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viernes, 3 de enero de 2014

Elogio del Codo * Sí quieres conocer bien a alguien, mírale a los codos.



Sí quieres conocer bien a alguien, mírale a los codos. Has leído bien: a los codos. No a los ojos, ni a las manos, ni los dientes, ni siquiera el coche o el bolso.





Los codos te lo dicen todo de la persona, sin embargo, son los grandes olvidados



Hasta los fisioterapeutas lo reconocen: “El codo es una región que con demasiada frecuencia se explora mal por los fisioterapeutas por una falta de atención al detalle”. Ah, el detalle… Es la clave de casi todo en este mundo. Y el codo es el principal perjudicado en el macro-cuidado cotidiano. El codo parece a priori una zona incómoda de acceder, y suena más asociada al campo semántico de durezas y sequedades que al de epidermis, o tersura.


 Es imperdonable que el mundo se acuerde de los codos cuando los ‘pierde’ por bursitis, epicondilitis, epitrocleitis o psoriasis y no les dedique más atención (excluidos los ‘codos pelaós’ de los sabios, a esos se les perdona todo).

 Me acuerdo de una noticia que provocó cierto impacto y que explicaba con todo detalle la técnica de blanqueamiento para el ano como lo más in en Estados Unidos. Que dices, vale, me parece genial que el ano alcance ese nivel de celebrity, pero que un zona no expuesta (de normal) a la intemperie merezca la última tecnología, y que unos codos que están al pairo las 24 horas muchas veces, sean sistemáticamente ignorados por las campañas dermoéstéticas, roza la ignominia.

¿Tú cuánto tiempo hace que no te mimas los codos?... ¿Cuántas veces en tu vida has tomado conciencia de que tienes uno en cada brazo pivotándote la flexo-extensión y la pronosupinación?... Voy más lejos todavía: ¿Se te ha ocurrido ni tan siquiera acariciar el codo de otra persona en algún momento de tu existencia?... Pues proclamo desde ya que los codos son más que agradecidos a las cremas nutritivas y al contacto de las yemas de los dedos propios y ajenos. 

Y de paso confieso sin salir del segundo párrafo que no hay nada que me seduzca más que el espectáculo de unos codos suaves, hidratados, y sonrosados. Hay codos que parecen posavasos, de tan duros, y chafados como están; que los ves asomar de casualidad por una manga y te dan ganas de hacerles una funda de crochet para protegerlos de todo mal.


 Hablando de todo mal… Los codos de Gallardón... No quisiera yo morir sin ver los codos de Gallardón. Además de ser el único ejemplar de homo políticus cuyas cejas no le dejan ver la realidad, el Ministro de (in)Justicia representa el último eslabon de erectus que tiene dos imanes con el logo de la Conferencia Episcopal en lugar de las bolsas oleocranianas del resto de ciudadanos de bien.



 Esto no explicaría de ninguna manera la razón para ponernos a las mujeres otra vez bajo el yugo de su ley del aborto, pero serviría para que lo pegásemos a la puerta de la nevera cual imán y sujetara la lista de los agravios que nos perpetra.


 







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