Vamos a tratar de aprovechar la resaca deportiva del fin de semana para lanzar un mensaje de optimismo sobre este país que falta le hace. Al calor de las victorias de la selección y de Alonso, el ‘podemos’ ha vuelto a instalarse en el subconsciente colectivo. Desaprovechar tan positiva inercia, que esperemos dure hasta el uno de julio en un caso y hasta final del campeonato de Fórmula 1 en el otro, olimpiadas mediante, sería una pena. De ahí que la cosa vaya hoy de fortalezas y oportunidades más que de debilidades y amenazas ya conocidas, por experiencia propia o por ese empeño exterior de enseñarnos un camino que conduce, según piensan, inevitablemente al abismo. Hora de demostrar que no. Es lunes, a por ellos, oé, que son pocos (o no) y cobardes (o tampoco).
Acudamos pues a los Manuales de primero de Economía, esos que nos hablan de los factores de producción como elementos esenciales en la elaboración del producto terminado, del Producto Interior Bruto nacional, al fin y a la postre, si los contemplamos a nivel agregado para un determinado estado. Adam Smith hablaba de tres: tierra, trabajo y capital. Ahora se dividen más bien en recursos naturales, mano de obra, capital productivo y tecnología, a los que habría que añadir, quizás, la financiación (para incluir la llamada economía financiera) y un último elemento ‘teóricamente’ incentivador de los demás que no revelaremos hasta el final de este post. No se me impacienten.
España ofrece un entorno único, por clima, ubicación geográfica e infraestructuras para que cualquier firma extranjera se instale en nuestro territorio. No solo en el ámbito estrictamente productivo, sobre lo que volveremos en breve, sino sobre todo en el campo de los servicios. La presión fiscal alrededor del mundo de los mercados podría ofrecer a Madrid o Barcelona una oportunidad para llevarse el negocio de la City, por poner solo un ejemplo. Puesto que en las naciones desarrolladas prima la I+D+i y la postventa sobre una actividad física en muchas ocasiones externalizada, que se ubica bien lejos del lugar donde se pergeña la idea y se cuida al cliente, el obstáculo de la ubicación de tales centros de excelencia deja de ser tal y nuestro país debería ser capaz de multiplicar su presencia con base en su idiosincrasia.
Nos encontramos en un momento en el que la realidad laboral de España es dual, más allá de la lacra del paro sobre la que hemos escrito tantas y tantas veces. Nos encontramos con una mano de obra muy poco cualificada que, tras años de vino y rosas, se mueve ahora en entornos de subsistencia y trata de llenarse como pueden los bolsillo en las sombras de la economía sumergida. Por otro lado, tenemos probablemente la generación mejor preparada, al menos académicamente, de nuestra historia, por más que carezca de experiencia vital relevante en un entorno de crisis. ¿Qué quiero decir con esto? Que lo que sobra en esta nuestra nación es gente con ganas de currar de todo el espectro social y económico y lo que de verdad faltan son ideas para ponerla en órbita, modelo contractuales e incentivos incluidos.
Ocurre igualmente que la capacidad instalada en el país es enorme, tanto por lo que a las redes e instalaciones públicas se refiere, como por el exceso de parque inmobiliario o la baja capacidad de utilización de las fábricas existentes. Son inversiones ya realizadas, buena parte de ellas en los últimos años, por lo que sus niveles de operatividad son altos y de obsolescencia mínimos. Como en el caso anterior es hora de hacer uso de la imaginación para reconvertir infraestructuras, en términos de uso u aprovechamiento, para dar salida a la oferta de viviendas a través de una reorientación hacia el mundo de los servicios vinculados a esa España que envejece y sigue siendo destino preferencial del turismo mundial, o para crear grandes centros logísticos o fabriles aprovechando que somos puerta a Africa y/o Latinoamérica. Sería un crimen ver como mueren por falta de alimento intelectual procedente de los llamados a velar por su permanencia.
La tecnología ha sido siempre el talón de Aquiles de nuestras empresas, entre otras cosas porque estaba vinculada a dos ámbitos: las patentes, por un lado, y la labor física, por otro. Pero, aun siendo necesarias y unos de los elementos determinantes para generar valor añadido perdurable en el tiempo, el nacimiento de internet y el proceso de virtualización que lleva aparejado supone un nuevo paradigma también en relación con los procesos de creación, diseño o evolución. Sin duda rompe la barrera tanto del coste del ‘invento’ como de la ubicación física del ‘inventor’, cambio sustancial que no obstante requiere de la creación de hubs, de lugares donde se interactúa creativamente, para que no se fugue el emprendimiento local a otros entornos. Sin olvidar lo primero, como está ocurriendo presupuestariamente, es ahora de apostar por lo segundo.
¿Cuál es el problema entonces? Ese elemento final al que les hacíamos referencia al inicio de esa reflexión el tecla alta que siempre es Valor Añadido: la Administración en sus distintos estratos que debería ser la encargada de potenciar los recursos físicos, activar el mercado laboral, ayudar a la ‘reconversión inmobiliaria e industrial’, fomentar el emprendimiento y la innovación, es decir: de aprovechar lo que ya se tiene y mirar al futuro en vez de lamentarse de lo que ya no fue y sangrar al sector privado, particulares y sociedades. Bastaría, incluso, con que la inseguridad jurídica derivada de una regulación sistemática a golpe de Real Decreto se abandonara y fijara de una vez por todas las reglas del juego, por muy duras y dolorosas que estas puedan parecer. Solo así España saldrá adelante: la confianza y la financiación huyen de la incertidumbre y son aliadas naturales de la verdad. A ver si se van enterando. O no.Buena semana a todos.
Vamos a tratar de aprovechar la resaca deportiva del fin de semana para lanzar un mensaje de optimismo sobre este país que falta le hace. Al calor de las victorias de la selección y de Alonso, el ‘podemos’ ha vuelto a instalarse en el subconsciente colectivo. Desaprovechar tan positiva inercia, que esperemos dure hasta el uno de julio en un caso y hasta final del campeonato de Fórmula 1 en el otro, olimpiadas mediante, sería una pena. De ahí que la cosa vaya hoy de fortalezas y oportunidades más que de debilidades y amenazas ya conocidas, por experiencia propia o por ese empeño exterior de enseñarnos un camino que conduce, según piensan, inevitablemente al abismo. Hora de demostrar que no. Es lunes, a por ellos, oé, que son pocos (o no) y cobardes (o tampoco).
Acudamos pues a los Manuales de primero de Economía, esos que nos hablan de los factores de producción como elementos esenciales en la elaboración del producto terminado, del Producto Interior Bruto nacional, al fin y a la postre, si los contemplamos a nivel agregado para un determinado estado. Adam Smith hablaba de tres: tierra, trabajo y capital. Ahora se dividen más bien en recursos naturales, mano de obra, capital productivo y tecnología, a los que habría que añadir, quizás, la financiación (para incluir la llamada economía financiera) y un último elemento ‘teóricamente’ incentivador de los demás que no revelaremos hasta el final de este post. No se me impacienten.
España ofrece un entorno único, por clima, ubicación geográfica e infraestructuras para que cualquier firma extranjera se instale en nuestro territorio. No solo en el ámbito estrictamente productivo, sobre lo que volveremos en breve, sino sobre todo en el campo de los servicios. La presión fiscal alrededor del mundo de los mercados podría ofrecer a Madrid o Barcelona una oportunidad para llevarse el negocio de la City, por poner solo un ejemplo. Puesto que en las naciones desarrolladas prima la I+D+i y la postventa sobre una actividad física en muchas ocasiones externalizada, que se ubica bien lejos del lugar donde se pergeña la idea y se cuida al cliente, el obstáculo de la ubicación de tales centros de excelencia deja de ser tal y nuestro país debería ser capaz de multiplicar su presencia con base en su idiosincrasia.
Nos encontramos en un momento en el que la realidad laboral de España es dual, más allá de la lacra del paro sobre la que hemos escrito tantas y tantas veces. Nos encontramos con una mano de obra muy poco cualificada que, tras años de vino y rosas, se mueve ahora en entornos de subsistencia y trata de llenarse como pueden los bolsillo en las sombras de la economía sumergida. Por otro lado, tenemos probablemente la generación mejor preparada, al menos académicamente, de nuestra historia, por más que carezca de experiencia vital relevante en un entorno de crisis. ¿Qué quiero decir con esto? Que lo que sobra en esta nuestra nación es gente con ganas de currar de todo el espectro social y económico y lo que de verdad faltan son ideas para ponerla en órbita, modelo contractuales e incentivos incluidos.
Ocurre igualmente que la capacidad instalada en el país es enorme, tanto por lo que a las redes e instalaciones públicas se refiere, como por el exceso de parque inmobiliario o la baja capacidad de utilización de las fábricas existentes. Son inversiones ya realizadas, buena parte de ellas en los últimos años, por lo que sus niveles de operatividad son altos y de obsolescencia mínimos. Como en el caso anterior es hora de hacer uso de la imaginación para reconvertir infraestructuras, en términos de uso u aprovechamiento, para dar salida a la oferta de viviendas a través de una reorientación hacia el mundo de los servicios vinculados a esa España que envejece y sigue siendo destino preferencial del turismo mundial, o para crear grandes centros logísticos o fabriles aprovechando que somos puerta a Africa y/o Latinoamérica. Sería un crimen ver como mueren por falta de alimento intelectual procedente de los llamados a velar por su permanencia.
La tecnología ha sido siempre el talón de Aquiles de nuestras empresas, entre otras cosas porque estaba vinculada a dos ámbitos: las patentes, por un lado, y la labor física, por otro. Pero, aun siendo necesarias y unos de los elementos determinantes para generar valor añadido perdurable en el tiempo, el nacimiento de internet y el proceso de virtualización que lleva aparejado supone un nuevo paradigma también en relación con los procesos de creación, diseño o evolución. Sin duda rompe la barrera tanto del coste del ‘invento’ como de la ubicación física del ‘inventor’, cambio sustancial que no obstante requiere de la creación de hubs, de lugares donde se interactúa creativamente, para que no se fugue el emprendimiento local a otros entornos. Sin olvidar lo primero, como está ocurriendo presupuestariamente, es ahora de apostar por lo segundo.
¿Cuál es el problema entonces? Ese elemento final al que les hacíamos referencia al inicio de esa reflexión el tecla alta que siempre es Valor Añadido: la Administración en sus distintos estratos que debería ser la encargada de potenciar los recursos físicos, activar el mercado laboral, ayudar a la ‘reconversión inmobiliaria e industrial’, fomentar el emprendimiento y la innovación, es decir: de aprovechar lo que ya se tiene y mirar al futuro en vez de lamentarse de lo que ya no fue y sangrar al sector privado, particulares y sociedades. Bastaría, incluso, con que la inseguridad jurídica derivada de una regulación sistemática a golpe de Real Decreto se abandonara y fijara de una vez por todas las reglas del juego, por muy duras y dolorosas que estas puedan parecer. Solo así España saldrá adelante: la confianza y la financiación huyen de la incertidumbre y son aliadas naturales de la verdad. A ver si se van enterando. O no.
Buena semana a todos.
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