La heroicidad contra los humildes es imposible
La Policía municipal de Madrid —que depende del Ayuntamiento que dirige Ana Botella— ha anunciado hoy que otorgará la Cruz del Mérito a diez mandos y agentes antidisturbios de la Policía Nacional por su "heroica labor" durante las Marchas de la Dignidad del pasado 22 de marzo.
En teoría, para mí
al menos, un héroe es la persona que realiza una acción en beneficio de
la colectividad, poniendo en riesgo su libertad o su propia integridad
física. No obstante, no soy un iluso. Sé que hoy en día el término está
muy mancillado. Se usa para ensalzar determinadas victorias deportivas
y, por parte del poder, para halagar a sus más fieles y armados
guardianes. Hace unos años un periódico de Las Palmas (no recuerdo cuál
de los dos) titulaba, ante la repatriación del cadáver de un soldado
canario fallecido al estallar una bomba al paso de su vehículo, algo
parecido a "regresa el héroe".
Ese soldado fue una víctima (sería
incluso muy discutible si un miembro de una fuerza de ocupación es una
víctima o una baja infringida por la resistencia a esas fuerzas
ocupantes) y seguirá siendo un dolor perenne para su familia. Pero no
fue un héroe. Ni por la naturaleza de la acción intervencionista en la
que participaba, ni por las circunstancias concretas de su muerte, que
no se produjo mientras arriesgaba su vida para salvar la de otras
personas.
Tildar de heroica
la labor de los antidisturbios que reprimieron al final de las marchas
del 22M es una auténtica burla. Tras las marchas, los heridos de más
gravedad no estaban en las filas policiales, fueron dos jóvenes que
perdieron, uno la visión de un ojo, y el otro un testículo. Yo no niego
que un grupo de antidisturbios pasara un mal trago (¿buscado por el
poder para repetirlo hasta la saciedad en todas las cadenas televisivas
durante una semana y criminalizar una protesta que congregó a cientos
de miles de personas y que para mucha gente sí supuso el grandísimo
esfuerzo de caminar durante cientos de kilómetros?). Pero que los
condecoren cuando exista la medalla al añulgamiento.
Tampoco voy a pedir
que creen la medalla al vilipendiado por el abuso policial en el estado
español, pero en comparación serían legión los candidatos a recibirla.
La última muestra fue el 19 de junio, durante la imposición del joven
Borbón en Madrid, día en el que todas las personas portadoras del
emblema republicano, que quisieron asomarse a las calles de un supuesto
estado democrático, las pasaron, símbolo viviente del color que las
distingue, moradas. Quizás sí podrían tacharse de pequeños héroes, a
quiénes se expusieron a la ira policial por mostrar, en una ciudad
sometida a un estado de excepción de facto, un emblema cuya presencia,
con la consiguiente alarma del régimen del 78, crece imparablemente en
cada protesta social que se realiza.
La función de los antidisturbios es represiva. Lo sabemos todos. Y ellos actúan, con mayor o menor inquina, más allá de la justeza o no de su labor. Su función no es pensar, pero debería extrañarles que gobiernos que machacan al común de los mortales, a la gente del pueblo, nunca a un poderoso, estén siempre dorándoles la píldora, desbordándoseles en la boca las palabras laudatorias hacia su labor, condecorándolos. Alguno de ellos se preguntará alguna vez ¿por qué? Sé que es una pregunta retórica, su proyecto de vida es la obediencia acrítica, una ventana abierta, estable y desclasada, en épocas de pobreza y paro.
En una entrada anterior de este mes http://josejuanhdezlemes.blogspot.com.es/2014/06/enmascarados-violentos-y-politicos-en.html puse el video de la agresión a un manifestante en Telde.
Otro candidato a ser condecorado como hacedor de miedos y violencias.
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