Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


sábado, 29 de marzo de 2014

Aún podemos serlo más ¿Lo adivináis? Sí, voy a hablar de la reforma de la Ley del Aborto.





Patatas traigo.





Como soy mujer (tengo útero y tal) permítanme que aunque no esté en uno de “esos días” me ponga un poco histérica con la matraca que está de moda entre las feministas (feminazis gustan ustedes de llamarnos) como yo, que como todos sabéis, somos cejijuntas, odiamos a los hombres, nos gusta matar niños, y solemos llevar el bolso lleno de denuncias falsas de maltrato.


 ¿Lo adivináis? Sí, voy a hablar de la reforma de la Ley del Aborto.


 Mejor dicho, me voy a cagar en la reforma de la ley del aborto, así que si sois de los que pensáis que una mujer por el hecho de haber nacido, es decir, de que su progenitora no practicara un aborto después de la concepción de una servidora, debería callarse para los restos, podéis dejar de leer en este punto, porque vuestro manido argumento de “si tu madre hubiera abortado ahora no estarías dándome por culo con tus opiniones” ya me lo han dicho muchas veces, y aún así tengo la asquerosa manía de seguir hablando, y lo que es peor, de seguir opinando (desagradecida con la vida que es una, oiga).


Pues bien, como mujer adulta; como hija de una joven adolescente a la que obligaron a ser madre con 16 años; como nieta de una mujer que tuvo que hacerse cargo de sus dos hijas y sus dos hijos además de su nieta no deseada a base de trabajar hasta casi los 70 años limpiando la mierda de aquellas cuyas hijas sí se podían permitir ir a Londres a abortar sin que nadie las tratara como trataron a mi madre, a mi abuela o a una misma; como hija de un padre biológico que, junto a su familia, se desentendió completamente del desafortunado asunto; hablo convencida de que la restricción del acceso al aborto libre, seguro y gratuito, especialmente en un contexto de crisis económica como el que vivimos, es infame, es malévolo, y es, en definitiva y por situarme en los mismos términos que maneja este gobierno, inmoral.


No es legislar a favor de la vida, sino que es legislar a favor del aborto clandestino, y por tanto, de la muerte de mujeres


Pese a que el debate tiende a centrarse en los aspectos más esperpénticos de la reforma como la supresión del supuesto de malformación fetal , o el hecho de que sólo se nos conceda la posibilidad de decisión de las mujeres en caso de que hayamos sido violadas (en cualquier otro caso depende de juicios médicos), creo que va siendo hora de que se plantee abiertamente el quid de la cuestión, que no es otro que la negación sistemática del derecho a decidir de las mujeres sea cual sea su situación económica, mental o social.


 Por eso, aprovecho estas líneas para reivindicar el derecho de cualquier mujer a decir que no le sale del coño parir ni ser madre, pese a que pueda tener una buena situación económica, pese a que tal vez tenga pareja estable, casa propia, coche monovolumen, y veranee en Calpe todos los años. 


 Hablo del derecho de esas mujeres a decir “No porque no” y a que esa decisión se respete, que no sea necesario haber sido víctima de violación, ni justificar esa decisión con la falta de ingresos, o amparándonos en un supuesto riesgo para nuestra salud física o psíquica (siempre que sea un riesgo “permanente o duradero en el tiempo”, claro) que no tengamos que fingirnos locas para justificar hacer con nuestra vida lo que nos salga del potorro.


El cristofascista proyecto de ley que se aprobará más pronto que tarde, relaciona la decisión personal de abortar con la enfermedad mental, anteponiendo el criterio de “salud” al derecho a decidir de las mujeres, porque para nuestro querido Ministro de ¿Justicia?, las mujeres somos seres infantilizados sin poder de decisión. Para él y sus secuaces, las mujeres no somos más que incubadoras forzosas al servicio de las necesidades demográficas de las políticas económicas.


El número de interrupciones voluntarias del embarazo bajó un 5% en 2012 en España con la ley quieren derogar


Pues mira, no. Podría argumentar cuidadosamente cada uno de los motivos por los que esta ley es una vergüenza, entrando en su juego estadístico sabiendo que esa baza dialéctica está ganada (y ellos también lo saben porque si no, no hubieran suprimido de la web del ministerio de sanidad los datos que revelaban que el número de interrupciones voluntarias del embarazo bajó un 5% en 2012 en España con la ley quieren derogar, y no fue hasta que esta omisión saltó a la prensa que subsanaron tal inocente desliz). 


No, no voy a hablar del horror que supone parir hijos con enfermedades incompatibles con la vida al mismo tiempo que se suprimen las ayudas de dependencia, ni voy a hablar de las peticiones específicas que el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas hizo al Gobierno español para que garantizase la implementación de la Ley 2/2010 con el objetivo de asegurar a todas las mujeres el acceso a abortos seguros y legales; ni de las advertencias que el Relator Especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la salud, de la Organización Mundial de la Salud y del Consejo de Europa, que ponían de manifiesto que las leyes restrictivas del aborto no consiguen reducir el número de éstos, (aunque como ya he dicho esto ellos ya lo saben) sino que, al contrario, contribuyen a incrementar el número de procedimientos ilegales e inseguros, así como la mortalidad materna.


 No voy a insistir en la obviedad de que legislar en contra del aborto seguro, libre y gratuito, no es legislar a favor de la vida, sino que es legislar a favor del aborto clandestino, y por tanto, de la muerte de mujeres.



No. Simplemente voy a reafirmar algo que ellos ya saben por más que les moleste, y es que la mujer que no quiera ser madre, por lo motivos que sean, no lo va a ser.


 Y no lo va a ser simplemente porque no nos sale del coño. Así de brujas somos (malas, malaaaas). 


Y si nos obligan a incumplir la ley, a recurrir a métodos clandestinos, a orientar nuestros ingresos a ello, o incluso a jugarnos la vida, esto les pasará factura. Porque por más que les joda, nosotras seguiremos decidiendo en el único espacio en el que somos inherentemente autónomas para decidir, el único espacio en el que ellos no tienen ni voz ni voto: en nuestros cuerpos. Así que ándese con ojo, señor Gallardón, y deje de tocarnos el coño, porque no sabe todo lo putas, gordas, brujas, e histéricas que podemos llegar a ser.





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