Boaventura de Sousa. Público⎮Rebelión⎮9 junio 2014
La Europa que conocíamos hasta el 25 de mayo era la Europa virtuosa,
construida políticamente con el objetivo de evitar una tercera guerra
europea, integrando a Alemania, siempre imprevisible, en un espacio
político más amplio. Así se esperaba consolidar a las democracias
europeas mediante intensas fórmulas de cooperación y transformar a
Europa en un continente que promoviese la paz en un mundo amenazado por
la guerra fría (a veces caliente) impulsada por los dos imperialismos,
el norteamericano y el soviético. Ya sabíamos, por experiencia dolorosa
propia, que este proyecto sufrió un colapso. El 25 de mayo pudimos
visitar las ruinas. En cuanto las contemplamos, tal vez menos tranquilos
de lo que parecemos, extrajimos tres lecciones.
Lo que vivimos fue en gran medida
desolador, como es propio de las ruinas, sobre todo cuando humean. El
brillo de los barnices aún es visible en el mobiliario destrozado que no
ha sido alcanzado por el fuego. La historia europea sabe que un partido
de extrema derecha puede ser elegido democráticamente para destruir la
democracia. Así comenzó la ascensión del nazismo. En las elecciones
europeas, la extrema derecha y los ultraconservadores ganaron en
Francia, Reino Unido y Dinamarca; fueron segundos en Hungría y Letonia; y
terceros en Austria y Grecia. Es probable que estos partidos no
obtuviesen los mismos resultados si las elecciones fuesen a los
parlamentos de los diferentes países. Por otro lado, sólo un pequeño
grupo es nazi convencido.
No existe, por ahora, peligro de nazificación de los países europeos. Pero sí que existe el peligro de la nazificación de
la idea de Europa (racismo, antisemitismo). Y no hay que dejar de
subrayar que el nazismo es una herencia cruel de la Alemania del siglo
XX. Si bien es cierto que la Alemania federal ha sabido hasta ahora
controlar la pulsión nazi en su país, ha dejado que campase libremente
en el resto de Europa. Imagínese lo que se diría hoy de Portugal si los
fascistas europeos pintasen la cruz de Cristo en los cementerios judíos
de toda Europa. Si tenemos en cuenta su historia, Alemania lidió con la
crisis europea de modo criminal, ya que nadie como ella podría haber
frenado la pulsión nazi en Europa.
La segunda lección de las elecciones
europeas es más confortante y está en las antípodas de la primera. La
contestación de esta Europa no procede sólo de la derecha sino también
de la izquierda, y tiene varios matices. Syriza en Grecia, Movimento 5
Stelle en Italia, Podemos en España y CDU (Partido Comunista coligado
con Los Verdes) en Portugal. En estas victorias vibran las ideas de
solidaridad, de cohesión social, de democraticidad, de respeto
por la soberanía de los países que presidieron el nacimiento de Europa y
que los diferentes países europeos adoptaron como suya en la posguerra
(Portugal, Grecia y España, después de que conquistasen la democracia).
Pero estas ideas comenzaron a ser contestadas en el interior de las
instituciones europeas antes de serlo en el interior de cada país (con
la excepción de Thatcher en Inglaterra) y fueron ejerciendo una presión
antisolidaria, autoritaria y hostil con el modelo social europeo sobre
todos los países, especialmente sobre los más vulnerables. Primero,
usaron la vía institucional (euro, tratados de Maastricht, de Lisboa y
de libre comercio con China); después, la extrainstitucional (causada
directamente por la anterior): la crisis. Este perverso engaño de salvar
a Europa (rica) a costa de los países europeos (pobres) acaba de ser
denunciado por estos partidos, en los que reside la esperanza.
La tercera lección es que los grandes
derrotados en estas elecciones han sido los partidos que más habían
contribuido a la construcción de la Europa que conocemos: partidos de
centro izquierda y de centro derecha que siguen pensando que, con más o
menos remiendos, esta Europa sobrevivirá. ¿Cómo se comprende que el
partido portugués que se proclamó como alternativa a la coalición
conservadora que preside el mayor desastre social en Portugal de los
últimos noventa años apenas la supere por cuatro míseros puntos? La
deducción es simple: para que el Partido Socialista sea la alternativa
tiene que reconstruirse como alternativa a sí mismo.
Visto y leído en: http://rebelion.org/noticia.php?id=185743
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