deben verse coartadas por un sistema de corte fascista, aunque ellos no lo digan. La verdadera libertad reside en poder elegir luchar contra el sistema, denunciar sus mentiras, participando en él como se desee. El resto, lo dicho fascimo/estalinismo revestido con todos los oropeles posibles, que en realidad cubren un cuerpo corrupto y fétido.
Esta entrada publicada en la página de ATTAC describe como estos que no supieron ver la crisis y pontificaban lindezas sobre un sistema que nos están llevando a la miseria, desean convertirse, y lo están consiguiendo, en una casta que decide lo que se lleva y no se lleva, aunque lo único que tienen claro es que los ciudadanos sólo servimos para trabajar, consumir y engendrar niños que han de actuar de igual manera.
Un saludo.
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