Incendio de un colegio femenino en Yeddah.
De repente, les sobresaltó un estruendo y se percataron que un grupo de hombres con la cara tapada estaban echando abajo la puerta de entrada. A la sorpresa, se añadió el desasosiego. Como los intrusos no se identificaron, los ocupantes de la vivienda no sabían si estaban siendo víctimas de un asalto o de un secuestro. Aunque Arabia Saudí es un país que se precia de un alto nivel de seguridad ciudadana, hace ya meses que la gente se queja de robos en domicilios y recientemente ha habido un amago de secuestro de occidentales.
Cuando poco a poco los integrantes del grupo, entre los que había una chica y dos chicos españoles, un británico, un estadounidense, dos chicas somalíes y una sudanesa, se percataron de que sus atacantes eran miembros del Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, la ominosa mutawa, debieron de respirar aliviados. No sabían lo que les esperaba.
“Estaban jugando a las cartas”, explica una joven a la que uno de los detenidos confió más tarde la pesadilla. “Ni siquiera tenían bebidas alcohólicas”, añade otro allegado en referencia a uno de los comportamientos que más irritan a la policía moral en un país en el que impera la ley seca.
Al parecer, la norma que habían violado era la prohibición de estar juntos hombres y mujeres sin relación familiar. Algunas embajadas occidentales se apresuraron a enviar un correo electrónico a sus nacionales recordando las leyes del Reino del Desierto.
“O. me contó que los mutawa utilizaban un matamoscas de plástico para conminar a las chicas a que se cubrieran la cabeza sin tocarlas ni mirarlas directamente”, relata la joven citada, mientras imita el gesto de esos puritanos que cohíben a la sociedad saudí. “A los chicos les pusieron las esposas y les metieron en la parte de atrás de un coche; señalando a las chicas les preguntaban ‘¿Son putas? ¿Cuánto les habéis pagado?”.
La sola idea de que mujeres y hombres sin parentesco entre sí puedan pasar un buen rato juntos resulta pecaminosa para esos retrógrados a cuya intransigencia la prensa saudí ha atribuido la reciente muerte de una estudiante porque negaron el acceso del personal médico (masculino) a la facultad (femenina) donde sufrió una crisis cardiaca. En 2002, los mutawa impidieron el acceso de los bomberos a una escuela de niñas en llamas porque las crías no tenían puesto el velo. Murieron 15 de ellas y el escándalo motivo una reforma del Comité.
Los jóvenes detenidos hace unas semanas acabaron en comisaría. Pero mientras los occidentales contaron con la ayuda de sus embajadas y en uno o dos días volvieron a casa. Las dos etíopes y la sudanesa han pasado casi un mes encerradas. Ahora, lo más posible es que sean deportadas.
Por: Ángeles Espinosa
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