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viernes, 17 de mayo de 2013

Moncloa da largas a la Convención de la ONU contra crímenes de lesa humanidad * El mito de la República de los Trabajadores

Con un alarde de diplomacia, el Gobierno de Mariano Rajoy ha contestado al portavoz parlamentario de Izquierda Plural y secretario general del PCE, José Luis Centella, que “sigue analizando” la adhesión de España a la Convención de la ONU de 1968 sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Si no fuera por el desprecio que ha demostrado hacia la Memoria Histórica, se podría otorgar una cierta credibilidad a la afirmación del Ejecutivo, plasmada en papel con membrete oficial. Pero ocurre que desde que el PP llegó al poder, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría redujo a la mínima expresión los recursos (5 millones de euros) para la aplicación de la ley de la Memoria Histórica y la investigación y reparación de los crímenes del franquismo. Únicamente respetó las ayudas a las excavaciones y levantamientos de tumbas sin identificar en distintos lugares de la geografía española, con un coste ligeramente superior a dos millones de euros.


Después, ni siquiera esa ayuda se mantuvo en el Presupuesto de 2013 porque, según dijo la vicepresidenta con el desparpajo que la caracteriza, “ya se han dedicado bastantes recursos a la Memoria Histórica y ahora hay otras prioridades que atender”. La prioridad no confesada fue la imputación y el juicio al magistrado Baltasar Garzón por haber admitido la denuncia de las víctimas. Ya se sabe que los magistrados del Supremo, que inhabilitaron a Garzón por su investigación del caso Gurtel, se quedaron con su esfuerzo sin destino en el caso de las víctimas del franquismo y no sólo tuvieron que absolverle, sino también que oír desgarradores testimonios de los hijos y los nietos de decenas de torturados y fusilados sin juicio por los militares sublevados y sus acólitos políticos contra las instituciones democráticas de la II República.


Llovieron multas gubernativas de la delegada en Madrid, Cristina Cifuentes, contra algunos ciudadanos que, en apoyo a Garzón y en demanda de justicia, se manifestaron día tras día en la plaza de la Villa de París y en las calles adyacentes. Y aparte la esperanza depositada en la actuación de la Justicia argentina, se extendió otra vez sobre aquellos crímenes de lesa humanidad un manto de silencio parecido al de los “peligrosos” tiempos de la Transición plagados de golpistas y perdonavidas.


En estas estamos cuando el Ejecutivo se descuelga con la mencionada respuesta a Centella: “El Gobierno manifiesta que no ha firmado ni ratificado la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad. La firma y ratificación de la convención fue un compromiso de la legislatura anterior que quedó reflejado en la medida 2 del Plan Nacional de Derechos Humanos. En virtud de ese compromiso, se inició un análisis jurídico de las implicaciones de ese texto, tras el que debía decidirse la adhesión de España al mismo. Durante dicho proceso de análisis se suscitó la posibilidad de que ciertas medidas de la Convención pudieran ser contrarias al principio de irretroactividad de la ley penal, lo que retrasó el procedimiento de firma y ratificación. El análisis sobre la posible adhesión de España a este instrumento sigue su curso actualmente”.


La diplomática respuesta, con largas sine díe permite recordar un opúsculo en el que el magistrado Rafael de Mendizábal Allende, creador de la Audiencia Nacional, caracterizaba de “timorato, perifrástico y con verbos intermedios” el lenguaje diplomático. Su rasgo principal, decía, es el cinismo. Y puesto que “cínico” viene de can, canelo o perruno, que orina en público sin sentir vergüenza, no es menester añadir más.



El mito de la República de los Trabajadores 
 Ahora que parece crecer el rechazo a la monarquia entre los que un dia la aceptaron por miedo o por el desinteres de una situación personal boyante (aquella epoca de  hace unos años en la que todos los obreros, igual de explotados que siempre, se creian gérmen de burgués), hay que tener mucho cuidado con tragarse si masticar, o como diría Foucault, sin deconstruir, el mito de la Segunda República, como un régimen del lado de los trabajadores.

La realidad es muy diferente, aunque si que es cierto que el golpe de estado de los militares fascistas, los movimientos obreros tomaron mas protagonismo y, tanto por el gran apoyo que tenía la Federación Anarquista Ibérica como por la ayuda militar de la URSS.

Ese estado revolucionario que provocaron Franco y sus apoyos, que llevaron a cabo una guerra civil tras el fracaso del golpe gracias al sostenimiento y alianza con el ejercito nazi y los fascistas italianos,  aniquiló tras su victoria los restos del movimiento obrero, haciendo que el destino final de muchos militantes fuera la cárcel, el exilio, el cementerio, o las miles de fosas comunes desperdigadas por toda España que todavia siguen sin excavar.

Las consecuencias fueron la eliminación de toda una generación militante y el descabezamiento de toda la generación de intelectuales antifascistas, que conllevaría la práctica desaparición de la organización obrera. Solo el Partido Comunista persistió en su lucha, desde el exilio o en el interior, aunque en su liderazgo ya se estaba organizando la traición y el pacto con los vencedores. Lo que surgiría después en la Transición, con la complicidad del mismo Partido Comunista dirigido por el mercenario Santiago Carrillo, no seria mas que una continuación del sindicalismo vertical impusto por Franco, en algun caso recuperando siglas antiguas y en otros creando otras nuevas y usando banderas rojas que no serian mas que anzuelos para captar la confianza de los trabajadores para que fuera mucho mas facil controlarlos dentro del corral donde los querian los grandes empresarios y fortunas.


Frente a esta triste realidad, hoy agitada por las protestas provocadas por la oleada de recortes y saqueos de derechos y bienestar perpetrada por la clase capitalista contra los trabajadores, aprovechando los veinte años de ausencia de la práctica de sistema alternativo y de poder obrero, querer contraponer la II República como una balsa de libertad y defensa de lo trabajadores, es en el mejor de lo casos, una ingenuidad irresponsable, víctima de la propaganda mediatica e historica, y en el peor de los casos, maledicencia y un insulto a los miles de trabajadores muertos y encarcelados no solo a manos del asesino Francisco Franco y sus bárbaros acólitos (esos que todavia siguen hoy controlando el chiringuito), sino que también en la  II República. 


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El mito de la República de los Trabajadores

Ahora que parece crecer el rechazo a la monarquia entre los que un dia la aceptaron por miedo o por el desinteres ...de una situación personal boyante (aquella epoca de hace unos años en la que todos los obreros, igual de explotados que siempre, se creian gérmen de burgués), hay que tener mucho cuidado con tragarse si masticar, o como diría Foucault, sin deconstruir, el mito de la Segunda República, como un régimen del lado de los trabajadores.

La realidad es muy diferente, aunque si que es cierto que el golpe de estado de los militares fascistas, los movimientos obreros tomaron mas protagonismo y, tanto por el gran apoyo que tenía la Federación Anarquista Ibérica como por la ayuda militar de la URSS.

Ese estado revolucionario que provocaron Franco y sus apoyos, que llevaron a cabo una guerra civil tras el fracaso del golpe gracias al sostenimiento y alianza con el ejercito nazi y los fascistas italianos, aniquiló tras su victoria los restos del movimiento obrero, haciendo que el destino final de muchos militantes fuera la cárcel, el exilio, el cementerio, o las miles de fosas comunes desperdigadas por toda España que todavia siguen sin excavar.

Las consecuencias fueron la eliminación de toda una generación militante y el descabezamiento de toda la generación de intelectuales antifascistas, que conllevaría la práctica desaparición de la organización obrera. Solo el Partido Comunista persistió en su lucha, desde el exilio o en el interior, aunque en su liderazgo ya se estaba organizando la traición y el pacto con los vencedores. Lo que surgiría después en la Transición, con la complicidad del mismo Partido Comunista dirigido por el mercenario Santiago Carrillo, no seria mas que una continuación del sindicalismo vertical impusto por Franco, en algun caso recuperando siglas antiguas y en otros creando otras nuevas y usando banderas rojas que no serian mas que anzuelos para captar la confianza de los trabajadores para que fuera mucho mas facil controlarlos dentro del corral donde los querian los grandes empresarios y fortunas.


Frente a esta triste realidad, hoy agitada por las protestas provocadas por la oleada de recortes y saqueos de derechos y bienestar perpetrada por la clase capitalista contra los trabajadores, aprovechando los veinte años de ausencia de la práctica de sistema alternativo y de poder obrero, querer contraponer la II República como una balsa de libertad y defensa de lo trabajadores, es en el mejor de lo casos, una ingenuidad irresponsable, víctima de la propaganda mediatica e historica, y en el peor de los casos, maledicencia y un insulto a los miles de trabajadores muertos y encarcelados no solo a manos del asesino Francisco Franco y sus bárbaros acólitos (esos que todavia siguen hoy controlando el chiringuito), sino que también en la II República.

 

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