"En mi puta vida he cobrado un sobre", Soraya Sáenz de Santamaría vicepresidenta del Gobierno español.
Dejando al margen el "nivel" del que hacen gala los más altos cargos políticos de la España Negra, nos hacemos la siguiente reflexión:
Ignoramos si Soraya ha tenido una vida de puta como ella dice (que no nosotros).
Lo que sí sabemos es que se fotografió posando como una fulana de burdel, o algo parecido, a tenor de la imagen.
¿Confesaría sus posibles pecados al cura de abajo vestida de riguroso luto en señal de penitencia?
En mi puta vida he cobrado un sobre
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No, no, no es ningún parado quien lo ha dicho. Ni ningún maestro o médico, ni ningún enfermo dependiente, ni ningún pensionista, ellos han cobrado la nómina monda y lironda o no han cobrado nada. Ha sido la vicepresidenta del Gobierno ante la acusación de la representante de la oposición de haberse embolsado 600.000 euros en dobles sueldos cuando era diputada y portavoz del PP en el Congreso, ello sin pruebas y refugiada en ese privilegio de poder decir lo que te dé la gana sin que te pase nada. Porque lo dice usted y lo empapelan en el acto.
Yo creo a la vicepresidenta precisamente por la palabra puta. Si hubiera dicho ‘no he cobrado sobres en mi vida’ denotaría que los había cobrado, pero el énfasis añadido de puta la hacen creíble.
Nadie de los demás señalados de cobrar sobresueldos lo ha rechazado con tanta rotundidad en ese careo público frente a los españoles. De todos modos, a la vicepresidenta le colgará de por vida ese sambenito, la gente creerá que sí ha cobrado. Ya siempre nos la imaginaremos vistiendo su esclavina de aprendiz de bruja. O mejor un cucurucho de cartón con estrellitas. Todos los diputados estarían guapos son sus cucuruchos como uniforme. Especialmente en época de elecciones, en la que la prostitución de lengua es libre. ¿O no estaría guapo Cañete con su sambenito y su sarta de improperios?
Si por la gente fuera, la justicia en España se administraría por simpatía o antipatía. Blesa, culpable, Elpidio, inocente, Bárcenas, culpable, Urdangarin, culpable, Infanta, culpable, todos los de los EREs andaluces, culpables, gürtelianos al completo, culpables. Y así. Casi todos culpables, pocos nos caen simpáticos. Incluso se podría ampliar la lista sin que estuvieran imputados: Aznar, culpable, Zapatero, culpabílísimo, Rouco, culpable, el Rey, culpable, sigan ustedes la lista.
Indecentes, imprudentes, mentirosos, desleales, burdos, cicateros, oportunistas, políticos ruines, francotiradores de la política, insumisos del Estado de Derecho. Éstas son los calificativos que le llevan dicho al PP, según afirmó la vicepresidenta. Pero en esto no lleva razón; es la definición más exacta del PP, a la que quizás solo cabría añadir ‘bordes’, que es lo que son, bordes de alma.
Lo de la puta vida no es una anécdota. Por culpa de estos tipos, para millones de españoles la vida es muy puta. Todo era mentira. Ni recuperación ni gaitas. Cifras cantan. Hasta la inflación ha subido ya al 0,4 % mientras la subida de las pensiones de las que tanto presumen de no haber congelado es de un 0,2 %. Rajoy, con su sambenito, afirma que está muy contento y que todo va muy bien. ¿Qué menos que ponerles a todos ellos el escapulario de la indignidad ante tanto engaño y deterioro? En nuestras vidas nunca nos habían maltratado tanto. Y sin cobrar sobres.
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